El asunto de los bipolímeros se convirtió en interés nacional e internacional, luego de que varias modelos sufrieran afectaciones a su salud, por ello. Tal es el caso de María Sánchez, quien camina despacio por su casa con dos bolsas de drenaje que cuelgan de su cintura y la herida de una operación de reconstrucción, para extraer biopolímeros que le inyectaron hace una década en Venezuela para aumentar sus glúteos.
La cicatriz de la intervención va de lado a lado en la zona lumbar, y es un doloroso recordatorio de la cirugía en la que le extrajeron 90 % de la sustancia que le inyectaron en 2006 en una “estética” que consiguió por una revista.
“Quedé mutilada, pero tuve que asumir las consecuencias”, afirmó a la AFP María, de 50 años, a quien le colocaron en cada nalga 125 ml del producto que hizo de su vida un infierno.
Vale mencionar que los biopolímeros no encapsulados, a diferencia de las prótesis, se inyectan y se expanden dentro del cuerpo. Bajo esa etiqueta se engloban sustancias sintéticas como la parafina o la silicona líquida.
Su uso fue prohibido en Venezuela en 2012, tras años de comercialización masiva en lugares de tratamientos ambulatorios conocidos como “estéticas”, pero también en peluquerías y hasta en consultorios médicos.
En Colombia, precisamente este 22 de agosto, se firmó por el presidente Gustavo Petro, la Ley de Biopolímeros, de autoría de la senadora Norma Hurtado Sánchez, con el fin de regular la comercialización y uso de sustancias modelantes o biopolímeros en procedimientos estéticos.
El cirujano plástico Juan Carlos Blanco, que atendió unos 50 casos en los últimos cinco años, de los cuales 20 terminaron en cirugía, incluida la de María, explica que “lo que sale es aceite”.
Sin embargo, no hay cifras oficiales de personas afectadas por este tipo de tratamientos, que incluso han causado muertes documentadas en la prensa, en el país vecino. Pero, en Colombia, entre 2013 y 2022 se reportaron 105 personas lesionadas y al menos 21 víctimas mortales por uso de sustancias modelantes ilegales, según reportes del Instituto Nacional de Medicina Legal.
Además, cada vez más afectados llegan a clínicas y hospitales con dolores crónicos, tras años padeciendo en silencio y muchas veces siendo culpabilizados con acusaciones de “vanidad”.
“Fue colocar un estereotipo en mí, por no sentirme de alguna forma conforme con mi silueta”, expresa María, que pasó 20 días sin poder sentarse tras la cirugía de reconstrucción. “Pero era permitido. No fue que yo fui loca”, añade.
Entre los tratamientos con biopolímeros, que se ofrecían en Venezuela como efectivos y menos invasivos, el de aumento de glúteos fue el más común, pero también se popularizaron los de senos, pantorrillas y, en el caso de los hombres, hasta el pene.
Error de diagnóstico
Asimismo, la presencia de biopolímeros en el organismo, activa al sistema inmunológico, que no para de combatirlos, provocando fiebre, hinchazón y dolor. Hay casos de personas con artritis, reumatismo y lupus, antes de determinar que en realidad el causante de sus males era el químico.
Una conocida, empleada de un hospital público, manifestó que por su mente “nunca pasó que podría ser consecuencia de los polímeros”. Las operaciones de extracción pueden llegar a costar hasta 11.000 dólares.
Es lo que le cobran a Susana, de 39 años, que va por su tercera operación. Hace 12 años se agrandó también los glúteos y cinco años después, tras su segundo embarazo, comenzó a sentir dolor. “No puedo caminar mucho. Tengo que meter los pies en agua caliente”, señala.
Entre tanto, los cirujanos coinciden en que es imposible retirar 100 % del material inyectado; quien ofrezca lo contrario, asegura el cirujano Blanco, “está mintiendo. Siempre va a quedar una pequeña cantidad”. El abordaje quirúrgico se realiza desde hace unos cinco años, pero antes la recomendación era no tocar el área afectada.