Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, entre el 20 y el 25 por ciento de la población mundial sufre alguna enfermedad alérgica, la cual se manifiesta frecuentemente en la población infantil. Varios estudios incluso apuntan a que en el año 2050 habrá una prevalencia de entre el 40 y 50 por ciento de la población afectada por rinitis alérgica, uno de los síntomas más comunes asociado a la alergia.
En ese sentido, los alimentos que contienen buenas dosis de vitamina C, ácido fólico y nutrientes con propiedades antiinflamatorias “ayudan a aliviar las reacciones alérgicas”, revela la experta en medicina general del centro médico MGC Mutua, de España, la doctora Nuria Paredes.
De acuerdo con Paredes, “las alergias ocurren cuando el sistema inmunitario reacciona de manera exagerada ante una sustancia extraña, como puede ser el polvo, el polen, el veneno de las abejas o el pelo de las mascotas”, así como “al ingerir ciertos alimentos, como los cacahuetes, el melocotón y el huevo”, entre otros.
En concreto, productos como la manzana (que contiene quercetina, un flavonoide que ayuda a fortalecer el sistema inmunológico), así como el ajo y la cebolla (con propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y vitaminas que ayudan a prevenir el envejecimiento celular), y hasta el jengibre son algunos de los alimentos aconsejables para la prevención de las alergias.
En este sentido, la experta subraya que “una de las medidas más importantes es cuidar el sistema inmunológico y esto se consigue al seguir una dieta saludable y equilibrada, rica en alimentos que cuiden, protejan y lo fortalezcan”.
Además, indica la experta, “es muy importante realizar ejercicio físico frecuentemente, controlar el nivel de estrés diario y evitar a toda costa fumar y beber alcohol”, añade la doctora Paredes, quien distingue tres tipos de prevención.
La clave está en la prevención
La experta en medicina general determina, por un lado, la prevención primaria, especialmente para personas sin síntomas alérgicos, pero con riesgo para desarrollar alergias. De esa población hacen parte familiares de pacientes con antecedentes de alergia, niños con alguna enfermedad congénita o adquirida, u otros que tienen síntomas de dermatitis atópica, asma y rinoconjuntivitis con estudio de alergia negativo. Al tratarse de pacientes difíciles de identificar, las medidas de prevención serán diferentes para cada caso.
La prevención secundaria, por otro lado, se lleva a cabo en personas con pruebas de alergia positivas, pero que no han experimentado síntomas hasta el momento. Ésta se realiza para evitar que los síntomas se desarrollen y, en el caso de alergia a ciertos alimentos, por ejemplo, es habitual recomendar que el paciente, a pesar de la sensibilización, consuma el alimento si lo está tolerando bien y no le genera ningún síntoma o malestar.
Sin embargo, en materiales como el látex, a pesar de que el paciente lo tolere, no se recomienda exponerse a este material, puesto que es probable que termine desarrollando síntomas.
Por último, la prevención terciaria se realiza en aquellas personas que ya han tenido síntomas alérgicos para evitar que vuelvan a tenerlos o para intentar que sean más leves. Este grupo es el más fácilmente identificable y puede llevarse a cabo evitando el alérgeno y, cuando sea necesario, con un tratamiento farmacológico (medicación preventiva y/o inmunoterapia).
*Con información de Europa Press.