La revista Nature publicó este lunes el tercer caso de una persona que venció el virus del VIH en el mundo, después de someterse a un trasplante de células madre. En el pasado, ya se habían logrado otros casos exitosos similares: el Paciente de Berlín, Thimothy Ray Brown; y el Paciente de Londres, Adam Castillejo.
El conocido esta semana fue bautizado como el Paciente de Düsseldorf, un hombre de 53 años, que completa cuatro años sin tratamiento antirretroviral y está libre del mortal virus, descubierto en la década de los 80.
Aunque no se ha revelado su nombre, se sabe que tras sufrir una leucemia, el paciente se sometió a un trasplante de médula ósea —donde se alojan las células madre— de un donante con una mutación que impide al virus penetrar en las células, y eso le ha permitido completar cuatro años libre del VIH.
Pero, a pesar de la buena noticia, la ciencia sabe que se trata de una infección que sigue siendo incurable. Claro, se puede controlar y mantener a raya con tratamientos antirretrovirales, pero si se suspende la medicación, el virus se replica de nuevo a sus anchas en el todo el organismo.
Una vacuna inalcanzable
Es que han pasado ya cuatro largas décadas desde que la comunidad científica y el virus del VIH comenzaron una guerra que aún no escribe su capítulo final. En 1989, cuando el VIH tenía azotada a la humanidad y los casos se multiplicaban, los científicos más optimistas creían que el VIH tenía sus días contados y que en un lapso de “cinco años” se lograría la vacuna.
Cuarenta años después, solo se ha logrado contener el virus y mantenerlo a raya con potentes antirretrovirales, lo que en parte frenó la alta tasa de mortalidad que se vivía con esta enfermedad, que desde su aparición ha dejado cerca de 40 millones de muertes, según la Organización Mundial de la Salud. Y aún ahora continúa causando 650.000 muertes y 1,5 millones de nuevos casos cada año en el mundo.
Recientemente, el Instituto Nacional de Salud (INS) publicó su más reciente reporte de casos de VIH que se registraron hasta el período epidemiológico decimotercero de 2022, que recoge las notificaciones del sistema de salud colombiano hasta el pasado 30 de diciembre.
Hoy en día, existen tratamientos de alta calidad y se ha estudiado con detalle como actúa el virus, pero la cura sigue aún lejos.
La diversidad del VIH, con una inmensísima capacidad de mutación, y sus extraordinarias habilidades para esconderse del sistema inmune, son las causantes de frustrar, hasta el momento, la búsqueda de una vacuna. Se han estudiado centenares de prototipos, pero solo siete han llegado a ensayos de eficacia con humanos (fase IIB o III) y ninguno ha logrado resultados contundentes.
Mosaico fue el más reciente intento fallido en esta larga carrera por lograr una vacuna eficaz. Una lucha a la que se han destinado cerca de 19.000 millones de dólares, entre 2000 y 2019, según cálculos del Grupo de Trabajo de Investigación y Desarrollo de Seguimiento de Recursos para la Prevención del VIH.
Es que se trata de un virus parece tener siempre las de ganar: es experto en neutralizar el sistema inmune desde la misma puerta de entrada, cuando entra en el organismo, se integra y se ‘esconde’ en un tipo de células inmunitarias, los linfocitos CD4, claves para alertar al sistema inmune de la presencia de agentes extraños.
“El VIH es un virus de una inteligencia absolutamente asombrosa porque es capaz de infectar y establecerse en santuarios nobles de nuestro organismo. Los linfocitos CD4 son células de memoria que quedan en alerta para el resto de la vida (para no tener una infección). No se mueren hasta que yo me muera. Si tengo un virus en esas células, nunca me lo sacaré de encima”, le explica al diario El País de España Josep Mallolas, jefe de la Unidad de VIH-Sida del Hospital Clínic de Barcelona.
Este potente virus funciona así: inserta su material genético en el genoma de las células CD4 y lo manipula para que, en lugar de que estas cumplan con su función inmunitaria, se dediquen a hacer más copias del virus. Así, a la vez que se replica y gana territorio, el VIH va destruyendo las CD4 y con ello, mermando el sistema inmune que protege al ser humano.
Hay, además, algunas células infectadas que en lugar de replicar el virus, se instalan en un estado de latencia, como dormidas, y el VIH puede quedarse ahí, callado y escondido, en esos reservorios virales, durante años.
Qué se ha logrado en cuatro décadas
En cuatro décadas de intensa investigación, los científicos han conseguido hacer la infección “controlable”. Pero hay retos en el futuro, como atajar el diagnóstico tardío —un tercio de los infectados se detectan tarde—, evitar nuevas infecciones y, sobre todo, y más urgente aún desarrollar vacunas.
El gran problema, creen los expertos, es la naturaleza propia del virus, pues se replica muy rápidamente y en ese camino, hace espontáneamente cambios. De ahí que no se ha encontrado una zona suficientemente estable del virus para enfocar en esos esfuerzos una vacuna.
En la primera generación de vacunas se usaron virus inactivados o proteínas de la envuelta del VIH, con la intención de que el sistema inmune aprendiera a activarse y generase anticuerpos cuando se topara con el virus real. Pero, en la práctica, la respuesta inmune fue muy débil o nula.
La comunidad científica se enfocó luego en desarrollar vacunas que indujeran una respuesta de las células del sistema inmune: a diferencia de la primera generación, que buscaba promover la formación de anticuerpos contra el VIH, ahora se intentaba alentar la producción de otra área del sistema inmune, las células clave en la defensa antiviral (los linfocitos T). Pero tampoco funcionó.
En un tercer intento la apuesta fue crear vacunas que combinaran las dos estrategias fallidas e indujeran, a la vez, una respuesta celular y de anticuerpos. Un ensayo con esta estrategia en Tailandia logró un 30 % de eficacia, pero también tenía sus limitaciones pues se probó en personas con poco riesgo de adquisición del VIH y con un subtipo que circula solo en esa zona. Cuando se intentó reproducir en población de más riesgo y en otros subtipos, como el que circula por el África Subsahariana, donde hay más diversidad de virus, no hubo señal de eficacia.
Mosaico, el más reciente intento que fracasó, pertenecía también a esta generación de vacunas que buscaban una doble respuesta.
Pero, ¿por qué han fallado todos los intentos? Primero, por la variabilidad del virus, muy superior a la de otros microorganismos. En el tiempo en el que el sistema inmune detecta el virus y reacciona creando anticuerpos, el virus ya ha mutado y cuando las defensas del organismo, creadas ad hoc para ese primer virus con el que se toparon, empiezan a trabajar, el VIH genera, mediante mutación, variantes resistentes a esos anticuerpos.
Con este reciente revés, la comunidad científica vuelve a los primeros pasos en la carrera por la vacuna. No hay ningún prototipo más, por ahora, en ensayos clínicos avanzados (fase III), aunque hay estrategias en en estadios más iniciales.
Así, en esta nueva era de búsqueda de vacunas, la revista Science publicó en diciembre resultados positivos de un estudio fase I con otro abordaje basado en anticuerpos altamente neutralizantes, una clase rara de anticuerpos que pueden neutralizar varias cepas del virus a la vez.