¿Sabían que existe algo que se llama ambientes obesogénicos? yo no tenía ni idea. Pues resulta que descubrí que se trata de ambientes que incentivan el desarrollo de la obesidad y el sobrepeso. Pueden ser espacios en los que hay mucha comida, que se ve tan rica que quieres comerte todo lo que hay, así no tengas hambre, o por ejemplo esas zonas de la ciudad que tienen pocas opciones para hacer ejercicio porque son inseguros o no hay parques o con pocos andenes.
Si bien está comprobado que la obesidad y el sobrepeso pueden ser originados por múltiples factores, que van desde lo genético hasta lo psicológico, es una realidad que el contexto en el que hacemos un plan para lograr nuestro peso saludable nos pone a prueba la fuerza de voluntad todo el tiempo.
La pregunta es cómo sobrevivir a estos ambientes si simplemente están ahí y hacen parte de nuestra vida y más en una cultura como la nuestra en la que la comida es el símbolo por excelencia de la amistad, el afecto, la gratitud, el amor, mejor dicho es símbolo de todo.
Al consultar mi angustia con el doctor Carlos Mendivil, médico endocrinólogo, me dijo que el primer paso es ser consciente de que existen estos espacios y convivir con ellos, que no es lo mismo que integrarse a ellos. ¿Cómo? Tomando decisiones como no tener en la casa alimentos que no debe comer, así otros miembros de la casa si puedan. No sé si les pasa, pero si yo tengo comida prohibida a la mano, me cuesta más evitarla.
Otra recomendación que me hizo el doctor es que antes de comerme algo muy tentador, pero poco saludable, debo pensar si tengo hambre o si me lo voy a comer solo por el gusto de hacerlo, y si decido comerlo pues no me excedo, solo me sirvo una porción ¡En ese momento pensé en los buñuelos navideños de los que por lo general me como más de uno! El doctor Mendivil también me sugirió tratar de cambiar los planes de celebración, que no siempre sea con comida o, si lo son, lo aconsejable es tener a la mano alguno de mis alimentos saludables favoritos.
Pero lo que más me llamó la atención es pensar que la zona en la que se vive también influye en la motivación, de este modo si hay andenes, si hay parques, si hay seguridad, pues seguramente nos darán más ganas de salir a hacer alguna actividad física. ¡uy! y si se ponen a pensar hasta el clima influye porque si está haciendo mucho frío, lo confieso, lo pienso dos veces para salir. Según el dr. Mendivil las autoridades deben impulsar la creación de parques, ciclovías, zonas iluminadas y que las personas vivan más cerca del trabajo para que puedan llegar caminando o en bicicleta, y ¡Yo que pensé que en una ciudad estos espacios existían solo para el entretenimiento de los ciudadanos. Se nota lo activa que soy!
De todas las recomendaciones, lo que me parece más complicado es manejar el aspecto social. Ir a un lugar sin que alguien cuestione lo que estás haciendo para cuidarte, o que te hagan recomendaciones de algún tipo para adelgazar es más común de lo que parece, porque eso sí a la hora de hablar de bajar de peso salen los amigos y familiares especialistas por todo lado.
Otro aspecto social es la dificultad que tenemos de decir “no, gracias” que, aunque no me pasa tanto, si tiende a ocurrir, tampoco es fácil, sobre todo cuando tienes la idea de que puedes pasar por descortés o que tienes que comerte todo lo que te ofrezcan o sirvan en el plato.
Cuando fui consciente de que estos ambientes existen, aunque parece obvio, entendí por qué es tan difícil cuidar la alimentación en navidad, vacaciones, cumpleaños, reuniones con amigos, fines de semana, porque ¡todo gira en torno a comer! Solo se salvan las fiestas, en las que por lo menos se baila. Así que lo que está claro es que el último paso para sobrevivir a los ambientes obesogénicos es la planeación para saber el mejor momento de comer esa porción de indulgencia y ¡tener personalidad! Para sacar mi mecato, decir no, gracias y sonreír cuando todos te quieren aconsejar, y lo más importante, no olvidar que todo es por una buena causa, que solo nos importa a cada uno de nosotros: la salud.