Ni las cajas de aguinaldos para los niños pobres se salvaron de las bombas y los cilindros de gas arrojados por las Farc contra la estación de Policía de San Luis, Antioquia, el sábado 11 de diciembre. Desde la primera arremetida casi todo voló, incluidos los cuerpos de varios de los agentes apostados en el sitio. El de Martín Guillermo Mosquera fue uno de ellos pero, a diferencia de algunos de sus amigos, sobrevivió al impacto y siguió disparando su fusil hasta que una segunda descarga le derribó un muro encima. Allí permaneció 42 horas, en las que _en medio de la inconsciencia y temiendo permanentemente por su vida_ fue testigo de la sevicia de la guerrilla y el valor de los demás patrulleros. Y hoy, recuperado físicamente, no para de contarlo. Sabe que ya nada puede hacer, pero sabe también que su relato podrá al menos prolongar por un tiempo la memoria de los siete compañeros que perdieron la vida en el asalto y que ya no podrán celebrar, como él, la esperada Navidad.