Robert De Niro y Al Pacino, ambos neoyorquinos, se volvieron leyendas en Hollywood con películas como Taxi Driver y Scarface, y, sobre todo, en la saga inspirada por Mario Puzo. En El padrino (1972), Pacino interpretó a Michael Corleone, rol que lo catapultó a la cima, y compartió pantalla con Marlon Brando (Vito Corleone). En la segunda parte del clásico de Francis Ford Coppola, Robert De Niro se sumó para interpretar de manera magistral al joven Vito Corleone. No por casualidad El padrino II (1974) está entre las mejores películas de la historia: en sus dos ejes, presente y pasado, dos monstruos lideran su narrativa.
Curiosamente, en El padrino no actuaron juntos y, por más que sean contemporáneos (Pacino nació en 1940, De Niro en 1943) y de la misma ciudad, les tomó tiempo hacerlo. Compartieron escenas por primera vez en Heat (1995), de Michael Mann. Desde papeles antagónicos, en una historia de policías que persiguen ladrones de bancos, hicieron valer su peso y cumplieron con escenas electrizantes. El segundo intento, Righteous Kill (2008), probó que ni las leyendas están a prueba de la mediocridad. De Niro le confesó a SEMANA haberle dicho en ese entonces a Pacino: “Espero que algún día hagamos entrevistas de nuevo por un proyecto realmente especial para nosotros”. Ningún seguidor del cine pasaría por alto un proyecto dirigido por Scorsese, protagonizado por De Niro, Pacino, Pesci y Keitel, y con guion de Steven Zaillian. Once años después, parecen haber cumplido ese deseo en The Irishman, una producción gigantesca del director Martin Scorsese. Desde un comienzo despertó una expectativa digna de sus pergaminos, pero también dejó un leve manto de duda. Por un lado, ningún seguidor del cine pasaría por alto un proyecto dirigido por Scorsese, protagonizado por leyendas como De Niro, Pacino, Joe Pesci y Harvey Keitel, y con guion de Steven Zaillian (La lista de Schindler, Moneyball). Pero por otro lado, Scorsese usó una tecnología que dejó dudas para rejuvenecer a algunos de sus actores. La cinta se desenvuelve desde los años cincuenta hasta los primeros del siglo XXI, y para caracterizar a los personajes en su juventud optó por no contratar otros actores. Más bien echó mano de una tecnología costosísima (cada toma oscila entre los 30.000 y 100.000 dólares) no perfeccionada del todo. El recurso distrae, aunque no alcanza a descarrilar su narrativa.
Al respecto, De Niro, también productor de la cinta, dijo a SEMANA: “Me hago chistes sobre cómo (la tecnología) prolongará esto mi carrera otros 20 años. Y sé que cada vez será mejor, pero también plantea debates: ¿pueden coger el personaje que has interpretado y convertirlo en algo que no querías?, ¿qué haces?, ¿cómo lo proteges?”. “Esto quiere decir que seguirán sin nosotros, pero con nosotros”, añadió Pacino entre risas. Netflix: a por el Óscar Esa decisión técnica elevó considerablemente el presupuesto de la película y ahuyentó a los estudios tradicionales. Netflix no dudó en invertir los casi 200 millones de dólares que costó por su arsenal de figuras, por la historia y porque le servirá para aspirar a los Premios Óscar en febrero. En 2018, el gigante del streaming apostó por Alfonso Cuarón y su filme Roma, y estuvo cerca de su primer Óscar a mejor película (se lo llevó Green Book). En 2019, con una producción de tres horas y media que transcurren rápidamente, quiere llevarse el máximo premio.
Para muchos, The Irishman contiene el álbum de ‘grandes éxitos’ de Scorsese. La crítica, en general, se ha rendido a sus pies con una película que lo ratifica como uno de los grandes del siglo XX y XXI. Por eso la estrenarán en salas seleccionadas alrededor del mundo. Lo harán para eludir la controversia suscitada por quienes en la Academia se niegan a aceptar una producción que solo salga por streaming, esto es por internet. En Colombia se proyectará en cines el 21 de noviembre y el 27 del mismo mes aterriza en Netflix.
La película se basa en el libro I Heard You Paint Houses: Frank “The Irishman” Sheeran and Closing the Case on Jimmy Hoffa, que Charles Brandt publicó en 2003. El libro hilvana décadas y hechos claves en la historia estadounidense, y ofrece sus respuestas a misterios como la desaparición del sindicalista Jimmy Hoffa en 1975. Adaptado brillantemente por Zaillian, el relato se centra en Frank Sheeran (Robert De Niro), el Irlandés. Muy al estilo Scorsese, Sheeran narra en primera persona su camino junto con la familia Bufalino, clan criminal liderado por Russell (un sutil Joe Pesci). Entre varias tareas, Bufalino le encarga a Sheeran proteger al polémico Hoffa (Al Pacino), un hombre que hizo carrera populista con su oratoria y su carisma. La desaparición de Hoffa en 1975 es aún hoy un referente histórico del siglo XX. Lo declararon muerto en 1982, pero su cuerpo jamás apareció. Al Pacino y Robert De Niro: pesos pesados suman En el piso 41 del Mandarin Hotel de Nueva York, Al Pacino, de camisa negra abierta, cadena, gafas negras y pelo desordenado, saluda amable. Se ve más relajado que De Niro, de camisa polo, suéter, pelo ordenado y rostro de colegial. En la entrevista ambos titanes parecen replicar la dinámica de sus personajes: De Niro, más concreto, serio y aterrizado; Pacino, más extravagante y expresivo. Sobre el filme, Pacino anota: “Mira ese periodo extraño e intenso de nuestra historia (estadounidense), desde 1955. No es un documental, es una historia muy interesante sobre Frank Sheeran, su relación con dos personas en particular, y lo que esa relación le hizo a sus niños”.
El Jimmy Hoffa de Al Pacino es carismático, dicharachero y se enriquece de pequeños detalles, como su amor por la Ginger Ale, el helado y los perros calientes. Hoffa, además, le simpatiza a Peggy Sheeran, hija de Frank y polo moral del filme. Pacino toca un tema clave. El foco en la familia, que en gran medida canaliza Peggy Sheeran, hija mayor de Frank (interpretada en su adultez por Anna Paquin), dota al filme de un polo a tierra humano y doloroso poco antes visto.
También, como nunca antes en pantalla, los personajes de Pacino y De Niro tienen una relación madura, tan satisfactoria como devastadora. En Heat, sus encuentros eran el clímax; en The Irishman, la química entre ambos evoluciona: “La cinta nos dio una oportunidad de hacer algo distinto. Es una relación mucha más compleja que en ‘Heat,’ más profunda y mucho más interesante”, sentencia Pacino. Joe Pesci, Superstar Narra Sheeran, pero detrás de sus movimientos anda Russell Bufalino. Este mueve los hilos, coordina golpes y apacigua ánimos entre clanes, uno de los cuales es liderado por Angelo Bruno, interpretado por Harvey Keitel. Scorsese retrata la cotidianidad de estos mafiosos, sus vidas y sus muertes, sin la rimbombancia y el glamur de películas pasadas, y por medio de líderes más contenidos, como el interpretado por Pesci.
Robert De Niro convenció de salir de su retiro a Joe Pesci. Como Frank Sheeran y Russell Bufalino, establecen un vínculo fundamental en la cinta. Pesci, quien se había retirado de la actuación, parece haber dejado lo mejor para este regreso. De Niro le hizo una propuesta concreta a su viejo compañero de Goodfellas (Buenos muchachos, en Colombia) y Casino: “Le dije que Marty quería hacer esto con amigos cercanos, que era una gran historia y que lo iba a hacer genial”.
Pacino, por su parte, destaca que “Hay algo distinto en lo que hace en esta película, y es muy bueno verlo haciendo algo inesperado”. En efecto, Pesci asume una posición de mando que no tuvo antes y la lleva a lugares impresionantes. Al final, su papel lo posiciona como candidato indudable por un Óscar. La paradoja Scorsese/Netflix
Martin Scorsese dirige otra historia de mafias contenida y sin la extravagancia de las anteriores. Dura tres horas y media. Bobby Cannavale (Skinny) y Harvey Keitel (Angelo Bruno) se suman a la dinámica apacible y mortífera de la mafia. El director deja su impronta muy pronto con detalles como la narración en off. Y sigue al usar sus característicos cuadros congelados, en los que va más lejos esta vez. Se trata de Scorsese, no cabe duda, por lo cual la idea de ver su obra en pantalla chica resulta tan extraña. Desde los años setenta, se posicionó como una voz genuina y, por ende, un referente del cine estadounidense. Y en estos días protagoniza un debate desde que atacó las cintas de Marvel, a las que no considera cine, pues no arriesgan y no tienen una voz que haga reflexionar al espectador. Su trayectoria le da, al menos, el derecho de opinar así. Ha dirigido películas como Taxi Driver, Raging Bull y Goodfellas, y ganó su único Óscar en 2007 por dirigir The Departed, en la que sacó lo mejor de Jack Nicholson y Leonardo DiCaprio.
Pero más allá de su notable producción, Scorsese también ha liderado el trabajo de preservar, documentar y redescubrir el séptimo arte para que las nuevas generaciones lo aprecien. Muchas personas vieron la magistral obra de cine-propaganda I am Cuba, de Mijaíl Kalatózov, porque Scorsese se fijó en ella. Más que director, es un promotor del séptimo arte en sus muchas facetas y manifestaciones. Seguramente, como sus protagonistas, quiere que la gente vea su cinta en la pantalla grande, aunque frente al dilema de hacerla con Netflix o no realizarla del todo prefirió crear.
Bobby Cannavale (Skinny) y Harvey Keitel (Angelo Bruno) se suman a la dinámica apacible y mortífera de la mafia. Sobre trabajar con él, Pacino, que ha filmado con Scorsese mucho menos que De Niro, se explayó: “Con gente como Martin puedes trabajar sin una red porque ellos son la red. Te liberan, sabes que estás cubierto. Alguien como Martin te da esa clase de confianza porque es sensible a lo que significa actuar y está ahí para darte un marco creativo. Confía en lo que puedes hacer por tus dones o talentos, y explora y comprende. Entiende todo, es extremadamente inteligente”. De Niro y Scorsese maduraron The Irishman por casi diez años. El primero quedó fascinado con el libro, y luego esperó al segundo para liderar la marcha. Un reparto impresionante dirigido magistralmente da lugar a un relato de mafias más humano. La espera, sin duda, ha valido la pena.