Una terrible decepción. El Dalái Lama era la encarnación del budista pacífico, respetuoso, amante de la libertad, defensor de su país, Tibet, invadido de manera cruel, injusta, abusiva, por la China comunista.
Pero la manera como besó a un niño en la boca en un acto público, tiró por tierra toda la imagen de quien considerábamos un admirable líder espiritual, así no fuésemos budistas. No hay excusa posible para un acto semejante. Ninguna.
Menos en un mundo donde estamos más que hastiados de abusos sexuales a niños. De pederastas, de depravados que consumen pornografía infantil, de curas católicos que se aprovechaban de los menores de edad. Para que ahora sea el mismísimo Dalái Lama a mostrar ante el mundo que también es un abusador de niños.
Lo siento mucho, pero sus explicaciones de que era un juego, no son aceptables. Otro líder con pies de barro. Otro Premio Nobel de Paz caído. Qué vergüenza.
Dalái Lama, otro abusador de niños
Viaje hace unos 30 años por el Tibet y aprendí a respetar aún más la figura del Dalái Lama. Un país pequeño, con caseríos a más de 5 mil metros de altura, que intentaba resistir la dominación de China. Y que tenía al Dalái Lama, exiliado en India, como el gran padre de la patria perdida. Un hombre respetable, un ejemplo de vida.
Pero ese video se tira todo por tierra. Puede parecer algo anecdótico, una acción que no merece que le demos tanta importancia. Pero es todo lo contrario, máxime cuando uno lo ve desde Colombia.
Y cuando eres católica y soportas un año sí y otro también escándalos de sacerdotes que violaron menores de edad. Y cuando sigues los esfuerzos de la Iglesia para evitar nuevos casos y castigar a los culpables, aunque lo hayan hecho de manera tardía y no con la dureza que hubiésemos querido, comprobar que el máximo jerarca del budismo tibetano protagoniza con un niño que lo admira y lo venera, un acto repudiable desde todo punto de vista, la decepción es total.
También los tibetanos han tenido sus casos graves de monjes budistas violadores. El propio Dalái Lama dijo hace unos años, ante un grupo de víctimas de Bélgica y Holanda, que siempre deben hacer públicas las identidades de los agresores para que respondan ante la justicia de cada país. Y que “la autodisciplina es importante”. Pero no la aplicó en su caso.
Yo no sé qué pasa por la mente de tantos hombres depravados que abusan de menores de edad. No entiendo qué placer encuentran, por qué caen tan bajo, que instintos salvajes les dominan. Es aberrante.
En Colombia es menos aceptable aún porque las cifras de abusos sexuales a menores de edad son alarmantes y no bajan nunca.
Siempre digo que los países deberían invertir más en estudiar el cerebro de los abusadores de niños y poner en marcha políticas serias para detectar a esos seres aberrantes antes de que actúen.
Lo preocupante, además, según expertos, es que la creciente adicción a la pornografía en redes sociales provocará que aumenten las violaciones a niños y adultos.
Lo único rescatable del beso del Dalái Lama es que ha puesto sobre la mesa, una vez más, que el abuso a menores de edad está más extendido de lo que las sociedades, incluida la colombiana, quieren aceptar.