Otoniel no solo sembraba terror en el Urabá: es uno de los pocos hombres a los que el sanguinario narcotraficante Daniel ‘El Loco’ Barrera le tenía miedo. Él y otros jefes de los Urabeños como Gavilán o el Indio han llegado hasta el punto de utilizar a decenas de niñas entre 12 y 14 años para satisfacer sus más aberrantes deseos sexuales. Todas provienen de familias campesinas que viven en pobreza extrema y en zonas rurales de municipios del Urabá antioqueño y chocoano. El máximo jefe de esta banda criminal llevaba años siendo la ley en estos territorios y se aprovechaba de las necesidades económicas de los campesinos para presionar la entrega de las niñas. Además, negarse tampoco era una opción, pues sería firmar la sentencia a muerte.