No es ningún héroe, ningún político coherente. Ahora va a resultar que Alejandro Gaviria, que hizo un triple salto mortal para aterrizar en el Pacto Histórico, es una pobre víctima del malvado Petro. Pues qué pena, pero no me sumo a las plañideras que chillan por su líder sacado del Gobierno a las patadas.

El exrector de Los Andes creyó que el premio a la traición a Sergio Fajardo y Jorge Enrique Robledo, y la traición a sus ideas, podría disfrutarlo el tiempo que quisiera. Que iba hasta agosto. Pues vea que no. La última filtración de un documento fue la gota que rebasó la paciencia de Petro.

Y para el dios Petro, ese pecado como la manzana de Eva. Imperdonable. Lo expulsó del paraíso. Alejandro Gaviria no tuvo ninguna dignidad cuando entró al Gobierno Petro y, menos aún, cuando siguió a pesar de que gritaban que la salud había sido un negocio de ricos poco menos que para matar pobres.

Y Gaviria había estado seis años al frente del Ministerio. No pretenda con esta echada a las patadas recuperar la dignidad que nunca tuvo.

Gaviria y los suyos no pueden hablar de dignidad cuando Petro mintió con un descaro absoluto y tuvo la desvergüenza de publicar fotos de Venezuela para criticar gobiernos pasados. Era un nuevo dardo contra él. Fue el ministro de Salud que más años ejerció el cargo. Y se tragó esa falacia indigna, repudiable, de todo un jefe de Estado.

Hay que recordar que la desconfianza hacia Gaviria viene de lejos. Antes había filtrado su carta con sus propios reparos a la reforma de Corcho, algo que no gustó en Palacio. Y ahora publicaron las hojas secretas que hizo con sus compañeros de Hacienda y Agricultura. Ya da igual si fue él o no. Todos los dedos lo señalaban.

Ahora los alejandrinos querrán convertirlo en héroe, en el político al que guillotinaron por mantenerse fiel a sus ideales. Querrán lanzarlo a algún cargo en las elecciones de octubre. Pues ya les anticipo otra derrota segura. Gaviria ayudó a subir a Petro, en contra de sus principios, y volverá a traicionar a quien le provoque.

La puesta en escena de Petro en su alocución presidencial lanza un mensaje contundente: las ministras de Salud y de Trabajo son mis dos columnas pétreas. Cuidado me las toquen. Detrás, los otros ministros díscolos que se irán en los próximos meses: Hacienda y Agricultura. Aquí, el que se mueve no sale en la foto.

Las destituciones de la comunista Patricia Ariza y de su fiel María José Urrutia también suponen un gesto contundente hacia el resto del gabinete. Saca al fiel seguidor que necesite para repartir mermelada o para que cumpla sus caprichos. Ariza no quería poner en marcha las orquestas a imagen y semejanza de las de Venezuela, como ansiaba Petro y para eso mandó a su esposa a Caracas.

Urrutia dice que el 67 % del presupuesto de su ministerio se iba en la nómina de 2.700 empleados y dejó a mil para poder gastar en lo que realmente importa. Y vean que, aunque las dos eran petristas, les echaron el agua sucia. Que las sacaban por ineptas.

Recuerden que Petro cambió a casi 40 altos cargos en su primer año como alcalde, que no se lo aguantó ni Antonio Navarro y que el pacífico García Peña lo calificó como un déspota. “Un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota”, escribió en su carta de dimisión a la Alcaldía.

Petro empezó la criba. O están con él o se van del Olimpo.