Menuda volteada. El presidente es un genio. Un viajecito exprés a Barranquilla y su hijo Nicolás pasa de declarar “no me voy a inmolar por mi papá” a acusar al fiscal Barbosa de acosador y verdugo.
Irá a juicio, aunque tiene todas las de perder. Las pruebas de que recibió mil millones y los gastó en una casa son, presuntamente, irrefutables.
Y la ley es muy clara: un servidor público no puede recibir dinero de nadie si no tiene cómo justificarlo. Es un delito y da de nueve a 15 años de cárcel.
Por mucho que sus abogados embolaten el caso y por petrista que sea la próxima fiscal general, Petro junior no tiene escapatoria.
Hay un alud de pruebas.
Y Day Vásquez no ha cerrado la boca. El gran triunfador es Gustavo Petro. Consiguió que el hijo pródigo volviera al redil. Ya no contará verdades, tapará irregularidades. Es el petrismo en su estado puro. Harán que Nicolás pase de corrupto a víctima. De pronto lo logran. Son muy hábiles.
Petro volteó a Nicolás
Un papá presidente tiene demasiado poder como para confrontarlo. O como para desperdiciarlo, quién sabe. Ahora dirán que lo inventamos, pero recuerden su solemne declaración al país:
“Quiero anunciar a Colombia que hemos decidido iniciar un proceso de colaboración donde me referiré a nuevos hechos y situaciones que ayudarán a la justicia. Lo hago por mi familia y por mi bebé, que viene en mi camino. Muchas gracias, señor juez”.
Era cuando sus abogados denunciaban presiones para silenciarlo. Incluso temían por su vida.
Pero papi se subió al avión presidencial, puso rumbo un domingo a Barranquilla, y en unas horas consiguió el milagro.
“Hoy visité a mi hijo Nicolás. Como padre siempre tendrá mi apoyo y mi cariño. Como presidente he respetado sin titubeos la independencia judicial. Espero una acción penal libre de agendas políticas y de total sujeción al debido proceso y los fallos judiciales”.
Eran palabras poco creíbles para un jefe de Estado que creía que el fiscal general es su subalterno, aunque luego tuvo que rectificar.
Todo lo sucedido alrededor de su hijo desvela en Gustavo Petro una personalidad extraña, en permanente contradicción. Vean la secuencia de los hechos.
Day Vásquez destapa toda una trama corrupta y el presidente corre a sacar un trino sobre Nicolás y su hermano para marcar distancias:
“Confío en que mi hermano y mi hijo puedan demostrar su inocencia, pero respetaré las conclusiones a las que llegue la justicia”.
Es decir, no creía mucho en la inocencia de ninguno de ellos dos. Y eso que Nicolás no tenía que ver con lo de las cárceles. Pero lo mete en el paseo. Más adelante concede una entrevista y para distanciarse del escándalo, asegura el célebre “yo no lo crie”.
Su familia política responde indignada y la cosa no pasa a mayores. Y Nicolás, según diría después, se siente profundamente dolido.
Petro siguió a lo suyo hasta que el niño concedió una entrevista a SEMANA.
“No me voy a inmolar por mi papá”.
El titular y la imputación de cargos lo recogen incontables medios internacionales, un golpe que molesta en Presidencia. El líder mundial con supuesto hijo corrupto a bordo.
Pero la alarma debió sonar duro cuando afirma, rotundo, que colaborará con la justicia y revelará irregularidades de la campaña presidencial del papá.
Qué casualidad que preciso al día siguiente, el 2 de agosto, Petro presentó terna a fiscal. Había dicho que la mandaría en diciembre. ¿Era un mensaje para decirle a Nicolás que Barbosa no tenía tiempo para llevar su proceso penal y que habría alguien más amigable?
Ahí ya empezamos a notar cambios de estrategia presidencial. En lugar de pelear, es tiempo de tender puentes familiares. La visita a Barranquilla es lo único que conocemos. No sabemos qué más han cocinado.
El resultado es que cambian de abogados, cierran la puerta al fiscal del caso y, en lugar de colaborar, declaran la guerra.
Antes decía que la Fiscalía nunca le había presionado. Ahora es su verdugo. Las mismas palabras que había pronunciado su papá. Ya no es un presunto corrupto, sino un perseguido por Barbosa y los medios independientes.
Final feliz en la familia Petro: el primogénito es uno más y el presidente incluye a su nieto, recién nacido, en sus trinos. Lucca, o Luka, es el niño por el que Nicolás contaría las verdades al país. Pero eso ya es pasado.