El presidente quiso vencerles en las calles y amedrentar al Congreso con cientos de miles de manifestantes. Y cosechó un estruendoso fracaso. Salieron cuatro gatos y casi todos funcionarios públicos.
Lo único que vimos el martes fue el show palaciego de un megalómano, con esposa y niña a su lado, que no pintaban nada, con presentador que pedía a la fanaticada que prendieran lucecitas y aplaudieran a su monarca.
El miércoles, sin embargo, fueron marchas multitudinarias, de gente del común, impulsadas, eso sí, por el Centro Democrático.
Y ganaron al presidente por goleada. Salvo el grupo de unos mil de la pequeña Plaza de Armas del Palacio de Nariño, en el resto del país, la afluencia fue escuálida, qué diría su admirado Hugo Chávez.
Recuerden que la oposición movió la fecha cuando Petro los retó y puso la suya el mismo día. Y le ganaron por goleada.
El presidente ahora tendrá que pensar en otra jugadita para salirse con la suya.
El Congreso le midió el aceite. Y no es tan fuerte.
La oposición goleó a Petro
Segunda vez que el Pacto Histórico cosecha una rotunda derrota. A los 100 días del gobierno de extrema izquierda, Gustavo Bolívar aseguró que sacaría a millones marchando a favor de su líder adorado. Y la asistencia fue tan famélica como la de ahora.
Al margen de la competencia callejera, que demostró que los petristas no están entusiasmados con su líder, que no lo quieren tanto, la escenografía y el discurso de su majestad Petro I resultan inquietantes.
Vean el encuadre de la ventana. Recuerda a la reina Isabel de Inglaterra saludando desde Buckingham Palace o el papa en la famosa ventana vaticana. Y si vamos más atrás, Perón y Evita en el balcón de la Casa Rosada, Rafael Correa en el de Carondelet. En Caracas, Hugo Chávez, en el balcón del pueblo del Palacio de Miraflores, igual que Maduro.
¿Desde cuándo un presidente exhibe a su esposa y a su niña en un discurso ante el país de proyectos legislativos?
Su hija menor no tenía que estar ahí. No queda bien usar a niños y adolescentes con fines políticos. Debió quedarse en su habitación haciendo tareas escolares o lo que fuese, no escuchando al papá-presidente. Pero ella no tiene culpa alguna, son sus progenitores los que la ponen en un lugar que no le corresponde.
Era evidente que la niña, cuando hablaban de pensiones, estaba más que aburrida. No sé por qué no la dejaron irse.
Un detalle de madre e hija: la medallita de la Virgen. Familia católica, por si alguien aún duda de la religiosidad de Petro.
Tampoco era el sitio ni el momento de la mamá, aunque Palacio sea ahora su hogar. Los proyectos legislativos son obra del Gobierno y de los parlamentarios. La primera dama no tiene bola que tocar.
Y luego están las palabras de un presidente que siembra el odio allá donde va, que le fascina ahondar la polarización, insistir en la lucha de clases, en amenazar al Congreso con revueltas sangrientas si no cumplen sus deseos.
“Tal vez se repitan los hechos de 1938 cuando detuvieron la revolución en marcha, quizás en los círculos del poder económico se tejan mecanismos para evitar una época de cambio, si eso es así solo hay que recordar a 1938. Detener la revolución en marcha condujo al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y a una violencia que aún no termina”.
Cada día es más demagogo, más falso. Y más tóxico.
Pero a los presidentes populistas heridos hay que temerlos. No leerá su derrota en la calle como un fracaso personal, buscará culpables dentro y fuera de su gobierno, y seguirá adelante con más resentimiento, con más rabia.
Por cierto, el ministro de Educación, después del engendro de reforma de salud y de la actitud megalómana de su jefe, ¿piensa seguir?, ¿tan poca dignidad tiene?