La central de Corabastos se encuentra ubicada en la localidad de Kennedy, al sur occidente de la ciudad de Bogotá, siendo esta la segunda central de abastos más grande de América Latina que abastase a todo un país. Antes de la llegada de la pandemia, la central de abastos recibía 10.000 toneladas de alimentos, 12.000 vehículos y cerca de 5.300 comerciantes entre mayoristas y minoristas diarios. Sin embargo, estas cifras fueron cambiando con la llegada de la pandemia a la ciudad y con las restricciones que se tomaron en esta localidad.

Muchos de los comerciantes con los que conversó El Poder que dirige Ariel Ávila, evidenciaron la grave crisis que están viviendo en este momento, por las bajas en las ventas en más de un 70 % y a su vez, por la pérdida de los alimentos, una escena muy común por estos días en Corabastos.  La gran mayoría de estos trabajadores viven del sustento diario, no son solo los comerciantes de frutas y verduras, también son los “coteros”, los empleados de los restaurantes, de los frigoríficos y un centenar de personas que han sacado a sus familias adelante con los ingresos que reciben del día a día.

Actualmente se encuentran en un gran limbo, por un lado, son conscientes de la crisis sanitaria que está viviendo el país y la localidad donde trabajan, así mismo, han acatado las recomendaciones y las medidas instauradas por la alcaldía local, como ha sido el pico y cedula, el pico y puesto y en la última semana el pico y bodega.  Sin embargo, su malestar se ha centrado en la estigmatización como lo llaman ellos, frente a su labor y a Corabastos, como foco de contagio de la localidad de Kennedy. Esto dicen ellos, que los ha afectado y esperan que las medidas de bioseguridad que se han tomado en las últimas semanas sirvan y les dé un alivio para recuperar la clientela y las pérdidas económicas que han vivido estos últimos tres meses.

El ambiente que sienten en esta zona de la ciudad es de una tensa calma, existe un debate entre la salud y la economía, pero el hambre, las obligaciones y las deudas no se detendrán. Muchos de los comerciantes tienen que pagar un arriendo por sus locales y una administración que a pesar de que hayan llegado a un acuerdo, sigue siendo alta y las ventas no les está dando para responder las obligaciones económicas. El llamado de los comerciantes es que los dejen trabajar con las medidas de bioseguridad que se han tomado hasta el momento, de lo contrario su economía y sus ingresos se seguirán viendo afectados hasta el punto de perder más de 20 años esfuerzo y dedicación por sacar sus negocios adelante.

Pero tal vez, en materia económica y laboral, la crisis más fuete la sufren los más vulnerables. Los “coteros”, aquellas personas que viven de cargar bultos y descargar camiones son los que más han sufrido. Algunos, dicen que literalmente han pasado hambre. Lo cierto es que eso que llaman la nueva normalidad será una normalidad de crisis económica.