Desde hace al menos tres años se viene hablando de un cambio en la forma como se relacionan organizaciones criminales colombianas y mexicanas. Versiones sobre la presencia de uno de los hijos del Chapo Guzmán, quien fuera jefe del cartel de Sinaloa en el Valle del Aburrá, sobre la llegada de decenas de emisarios que, incluso, compraban tierra para sembrar coca y, sobre todo, prácticas criminales como decapitaciones y fusilamientos en varias zonas del país encendieron las alarmas.

La investigación concluye que efectivamente la penetración de estas organizaciones criminales ha aumentado. Se identifican dos formas de relacionamiento entre carteles mexicanos y grupos armados colombianos: financiación y articulación. La financiación se da a través de la inyección de grandes capitales y armas, como es el caso de Los Caparrapos o Caparros en la subregión del Nudo de Paramillo. La articulación se da a través de la búsqueda del trabajo conjunto en función de la regulación de la cadena de producción y comercialización de la cocaína, como es el caso de la relación construida entre el cartel de Sinaloa y el Clan del Golfo en el Bajo Cauca antioqueño y en Magdalena.

Según la investigación, el punto de quiebre fue la dejación de armas de las Farc, pues producto de ello se desarrollaron tres fenómenos en el país. En primer lugar, los carteles mexicanos recordaban lo que ocurrió con la desmovilización paramilitar entre 2003 y 2006, donde se generó un proceso de reorganización criminal que llevó al nacimiento de, al menos, 101 estructuras ilegales. Dicha proliferación de organizaciones criminales trajo una anarquía en el negocio de narcotráfico y, obviamente, todo el negocio se afectó. En la medida que las Farc controlaban los cultivos y la primera parte de la cadena del narcotráfico, se quería evitar un escenario similar. Se sabía que las Farc se iban, pero el negocio debía continuar. Lo que se quería era evitar un baño de sangre. En segundo lugar, en Colombia había lo que se conoce como empates técnicos entre organizaciones criminales, o lo que es lo mismo, cierta paridad, donde ninguna estaba en la capacidad de copar masivamente el territorio dejado por la guerrilla de las Farc; por consiguiente, las posibilidades de una guerra con empates negativos eran muy alta y por ello la intervención inicial de estos carteles mexicanos fue para asegurar una repartición más o menos pacífica del territorio. Por último, para copar muchas de esas zonas las organizaciones criminales necesitaban inyección de dinero; entonces, tener padrinos era importante.

Colombia tiene actualmente la cifra más grande de cultivos de hoja de coca en toda su historia, con 212 mil hectáreas según el Departamento de Estado de los Estados Unidos; por consiguiente, las cifras de la producción de cocaína son históricas. Si bien la cocaína cada año pierde más importancia dentro del mercado de la droga debido a la expansión de las drogas sintéticas, lo cierto es que hay dinero para todo tipo de estructuras armadas ilegales. A continuación se muestra la gráfica de extranjeros centroamericanos o mexicanos capturados por temas relacionados a narcotráfico.     

Consolidado de ciudadanos guatemaltecos, hondureños, mexicanos y salvadoreños capturadas por tráfico, fabricación o porte de estupefacientes en Colombia. Periodos completos 2016, 2017, 2018, 2019 y del 1 de enero al 20 de febrero de 2020. Fuente: (Sistema de Información Estadístico, Delincuencial, Contravencional y Operativo, 2020). Elaborado por: Fundación Paz & Reconciliación.

La investigación concluye que los emisarios de los carteles mexicanos llegan al país para esconderse de autoridades de sus países o evitar la presión de la guerra entre organizaciones criminales. Igualmente, para el tema de blanquear riquezas o lavado de activos y para la compra de zonas de cultivo de uso ilícito. Estos emisarios estarían concentrados mayormente en Antioquial, Norte de Santander y Buenaventura.