Con la ilusión de garantizarle un buen futuro a su hija Julieta de 4 meses de vida,  Brayan Camilo Muñoz viajó desde Venadillo (Tolima) hasta Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) el pasado 22 de enero para fichar con un club de fútbol de segunda división de ese país. La pandemia llegó y se quedó sin poder jugar ni mucho menos estar con su pequeña. 

Ahora, con pocas condiciones económicas, está sobreviviendo con 18 compatriotas más --4 de ellos menores de edad-- en una casa. Todos son futbolistas entre los 16 y 25 años a la espera de un vuelo humanitario. La respuesta de la Embajada de Colombia en Bolivia ha sido escueta y, para ellos, desconsiderada: "nos dijeron que el vuelo de repatriación nos vale de 600 dólares y que son precios considerados. ¿Cómo pueden decirnos eso en este momento sino estamos jugando, ni ganando sueldo?", dijo Brayan a Semana Noticias.

Con el paso de los días y el aumento de la cuarentena, la situación se torna más dificil. Según este futbolista tolimense, que ha pasado por Expreso Rojo, estuvo en Lara de Venezuela y Masatepe Pirux‘s Fc de la segunda división de Nicaragua, han logrado sobrevivir gracias a la solidaridad de la gente en Bolivia: "los vecinos les ayudan con mercado y también la Defensoria del Pueblo, para poder cocinar".El caso de Brayan Camilo, se suma al de Luis Carlos Arias, exjugador del Deportivo Independiente Medellín y Santa Fe que también se encuentra en Santa Cruz de la Sierra no solo esperando alguna respuesta, sino recogiendo por iniciativa propia dinero para ayudar a sus connacionales y a otros 9 colombianos en Cochabamba que esperan la ayuda del gobierno de Iván Duque.

Pero no sólo el fútbol masculino sufre por esta pandemia mundial. Sofía Montoya, jugadora que ha pasado por la Selección Colombia de fútbol femenino, que estuvo en el Deportivo Independiente Medellín y  que inició su carrera deportiva en Formas Íntimas, pide ayuda para ser repatriada junto a otros compañeros y colombianos en un vuelo humanitario desde Monterrey (México) donde se encuentra hace tres meses de intercambio del curso de séptimo semestre de Ingeniería de Procesos. Su universidad canceló las clases presenciales y aunque con la institución educativa ha intentado obtener ayuda de la Cancillería, no ha logrado regresar a Medellín para estar cerca de sus familiares.