"Tenemos hambre, tenemos hambre": niños, ancianos, jóvenes y cabezas de familia gritan este lema desde hace tres días en Ciudad Bolívar, localidad del sur de Bogotá. Muchos de ellos viven de trabajos informales (casi siempre en la calle) trabajan en la construcción (que están totalmente quieta por la emergencia), son recicladores o han tenido que cerrar temporalmente sus negocios. Juan Fernando tiene 46 años y sus dos hijas de 17 y 18 años se dedicaban, como él, a la venta ambulante. "Si nos encerramos, nos morimos", dijo en Semana Noticias.
Algunas personas aseguran que llevan más de 3 días sin comer, niños incluidos, y el que corre con suerte, rinde el arroz o se alimenta de aguapanela. "Esta mañana mis dos hijos me dijeron: "papi, ¿no nos vas a dar desayuno?", no nos dejan salir pero tampoco trabajar", dijo Óscar Bermúdez. Algunos niños tienen como única comida del día un yogurt que se reparten entre varios. "¿Qué comiste esta mañana? -- Nada", responden preocupados.
El problema, dicen, es que el Gobierno nacional y la Alcaldía de Bogotá, conociendo la incompatibilidad de quedarse en casa y tener la nevera llena, les prometió unas ayudas para que pudieran cumplir con la cuarentena sin problemas alimenticios en sus hogares. La realidad, aseguran los vecinos de este barrio, es otra: "mi esposo tiene 73 años, es discapacitado y tiene diabetes", dice Rosa Bernal, de 70 años. "Me dijeron: "quédese en casa, que allá llegamos a ayudarles" y me prometieron un subsidio de 160.000 pesos que no ha llegado. Nos estamos muriendo de hambre, mi esposo no ha comido en todo el día", dijo entre lágrimas. Tampoco Julia, quien lleva más de una semana sin comer ni saber qué va a pasar con ella. "Solo he comido agua de panela en una semana y recibo la poca comida que los vecinos pueden darme", cuenta con temor. "El Gobierno prometió ayudar a gente vulnerable pero no se han pronunciado con nada. Hablaron de colocar unas banderas para que vinieran las ayudas, los trapos rojos están en las casas, pero nadie ha llegado a preguntarnos "¿usted, qué necesita?" ", dijo otro vecino en medio de la pacífica protesta. "Somos personas, pero no nos cuentan como gente. Mostrar los trapos rojos ha sido inútil", denunció una mujer cabeza de familia. Son cientos los vecinos del Portal del Sur, del Portal del Tunal y de Ciudad Bolívar que acataron con la cuarentena bajo una promesa que el Gobierno estaría incumpliendo. Han pasado 27 días desde que se hizo el simulacro de cuarentena obligatoria en Bogotá y desde cuando estas familias están recogidas en sus casas, inactivas laboralmente.
Reunidos en torno a una olla de tinto que comparten para engañar al hambre, niños en brazos y con pañales viejos, adultos, discapacitados y personas de la tercera edad, algunos sin tapabocas con qué protegerse, protestan en las calles bajo una pancarta que reza: "Presidente, alcaldesa; esta comunidad necesita ayudas, mercados y demás. Barrio Brisas Parte Baja". En medio de su manifestación, limitan el paso a los vehículos y se abalanzan sobre el buen samaritano que llega con algo que aportar a la comunidad. Pero estos donativos altruistas de algún vecino son insuficientes y generan otro conflicto entre los hambrientos vecinos: "Traen una libra de arroz y empieza otra discusión, ¿quién se queda con lo que nos donan?", se preguntan. Sancionados por trabajar Ante esa angustiante situación, muchos optan por incumplir con la cuarentena para trabajar en la calle donde, posiblemente, tampoco haya mucha clientela. Pero el riesgo, dicen, merece la pena. "Con el hambre, toca romper las normas. Si no viene el Gobierno a darnos la comida para alimentarnos, tengo que salir", dijo un vecino cuya hija padece una discapacidad física. “Mejor morirnos de coronavirus que de hambre. El sufrimiento del virus, al menos dura unos pocos días", contó un padre de familia. Aunque se expongan a contagiarse si salen a las calles, la Policía, de inmediato, les fuerza a atacar la norma. "No nos dejan trabajar y la Policía nos pone un comparendo si salimos", cuenta Luis Arturo Reyes. De esta forma, no solo no consigue dinero para comprar comida, si no que debe pagar una multa. "No sé cómo voy a pagarla si no tengo para comer", explicó. Al problema de la comida y de las multas por incumplir la cuarentena se suman los impagos del arriendo. Muchos temen ser desalojados por sus arrendadores, a pesar de que esto sea ilegal. En Colombia las calles están vacías, pero también las neveras de muchos ciudadanos. Para ellos, las prendas rojas que ondean en sus puertas y ventanas han sido un grito inútil de ayuda y por eso gritan de viva voz que el hambre no entiende de cuarentenas ni de coronavirus.