Cuando llegó a Ucrania después de sus vacaciones, Gilmar Bolívar aseguró que hasta no sentir la primera bomba en Leópolis, ciudad ubicada en el oeste de ese país a cinco horas de Kiev en tren, no haría nada por devolverse a Colombia.
“Yo dije la famosa frase hasta no sentir la primera bomba no me voy de Ucrania, no lo hice por desafiar ni causar publicidad o por arrogancia. Al contrario, lo dije porque me quiero quedar y hacer lo que me gusta que es jugar fútbol y hacer las cosas bien. Pero aquí vale la integridad y el ser humano, debo mirar por mi familia que está preocupada”, relató el deportista en entrevista con SEMANA.
Gilmar jamás se imaginó que a sus 20 años viviría el temor de la guerra. Poco duerme, todo el tiempo ve noticias y está atento a su teléfono para darle un parte de tranquilidad a sus seres queridos en Barranquilla. “Se han escuchado varias bombas, se han venido presentando varios conflictos. Me pone bastante nervioso y me toca estar a la expectativa y alerta”, declaró.
Le gusta estar informado para saber cómo debe reaccionar. Pide a Dios que la guerra acabe pronto y le duele lo que pasa en la capital de un país que lo acogió para desempeñarse en su deporte durante tres temporadas.
“En Kiev es donde pasan todas las cosas y Rusia atacó principalmente allá. Aquí sonó la alarma, nadie puede salir a la calle y hay toque de queda. La verdad, bastante preocupante la situación. Amanecimos con las noticias y el terror del país. Me inquieta y no me deja tranquilo y es un tema que no quiero que me cause daño”, relató.
La mañana de este jueves el mundo despertó aterrorizado con el ataque ruso a Ucrania. El despertar de Gilmar fue más terrorífico aún, pues asegura haber sentido un temblor que lo dejó en shock.
“Sentí un poco de vibración en el apartamento y me sentí nervioso porque nunca había sentido eso, pero no es por bomba porque aquí no ha pasado eso gracias a Dios”, dijo a SEMANA.
Agregó lo que ve desde la ventana de la casa donde se refugia en Leópolis. “Mi barrio está solo, los carros paralizados y la gente en los hogares. No sé si hay policías o militares porque no quiero salir”.
En el equipo, en el que suma más de 1.022 minutos, entienden que a Gilmar se le dificulta el idioma. Por eso tiene una traductora que, además, de contarle con sinceridad todo lo que pasa, sirve de apoyo emocional en estos momentos de tensión.
“Me dan un trato especial porque así lo necesito por el idioma, me explican de manera diferente, me informan lo que pasa. Cancelaron los entrenamientos, nadie puede salir a la calle. Antes era medida preventiva y ahora es obligación no salir a las calles. Estamos buscando la salida porque esto no es un tema que acabe en un par de días sino que va a seguir”, confirmó.
Cerca de 68 colombianos y 28 ciudadanos extranjeros que hacen parte del núcleo familiar de estas personas están buscando ayuda en Ucrania. Gilmar entiende que por estar lejos de Kiev no es prioridad, pero pide a la Cancillería colombiana no abandonarlo.
“Mi empresario, familia y amigos se están comunicando con la cancillería pero no me dan razón. Tengo el celular colapsado con medios, no sé si son ellos. Les pido que me den la mano, soy un ser humano en un momento delicado, para no decir extremo, pero es mejor tomar medidas preventivas y evitar cosas peores”, solicitó.
Mientras atendía la entrevista al primer canal digital de Colombia, muchas llamadas entraron a su celular intentando obtener una de sus declaraciones de prensa. Sin embargo, se excusa porque está buscando sentirse tranquilo.
“Créanme que en estos momentos no me siento bien, soy un chico de 20 años que está viviendo cosas que nunca había vivido. Soy de un barrio peligroso pero nada se compara. Les pido que se pongan en mi situación, estoy nervioso. Trato de mantener la calma porque si no resuelvo la situación quien lo hará por mi”, relató.
Su mamá, papá, abuela y hermana lo acompañan a distancia desde el barrio Rebolo de Barranquilla. Juntos le piden a Dios que la pesadilla termine.
“Están bastante preocupados por las cosas que suceden y tratamos de apoyarnos los unos a los otros, orar y no angustiarnos pese a la situación que está pasando y hacen la mayor que puedan”, dijo Gilmar.
No está pasando necesidades pese a sentirse solo, tiene claro que hacer en caso de emergencia. “Yo costeo mi comida, estoy abastecido pero tengo fe de dejar el país en las próximas horas o días y no me pongo como loco a comprar comida. En caso de que tenga que ir a Kiev son cinco horas en tren, pero directamente están saliendo vuelos desde aquí, aunque está cerrado y me preocupa”, relató.
Pese a la situación, quiere regresar a Colombia pero no descarta volver a su actual club, siempre y cuando la guerra termine. “No me puedo anticipar porque no sería lo adecuado, pero en estos momentos el fútbol pasa a un segundo plano y están angustiados y quieren que esté en Colombia lo más pronto posible”, indicó a SEMANA.
El ambiente del fútbol en Colombia se ha solidarizado con Gilmar. En su Instagram el delantero que sueña con jugar en Atlético Nacional ha compartido varios mensajes de aliento de sus colegas y ex compañeros, un consuelo en medio de la soledad. “Me escriben y me dan como consejo regresar y estar con la familia. Muy agradecido por los que se preocupen por mi”.
No se arrepiente de estar en Ucrania, el fútbol y las dificultades de la vida le han ayudado a forjar un fuerte carácter. A lo que vive, le saca el lado positivo.
Sin embargo, el miedo de morir o ver morir a alguien está latente. “Me da miedo que esté en mi apartamento, llegue, explote una bomba o presencie una dura escena (...), todo esto lo tomo como aprendizaje, le doy por todo gracias a Dios, por los momentos duros. No le reprocho nada al fútbol, recordaré los mejores momentos y sé que hay mucha gente que a pesar de lo que pasa quisieran estar donde estoy”, confesó.
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