Maduro, acorralado y debilitado, decidió recurrir al viejo estratagema de crear un enemigo externo para distraer la atención de sus problemas internos. Colombia es el blanco perfecto para sus propósitos. Tales amenazas belicosas no deben tomarse a la ligera. Pero responder con la misma calentura es hacerle el juego y ayudarlo.  Frente a los rumores crecientes de que incluso su círculo más cercano estaría considerando opciones para salvar su propio pellejo y facilitar la transición a la democracia a través de contactos con el gobierno de los Estados Unidos, Maduro se jugó el último as bajo su manga en materia de patrioterismo y nacionalismo. Ordenó movilizaciones y ejercicios militares en la frontera, argumentando supuestos planes organizados desde Colombia para atacar a Venezuela.  El argumento no es nuevo. Desde hace tiempo, el régimen de Maduro ha pretendido responsabilizar a Colombia de todos sus problemas. Los apagones que han sufrido los venezolanos eran el resultado de los ataques y sabotajes organizados desde Colombia, y no la consecuencia de años de mal gobierno. Pasó lo mismo con la falta de alimentos, de medicamentos y con la imparable inflación venezolana y la consecuente inviabilidad de la moneda venezolana que perdió todo su valor.  Pretenden con esos recursos discursivos negar la tragedia del pueblo venezolano y cuya máxima expresión son los más de cuatro millones de personas que han tenido que abandonar su país para buscar refugio y opciones –por precarias que sean—en el exterior. Esa ola de refugiados económicos, sociales y políticos la hemos visto en Colombia, Perú, Ecuador y en el resto del continente. Son personas, familias, acosadas por el hambre, la falta de servicios básicos, y sobre todo, la falta de esperanza en su propio país. Pero la propaganda oficial de Miraflores se empecina en negar su existencia, y por ende la bofetada de rechazo que representan frente a las políticas de Maduro.  En su estrategia de provocación, el régimen de Caracas no ha dudado, como lo informó Semana, en brindar apoyo a los grupos ilegales colombianos que se atrincheran de ese lado de la frontera para escapar a la acción de las fuerzas militares. Si bien esto también pasaba antes, los documentos revelados por esta revista demuestran un nivel de compromiso nunca visto a tan alto nivel. Esta oficialización del apoyo (ya no tolerancia y pasividad) es reciente, y coincide con los anuncios hechos por Márquez de traicionar los acuerdos de paz y pretender fundar una nueva guerrilla, sin ideología, sin base popular, sin futuro.  Tal decisión es parte de la estrategia de Maduro para generar tensión en la frontera y buscar provocar un incidente militar que le permita unir a Venezuela con el argumento nacionalista de defensa de la patria.  Los ejercicios militares ordenados por maduro deben durar 19 días. Están programados para terminar justo en el momento en el que Maduro irá a Naciones Unidas para la Asamblea General de ese organismo y donde, ha anunciado, presentará las pruebas de las supuestas agresiones colombianas contra Venezuela. Serán casi tres semanas de alta tensión, durante las cuales Colombia debe andar con pies de plomo. Las Fuerzas Armadas deben –como lo ha señalado el gobierno nacional—estar en alerta máxima, andar con pies de plomo y no dejarse provocar y escalonar el conflicto, que es lo único que espera Maduro.  La salida del asesor de seguridad nacional de Trump, el halcón belicista John Bolton, ayudará a evitar que las calenturas externas busquen llevar a Colombia a una situación indeseable. Es fundamental mantener la serenidad frente a la bravuconada del vecino. Todo esto me recuerda la película Wag the dog, de 1997, traducida al español como La Cortina de Humo, que narraba como un imaginario presidente de los Estados Unidos, acosado por los escándalos personales, decide inventar una guerra contra Albania y así distraer la opinión pública, generar una falsa unidad nacional y hacerse reelegir. En eso está Maduro P.S. He sido asesor de comunicaciones desde hace más de 20 años. He tenido el privilegio de trabajar para más de 120 empresas colombianas y multinacionales. FTI Consulting, la empresa para la que trabajé hasta 2016, fue una de las muchas compañías colombianas que tuvo como cliente a Odebrecht entre 2011 y 2016, después de que obtuvieron el contrato de Ruta del Sol II. Se le prestaron servicios de asesoría en comunicaciones. Personalmente no atendí ese cliente ni tuve relación alguna con Odebrecht. No participé en las campañas del Presidente Santos 2010 ni 2014. Siempre he actuado de manera ética y transparente.