Los osos polares, grandes depredadores, se han convertido en una de las especies más afectadas por el cambio climático. Sus hábitos de caza han debido ser modificados por cuenta del deshielo que se registra en algunas de las regiones en las que habitan, por lo que ahora a cambio de focas, uno de sus alimentos favoritos, recurren a los nidos de patos para comer los huevos, aunque no con el éxito que esperan, según un estudio publicado este miércoles.
El peligro generado por el cambio climático, cuyos efectos son particularmente sensibles en el Ártico, hábitat de los osos blancos, ha sido plenamente divulgado en los últimos años. Imágenes de animales atrapados en pequeños trozos de hielo a la deriva o hurgando entre la basura en localidades del gran norte, han dado la vuelta al mundo.
Y la reducción cada vez mayor de la capa de hielo tiene una consecuencia directa en la alimentación de estos animales, limitando las posibilidades de caza.
Para estudiar los cambios concretos causados por estas modificaciones en los hábitos de caza de los osos, investigadores canadienses han seguido a una veintena de animales con ayuda de drones en el territorio canadiense de Nunavut.
El resultado de sus observaciones, publicado este miércoles en el diario Royal Society Open Science, muestra a estos depredadores atacando los nidos de patos Eider para comerse los huevos.
Pero en un periodo de 11 días, a medida que el número de huevos disminuía, los osos regresaban a nidos ya vaciados con la esperanza de encontrar alimentos. Tampoco relacionaban la presencia de patos y la posibilidad de encontrar huevos.
“Esto muestra que si una especie puede integrar recursos no preferidos en su régimen cuando su presa principal es más difícil de encontrar, puede que no sea capaz de hacerlo eficazmente”, escriben los autores.
Aunque los osos obtienen de los huevos calorías importantes, este régimen no constituye una fuente alimentaria sostenible para el “ursus maritimus”, especie clasificada como “Vulnerable”.
Se estima que la población de osos polares se eleva a unos 25.000 individuos, repartidos entre Alaska, Canadá, Groenlandia, Noruega y Rusia.
Un estudio publicado en julio pasado en la revista Nature Climate Change estimaba que podrían extinguirse por falta de alimentos para finales de siglo. Recientemente, un estudio en Global Change Biology, basado en el estudio del desgaste dental de los cráneos de osos blancos en los museos de historia natural, demuestra que su régimen altamente especializado (grasa y carne de foca principalmente) remonta a siglos atrás y los pone en peligro por no poder adaptarse.
Una posible evolución para la especie sería un cruce con el oso Grizzly. Ya se han constatado varias reproducciones entre las dos familias, según los investigadores.
Steven Amstrup, jefe del grupo de científicos de la organización Osos Polares Internacional, entidad que realizó este último estudio, aseguró que lo más probable es que el impacto que se pronosticó ocurra mucho antes de los que sugiere el informe.
El informe da cuenta, además, que entre un 25 y 30 % se redujo la oblación de osos polares en el mar de Beaufort, en Alaska (Estados Unidos), mientras que la cantidad de ejemplares en la bahía de Hudson disminuyó en casi un tercio desde 1987.
“Hay que destacar que estas proyecciones son bastante conservadoras”, explicó el grupo investigador, que reconoció como un factor clave en este proceso la excesiva cantidad de dióxido de carbono (CO2) emitida y detectada en la atmósfera.
Para esta investigación los expertos se centraron en el análisis del límite fisiológico de los animales: cuánto tiempo podrían soportar los sin encontrar focas para alimentarse y con qué reserva de energía cuentan para poder sobrevivir y reproducirse, entre otros aspectos.
*Con información de AFP