Los incendios no solo arrasan con miles de hectáreas de bosques y diversas especies de flora, sino que también ocasionan graves afectaciones a la fauna silvestre, especialmente a las aves.
Así lo evidencia un estudio del biólogo Santiago Ruiz Guzmán, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), en el cual comparó un bosque quemado con uno altamente conservado en la Reserva Natural Privada Bojonawi, de la sociedad civil y administrada por la Fundación Omacha, ubicada en el departamento de Vichada.
“En el caso de las aves se ha reportado que la respuesta depende especialmente de la capacidad de dispersarse y del gremio de forrajeo. Mientras los insectívoros y granívoros aumentan, los frugívoros y los nectarívoros disminuyen”, explica el investigador.
De acuerdo con los resultados de la investigación de Ruiz Guzmán, la mayoría de los incendios que se presentan de manera natural en la sabanas de la Orinoquia rara vez penetran los bosques de galería, ya que su densidad mantiene el sotobosque húmedo y le confiere una baja flamabilidad.
Sin embargo, las condiciones han venido cambiando porque el cambio climático ha modificado el microclima favoreciendo que el fuego penetre en los bosques, lo que ha hecho que la Orinoquia se haya convertido en una de las regiones del país con mayor área quemada y en donde se presentan frecuentes incendios.
Dinámica de sonidos
Con el propósito de determinar qué tanto cambia el paisaje, el experto usó una disciplina que estudia el sonido en distintas escalas espaciales y permite investigar la población, la comunidad y el paisaje sonoro.
Los sonidos de un paisaje pueden responder a dinámicas, comportamiento como cortejo y defensa del territorio y tienen periodicidades acústicas que reflejan los sistemas biológicos.
Los datos en la Reserva Bojonawi fueron tomados a través de tres grabadoras ubicadas a 100 metros una de otra, atadas a árboles y ubicadas a dos metros del suelo; programadas para grabar durante dos minutos cada 6 minutos, durante 5 días en la época seca.
Para analizar las casi 200 horas de grabación se usaron los índices acústicos, que se basan en el supuesto de que una mayor riqueza de especies en una comunidad produce un mayor rango de señales y más diversidad acústica.
El biólogo Ruiz explica que para analizar los patrones de actividad seleccionaron grabaciones de forma aleatoria y crearon una lista de interés para que funcionaran como plantilla, luego eligieron las más ruidosas, repetitivas y estereotipadas para procesarlas y gracias a la base de datos Xeno-canto, logró la identificación de cinco especies de aves.
Con este trabajo se logró determinar que tres especies estaban predominantemente en el bosque quemado, pues se ha reportado que después de un incendio aumentan las poblaciones de insectos, es decir hay abundancia de alimento para las aves.
Efectos de las llamas
Una de las especies, Cyclarhis gujanensis, es resiliente a cambios del entorno, mientras que el Nyctidromus albicollis prefiere hábitats con pequeños claros, como los que quedan tras un incendio. Tolmomyias flaviventris, otra de las especies, es altamente insectívora, pero se ha reportado que prefiere hábitats de bosque y el cambio por el incendio pudo haberla desplazado. En el caso de Crypturellus soui, un ave no voladora con poca capacidad de dispersión, pudo ser removida por completo del bosque quemado.
“El bosque quemado y conservado tienen ritmos totalmente diferentes: aunque no hubo diferencias significativas en el comportamiento de los índices acústicos por tipo de hábitat, sí las hubo por efecto de la hora y la interacción hábitat-hora, es decir que las especies responden de una forma distinta al incendio y esta respuesta se relaciona con características de gremio trófico (qué comen), capacidad de dispersión y preferencia de hábitat”, comenta el investigador.
Por la alta estacionalidad de la zona, el estudio recomienda analizar el paisaje en época de lluvias. El estudio también advierte que el hecho de que haya un cambio en la disponibilidad de recursos causado por el fuego y que muchas especies de árboles mueran, reduce la cantidad de frutos y flores, lo que desplazaría especies, y si en esas hay aves frugívoras que cumplen servicios ecosistémicos importantes, como dispersión de semillas, a largo plazo puede hacer más lenta la regeneración de estos bosques.