La magia de los paisajes y ecosistemas de Colombia, como los frondosos bosques húmedos, secos y andinos, fueron los principales alicientes que llevaron a Frank M. Chapman, un experto ornitólogo estadounidense, a recorrer y explorar algunos de los rincones más biodiversos del territorio nacional.
Corría la primera década del siglo XX cuando Chapman le propuso al Museo Americano de Historia Natural de Estados Unidos, donde trabajaba, poner en marcha una serie de expediciones de aves en tierras colombianas. Sabía que en esa diversidad geográfica y vegetal encontraría especies hasta ahora desconocidas para la ciencia.
Entre 1911 y 1915, un equipo de colectores liderados por Chapman realizó ocho expediciones para documentar la avifauna nacional. Los expertos recorrieron 74 localidades distribuidas en sitios como el Magdalena Medio, la Amazonia, el Macizo colombiano, el Pacífico y la región Andina. Fueron 16.000 especímenes de 1.285 especies de aves recolectados, material que fue enviado al Museo y la Universidad de Cornell.
Un siglo después de este hito, en 2020, el Instituto Humboldt, el Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, desempolvaron los escritos, cartas y diarios del ornitólogo estadounidense para revisitar algunas localidades muestreadas por el AMNH.
La doctora Natalia Ocampo Peñuela, ecóloga del Instituto y el doctor Andrés Cuervo, curador de aves y profesor de la Nacional fueron los encargados de liderar la expedición BIO Alas, cantos y colores, que tiene como meta recorrer cinco zonas visitadas por Chapman y su equipo: Fusagasugá (Cundinamarca), Honda (Tolima), San Agustín (Huila), Morelia (Caquetá) y Barbacoas (Nariño).
“En los escritos de la expedición en Honda, Chapman hacía referencia a la colección de aves de una persona de apellido Kerr. Sin embargo, lo que nos deslumbró es que el apellido estaba acompañado en algunas ocasiones por la palabra Mrs., es decir señora”, recuerda la ecóloga del Humboldt y coordinadora de la expedición BIO: Alas, cantos y colores. Elizabeth Kerr recolectó 663 especímenes de aves y 70 de mamíferos en algunas zonas de Colombia.
Mujer pionera
Juliana Soto, bióloga investigadora del Instituto Humboldt e ICN y coordinadora de las expediciones en campo de Alas, cantos y colores, investigó sobre la historia de Elizabeth Kerr y encontró que varios de los especímenes de aves revisados por Chapman en la región de Honda fueron vendidos al museo por Elizabeth Kerr. “Las personas que trabajan en el museo nos enviaron una base de datos donde aparecían 663 especímenes de aves y 70 de mamíferos recolectados por ella, además de algunas fotografías de especímenes de aves con las etiquetas firmadas con su puño y letra”.
Katherine Certuche, una ornitóloga tolimense, les dio una mano a las investigadoras del proyecto. “Ella ya tenía en el radar a Kerr, ya que su nombre aparece en las bases de datos de varios especímenes de aves recolectados en Tolima”, precisó Soto. Estas revelaciones permitieron concluir que Elizabeth Kerr fue una mujer pionera en Colombia, tanto en las expediciones como colecciones de aves.
Nace la expedición femenina
Los descubrimientos de Elizabeth Kerr sobre sus recorridos y colectas de aves hace más de 100 años, al igual que todo el trabajo pasado y presente realizado en campo por las biólogas y científicas colombianas, motivaron a las ornitólogas a realizar una expedición de aves en tierras tolimenses conformada solo por mujeres.
“Fue una idea colectiva. Además de hacerle un homenaje a Kerr, queríamos reconocer el papel de la mujer en la ciencia y mostrar cómo es el trabajo de mujeres expedicionarias actuales”, dijo Ocampo.
Cinco mujeres, con edades entre los 25 y 33 años, conformarían la primera expedición femenina sobre las aves en Colombia: a Ocampo y Soto se unieron las biólogas Daniela Garzón (estudiante de la Universidad del Tolima); Estefanía Guzmán (Universidad del Tolima); y Jessica Díaz (ornitóloga junior de Alas, cantos y colores).
El lugar para dar marcha a este hito en la historia de las expediciones de aves también fue seleccionado a través de las cartas y escritos de Elizabeth Kerr. Con los datos descritos en los 190 especímenes de aves recolectados por Kerr en la región de Honda, las expedicionarias, con la orientación de Katherine Certuche y Ronald Parra, ornitólogo residente en Fresno, seleccionaron dos lugares boscosos que la estadounidense pudo recorrer a comienzos del siglo pasado: uno en el municipio de Fresno y otro sobre la vía Mariquita-Fresno.
Luego de analizar posibilidades, la finca llamada El Tesoro en Fresno fue el lugar elegido para realizar la primera expedición femenina sobre las aves en el país. Los dueños del predio destinaron una gran parte del área para la conservación ambiental y el avistamiento de aves, razón por la cual aún quedaban remanentes de bosque.
En la finca El Tesoro, la biodiversidad de aves era evidente. “María Victoria Gómez, la dueña de la finca, nos recomendó recorrer la zona con su hijo y un guía local. El relicto de bosque contaba con todas las características que necesitábamos para estudiar las aves y hacer la expedición femenina”, recuerda Jessica Díaz.
Durante toda una tarde, las tres biólogas les explicaron a los dueños de la finca las actividades que realizarían en la expedición y su importancia para la biodiversidad de Colombia.
“Le explicamos las razones de la colecta y el significado que tiene. Nos centramos en que lograran entender de una forma amable cómo las colecciones de aves nos permiten entender a corto, mediano y largo plazo, varios aspectos de la biología de las aves y sus hábitats”, anota Díaz.
Nelsy Niño asegura que nunca va a olvidar las frecuentes preguntas que le hacía la comunidad sobre los recorridos por el bosque liderados solo por mujeres. “En la expedición que ya habíamos realizado en Fusagasugá, conformada por hombres y mujeres, nadie nos dijo que la zona era difícil de recorrer”.
Arranca el hito
Con los datos recopilados en la pre-salida, las biólogas definieron la hoja de ruta de la primera expedición femenina en el municipio de Fresno, un complemento de la expedición en Honda donde estuvo Chapman hace 100 años.
Entre el 11 y 14 de diciembre, las expedicionarias llegaron al bosque subandino de Fresno. Daniela Garzón, estudiante de biología y una de las investigadoras locales invitada a este recorrido, fue una de las más entusiasmadas.
Estefanía Guzmán, otra de las biólogas locales invitadas, tampoco ocultó su emoción por ser parte de este grupo de mujeres amantes de las aves. Las jornadas para observarlas empezaban a las 4:30 de la mañana, cuando toda la zona aún estaba gobernada por la penumbra de la madrugada.
“Luego de tomarnos un tinto, cogíamos rumbo hacia los bosques para abrir las redes de niebla, donde las aves quedan suspendidas sin maltratarse. Estas redes las abríamos durante el día, y las horas de mayor pico de actividades de las aves eran como entre las seis y nueve de la mañana y cuatro y seis de la tarde”, apunta Guzmán.
Hallazgos biodiversos
Una de las técnicas más utilizada para estudiar las aves en los bosques son las redes de niebla, herramientas que como su nombre lo indican, permanecen casi ocultas por estar elaboradas con un nylon muy delgado de color negro.
En los cuatro días que duró la expedición femenina en Fresno, las mujeres registraron primero 86 especies de aves tanto en las redes de niebla como agudizando la vista y los oídos. “Sin embargo, luego de hacerle una curaduría a ese listado evidenciamos que el total llegaba a las 89 especies”, revelan las expertas.
Dos especies de aves, por ser endémicas del valle del Magdalena, figuran entre los principales hallazgos de esta expedición: el capito o torito dorsiblanco (Capito hypoleucos), ave emblemática para los dueños de la finca, y la piranga hormiguera (Habia gutturalis).
Las expedicionarias también registraron cinco especies de aves migratorias, que durante esta época llegan a los bosques de Fresno en busca de alimento y refugio luego de recorrer largas distancias por el continente americano.
“Cuando revisamos los listados de aves colectadas por Elizabeth Kerr hace más de 100 años, evidenciamos que ella recolectó tres especímenes de Capito hypoleucus y una de Habia gutturalis. En total coincidimos en la presencia de 36 especies de aves”, afirma Juliana.
Según Juliana, toda la información recopilada durante la expedición estará disponible en repositorios de la biodiversidad y en la colección ornitológica del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional.
“Estos insumos serán la base de muchos estudios de las aves de esta región y sus ecosistemas, en términos de su historia natural, ecología, genética y conservación. La esencia y fuerza de las expediciones es recopilar una gran cantidad de información sobre la biodiversidad y su posterior disponibilidad en diversos medios de consulta pública”.
Durante 2021, Alas, cantos y colores llegará a tres zonas del país: San Agustín (Huila), Morelia (Caquetá) y Barbacoas (Nariño). Aunque por el momento no se tiene programado realizar otra expedición femenina, Ocampo informó que tiene pensado hacer una expedición comunitaria en el Pacífico.
“Se llamará Pacífico Participativo y tendrá como expedicionarios a las comunidades locales, quienes serán los encargados de avistar las aves y describirlas. Como la investigación sobre Elizabeth Kerr sigue, lo que tenemos pensado es hacer recorridos en los sitios de Colombia que ella visitó, como es el caso del Chocó biogeográfico. Es un piloto que quiero hacer con un equipo totalmente femenino, para el cual estamos recolectando datos sobre sus viajes”.
Aves del alma
Aunque para los biólogos y ornitólogos es bastante complejo escoger la especie de ave que se aferró a su alma y corazón durante cualquier recorrido, las seis mujeres de la primera expedición femenina sobre la avifauna en Colombia se aventuraron a hacerlo.
Natalia se inclinó por el hormiguero (Sipia palliata), una especie que jamás había visto y que fue registrada en el bosque de Fresno. “Primero la vi en Honda y le hicimos tomas de sangre, pero el hormiguero escapó y no lo volvimos a registrar ahí. En Fresno, cuando montamos las redes de niebla, lo escuchamos cantar. En la primera revisión de las redes el primer pájaro que vi fue Sipia palliata, que se caracteriza por tener ojos rojos. Capturamos un macho y una hembra en la expedición”.
Para Daniela, su ave emblemática fue el colibrí ermitaño (Threnetes ruckeri). “En las redes de niebla en Fresno apareció una de estas aves, que jamás había visto con mis propios ojos. Su cola es demasiado bonita y hoy ocupa un lugar muy especial en mi corazón. Ver a las aves endémicas también fue una experiencia maravillosa”.
El saltarín (Corapipo leucorrhoa) fue el favorito de Jessica. “Esta especie fue la última ave que logré sacar de las redes durante el último día de la expedición. Estaba finalizando la tarde y pensé que era otro pájaro, pero al acercar la linterna vi que su plumaje no era negro sino azul oscuro, al igual que las patas”.
Mientras tomaba por primera vez muestras de sangre, Estefanía supo que su ave favorita en la expedición también sería Sipia palliata. “En Honda le estaba tomando muestras a un individuo, pero por los nervios se me escapó y voló. Me frustré un poco, pero en Fresno volvió a aparecer y me llené de emoción. Esta vez no se me escapó cuando le tomé la muestra de sangre”.
El hormiguero (Cercomacroides tyrannina) tiene un especial significado para Juliana. “Es una especie que no se deja ver mucho, pero sí es posible saber de su presencia por su canto. La había escuchado varias veces en el bosque de Fresno y cantaba en pareja. Un día, mientras hacíamos los últimos análisis y me estaba quedando dormida por el cansancio, me pasaron una hembra de hormiguero para identificar, recité el nombre, pero en medio de la somnolencia no caí en cuenta del hallazgo, hasta unos minutos después”.
Nelsy considera al colibrí rubí (Chrysolampis mosquitus) como su favorito en la expedición por tierras tolimenses. “Aunque me encantan las aves crípticas, es decir, con colores similares al ambiente donde se mueven, este colibrí me generó un especial cariño. Natalia Pérez, quien no lo conocía, tenía mucha ilusión de verlo. En un recorrido avistamos al macho, la hembra y un juvenil, lo que causó una gran emoción hasta en el guía local”.