Aura Tegría Cristancho, alcaldesa de Cubará, un municipio ubicado en el extremo nororiental del departamento de Boyacá, en límites con Venezuela, fue la encargada de dar la noticia.
La mandataria informó que se le había solicitado al Ministerio de Ambiente la autorización para realizar una “cacería bajo control” del jaguar que, al parecer, causó la muerte de un joven de 18 años a finales de enero mientras estaba cazando, así como de una niña de 6 años a comienzos de febrero. Ambos pertenecían al Resguardo Indígena Unido u’wa, comunidad de Tegría.
De acuerdo con la madre de la menor, cuyo cuerpo, así como el del joven, no han sido hallados, la pequeña se quedó junto a su hermano de ocho años en la casa, mientras ella adelantaba labores en los cultivos de pancoger, cuando intempestivamente apareció el felino y se llevó a la niña.
Tras la denuncia, funcionarios de la Secretaría de Ambiente de Boyacá, expertos de la Corporación Autónoma Regional de la Orinoquia (Corporinoquia) y la administración municipal adelantaron una visita de verificación en el terreno para tratar de esclarecer los hechos. En la zona fueron instaladas, además, 15 cámaras trampa en los tres senderos más usados por la comunidad, así como en lugares cercanos a donde se habían presentado los sucesos para intentar constatar la presencia del felino y facilitar su monitoreo, algo complejo teniendo en cuenta que ese resguardo está conformado por más de 220.000 hectáreas.
También se capacitó a la comunidad en técnicas de autocuidado y se les dieron a conocer algunas estrategias para espantar a los felinos sin causarles daño y vivir en sana convivencia con estos animales, ya que se trata de un corredor biológico de varias especies, por lo que siempre han estado y estarán allí.
No obstante, a los pocos días, la Alcaldía de Cubará volvió a informar sobre tres nuevos ataques en el mismo resguardo, pero esta vez en el sector denominado Plan de San José. El jueves 11 de febrero se habría registrado un intento de agresión a dos menores de 6 y 10 años, quienes estaban en su hogar y salieron ilesos, gracias a la oportuna reacción de una mujer adulta que logró espantar el felino, mientras que al día siguiente fueron reportadas la muerte de dos bovinos, de los cuales se encontró el cuerpo de uno devorado en un buen porcentaje.
La alcaldesa Cristancho sostuvo que desde hacía más de 40 años no ocurría algo así en esa población y que estos últimos incidentes habían ocurrido a menos de dos horas del casco urbano, por lo que temía que el felino pudiera acercarse.
Corporinoquia, con el acompañamiento de la Fundación Panthera Colombia, una organización no gubernamental que se dedica a conservar los jaguares a largo plazo, asumieron el rastreo del felino que, probablemente, ocasionó el pánico entre los indígenas, que motivados por el miedo y, quizás por el respeto hacia Kotokwa (jaguar en lengua U’wa Tunebo), propiciaron su persecución.
Para muchos pueblos aborígenes de Mesoamérica, la región geográfica que comprende México y América Central, por donde históricamente se distribuía la Panthera onca (nombre científico), este felino era más que un animal: se trataba de un ser divino, un dios al que veneraban.
Las tribus indígenas de la Amazonia, por ejemplo, lo relacionan con los Chamanes, que son las autoridades espirituales en esa región y son quienes tienen la capacidad de convertirse en jaguares para ahuyentar a las personas que destruyen los bosques, previo permiso otorgado por la naturaleza para su adoptar su forma. Se trata de una especie de mensajeros cósmicos. “Le atribuyen la responsabilidad de la fertilidad y el bienestar del entorno natural a través de la metaforización del trueno como rugido felino”, señala la Guía de felinos de Colombia elaborada por el Instituto Humboldt y la Fundación Panthera.
Para otras comunidades, el felino más grande de América, con tamaños que pueden alcanzar los dos metros de largo, es un dios que protege la tierra cuando cae el sol y tiene la capacidad de convertirse en un mediador entre los diferentes mundos espirituales. Los Arhuacos creen, entre tanto, que el jaguar es el responsable de sostener el sol y evitar que toque la tierra, entonces es quien mantiene el equilibrio.
Aunque, Corporinoquia no ha corroborado que haya sido un jaguar el que atacó a los integrantes del resguardo indígena u’wa, lo cierto es que la noticia generó preocupación entre los conservacionistas, organizaciones protectoras e institutos de investigación por las retaliaciones e inadecuada percepción que se podía formar en la opinión pública contra este felino que se encuentra clasificado en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como una especie casi amenazada y cuyas poblaciones están en declive. Sin embargo, en Colombia, el Ministerio de Ambiente, a través de la Resolución 1912 de 2017, ubica a los jaguares en la categoría Vulnerable.
Álvaro Camacho, médico- veterinario, integrante del equipo de fauna de Corporinoquia, explicó que, de acuerdo a lo relatado por la comunidad, el ataque fue perpetrado por animal. “Según las entrevistas es efectivamente un felino. El tema es que esta es una zona en la que llueve con frecuencia y no se conservan bien las huellas, por eso no podríamos decir exactamente cuál es, pero tenemos claridad que en la región hay jaguares y pumas”, afirmó
El funcionario señaló que, tras la entrevista a uno de los sobrevivientes, el niño que presenció el hecho, no era posible garantizar que se tratara de un jaguar. “Por los nervios y el trauma de ver la situación, cuando le preguntamos sobre cómo era el animal, su respuesta no nos dejó seguros”, apuntó.
Frente a la posibilidad de la caza bajo control, Camacho expresó que hablar sobre ese aspecto era muy apresurado. “Después de saber qué animal es, habría que hacer una evaluación comportamental para saber qué medida sería la más acertada para mitigar el riesgo”, recalcó.
“El jaguar es un animal tímido que huye de los humanos. Lo sucedido en Cubará debe ser investigado detalladamente, ya que podría tratarse de una hembra con crías. Atacar humanos es un comportamiento atípico en los felinos, por lo cual es importante saber por qué dicen que es un jaguar, ya que en muchas ocasiones los ataques a humanos no son propiciados por esta especie”, manifestó Hernando García Martínez, director del Instituto Humboldt.
Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha, afirmó que no hay muchos registros bien documentados sobre ataques de estos mamíferos de piel amarilla con rosetas y puntos negros a los seres humanos. “Yo no creo que un jaguar pueda llegar a comerse un humano y a desaparecer el cuerpo por completo. Se comerá un pedazo, pero no se lo devora todo. Hemos visto lo que hace con algunas presas a las que consume parcialmente y las abandona, pero es muy difícil pensar que no quede rastro, eso es extraño, no es normal”, subrayó.
¿Es culpa del jaguar?
Pero este auge de conflictos entre humanos y el jaguar “puede ser resultado de cambios estructurales en su medio, así como un mecanismo de defensa o un comportamiento provocado por el ser humano”, según lo indicaron los investigadores de la Universidad Javeriana, Germán Jiménez y Federico Mosquera-Guerra, en el artículo El jaguar en Colombia: ¿por qué ataca y cómo solucionarlo?, publicado en la revista Pesquisa Javeriana.
Jiménez, experto en manejo y conservación de fauna silvestre, sugiere que “las agresiones a humanos pueden deberse a la cercanía del hombre a su ambiente y la presión que le han generado a través de la caza indiscriminada y la destrucción de sus hábitats, lo que podría llevarlos a desarrollar comportamientos que no son habituales”.
Hugo Mantilla Meluk, director del Centro de Estudios de Alta Montaña de la Universidad del Quindío, asegura, entre tanto, que el conflicto se daba en dos vías. Por un lado, por las acciones humanas que provocan la destrucción de sus hábitats, forzándolos a salir de sus ambientes naturales y a incorporarse en entornos más humanos, y por el otro, porque “les hemos desaparecido sus presas, bien sea porque las cazamos, en el caso de los indígenas, o porque dañamos los recursos que esas presas necesitan para mantener sus poblaciones saludables”. Esto - según el doctor en Sistemática y Evolución, y en Geografía y Ciencias de la Tierra - obliga a los jaguares a hacer una búsqueda de sustento en ambientes humanos.
“Los hemos arrinconado. Nosotros nos les metimos a su casa con ganadería y cultivos, y ellos simplemente están haciendo lo que la naturaleza les enseñó”, sostuvo.
Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha, aseguró que los jaguares han tenido una oportunidad importante de recuperarse poblacionalmente con el tema de la pandemia y la menor actividad en algunos sitios, al igual que con la construcción de corredores biológicos, el incremento de reservas privadas, la restauración de la conectividad en los bosques y los mismos cultivos forestales, que se estaban constituyendo ecosistemas alternativos no solo para este, sino a los siete felinos que habitan en Colombia.
No obstante, sostiene que el crecimiento demográfico, la transformación del hábitat y la fragmentación de los ecosistemas por obras de infraestructura como las carreteras, los ha llevado a cazar cerdos, gallinas, reses, caballos y, desafortunadamente, a atacar, en algunas ocasiones, a los seres humanos.
“Actualmente, la cercanía del ganado doméstico al territorio del jaguar ha generado conflicto, fomentando así su cacería. Es el trofeo de cazadores por excelencia en Latinoamérica, pero su cacería deportiva está muy regulada y mayormente prohibida”, afirma la Guía de los felinos de Colombia. Y es que la cacería retaliativa por ataques a animales domésticos, es otra de las amenazas de los grandes felinos.
Para el biólogo javeriano Federico Mosquera-Guerra, eliminar un individuo no soluciona el problema de raíz. “Incluso se pierde de vista la problemática estructural que estos eventos traen al debate nacional, representado en las altas tasas de deforestación en la cordillera oriental, la ausencia de regulación de la cacería de fauna silvestre por comunidades locales, los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas y biodiversidad asociada, así como el aumento demográfico y el establecimiento de las poblaciones humanas en áreas no idóneas, como la alta montaña Andina, área de recarga hídrica y corredor biológico natural de estas especies”, expresó.
Para los expertos es importante buscar soluciones para que ambas especies, tanto humanos como jaguares, coexistan sin riesgo. Germán Jiménez propone, por ejemplo, respetar sus hábitats y conservarlos, además de evitar la cacería indiscriminada y sin control de sus presas, así como la sobrepesca para no quitarle recursos. Igualmente, plantea crear espacios de entendimiento acerca de cuáles son las relaciones que generan conflicto entre las comunidades humanas y los felinos.
Mosquera-Guerra, por su parte, hace un llamado a la participación de la academia y otros actores para generar escenarios de coexistencia entre los pobladores locales y los grandes felinos en el país, mientras que para la Fundación Panthera la creación de más áreas protegidas, como parques nacionales, es una de las acciones de conservación más importantes para esta especie.
La distribución de los jaguares en América se ha reducido en un 45 por ciento, con extinción total en Estados Unidos, El Salvador y Uruguay. En Colombia hay cuatro bloques de poblaciones grandes con un tamaño decreciente: Amazonas, Orinoquia, Chocó biogeográfico y el Caribe. Se han estimado densidades de 4,2 jaguares en 100 kilómetros cuadrados del Parque Nacional Amacayacu y de 2,8 en selvas amazónicas no protegidas, indica la Guía de Felinos.
Por ahora, los funcionarios de Corporinoquia y los expertos de Fundación Panthera esperan los resultados de las cámaras trampa para determinar qué tipo de felino puede estar presente cerca al resguardo u’wa y qué acciones implementar. Si es posible capturarlo para reubicarlo, se hará, pero lo ven complicado por el tamaño del área que deben abarcar. Ante esta situación, sólo restaría efectuar un análisis de patrones de comportamiento asociados a estos incidentes para adoptar una serie medidas.
En últimas, lo cierto, es que el jaguar no es un villano, sino una víctima más de la devastadora relación de los humanos con la naturaleza.