Las presiones y amenazas que se ciernen sobre la Amazonia no son menores. El hombre continúa poniendo en serio riesgo al pulmón del mundo, que en las últimas décadas se ha enfrentado a problemáticas como la minería, agricultura y ganadería extensiva y exploración y explotación de hidrocarburos, entre otras.
Los resultados del “Atlas Amazonia bajo presión 2020″ recoge de manera interactiva los resultados de la investigación sobre las transformaciones que ha presentado esta región en un período de 19 años y que indica que el 65,8 % de la misma está bajo algún tipo de amenaza.
Según el documento, elaborado por la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG), entre los años 2000 y 2018, la deforestación acumulada en la Amazonia alcanzó 511.787 kilómetros cuadrados.
Vías, hidroeléctricas, hidrocarburos, minería, actividades agropecuarias y economías ilegales son las principales responsables de la rápida transformación que experimenta la región. De acuerdo con el informe, considerando que una carretera puede impactar entre 5 y 50 kilómetros a ambos lados de su trazo, los resultados indican que la infraestructura vial ha alterado 4,6 millones de kilómetros cuadrados de la Amazonia, equivalente al 55 % de su superficie total, con graves impactos para la biodiversidad y para los medios de vida de comunidades y habitantes de la región.
Señala la investigación, que para marzo de 2020 ya existían o estaban planificadas 883 hidroeléctricas. En Territorios Indígenas, los proyectos en planeación aumentaron un 60 % en ocho años (2012–2020) y en Áreas Naturales Protegidas, las hidroeléctricas en operación o construcción incrementaron un 77 % para el mismo período.
En el Atlas de advierte que las presiones hacen referencia a todas las actividades que están en curso o en proceso de instalación y cuyos impactos pueden ser medidos; mientras que las amenazas son proyectos e inversiones planificadas cuyas características permiten calcular sus impactos a futuro.
En este orden de ideas, la minería es una de las actividades con mayor crecimiento; pasó de concentrar 52.974 zonas mineras en el 2012 a 58.432 en el 2020, lo que representa un incremento de 10 %. Esta actividad afecta al 17 % de la región y se realiza en todos los países que conforman el bioma Amazónico. Sin embargo, se concentra sobre todo en cuatro países; el 96 % de la minería se desarrolla en Brasil, Venezuela, Guyana y Perú, siendo Brasil el país que concentra más áreas de interés para esta actividad extractiva (75 %) en la región.
Por su parte, el impacto de megaproyectos de infraestructura e industrias extractivas es devastador. Si bien algunas de estas actividades son consideradas motores de desarrollo en la región amazónica, es necesario plantear un modelo distinto que promueva la conservación y uso sostenible de los bosques y la biodiversidad, y que salvaguarde los pueblos indígenas y sus derechos, indica la publicación.
Ecosistemas en constante intervención
La pérdida de bosque es uno de los desafíos más grandes que enfrenta la Amazonia. Sus causas, que varían en importancia y tipo para cada país, están asociadas a actividades extractivas, agropecuarias y obras de infraestructura.
Entre 2000 y 2018, el 87,5 % de la deforestación ocurrió fuera de los Territorios Indígenas y las Áreas Naturales Protegidas y solo el 12,5 % de esta problemática se registró dentro de ellos. En este período, Brasil determinó la tendencia, con 425.051 kilómetros cuadrados.
Por su parte, Colombia y Bolivia muestran un comportamiento similar, con pérdidas de 31.878 y 20.515 kilómetros cuadrados, respectivamente.
En la última década, las quemas se han convertido en una amenaza preocupante para los bosques porque impulsan la deforestación. Esta práctica se emplea para convertir extensas áreas de bosques tropicales en paisajes agropecuarios y sus consecuencias son cada vez más difíciles de controlar y extinguir. Entre 2001 y 2019, el avance del fuego afectó al 13 % de la Amazonia; en superficie esto equivale a todo el territorio de Bolivia.
El lanzamiento de la versión digital del Atlas se realizó durante el foro virtual “Atlas RAISG 2020: una herramienta para tomar decisiones informadas sobre la protección de la Amazonia”, organizado por RAISG y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Áreas de protección
Al tiempo que la deforestación continúa expandiéndose, presionando enormes extensiones de bosque nativo a su alrededor, los Territorios Indígenas y las Áreas Naturales Protegidas siguen confirmando su importancia como espacios de conservación efectiva en la región y los problemas climáticos a escala global.
Según el informe, a la fecha, los Territorios Indígenas comprenden 2.376.140 kilómetros cuadrados, equivalentes a 27,5 % de la Amazonia, mientras que hay 2.123.007 kilómetros cuadrados en Áreas Naturales Protegidas que representan 24,6 % de la región. En conjunto, estas dos categorías cubren 47,2 % de la Amazonia, según la información disponible a diciembre de 2019. Desde la primera edición del Atlas, publicada en 2012, la superficie de las áreas bajo régimen de protección aumentó un 6 % en seis países amazónicos.
Aunque el dato es positivo, los esfuerzos gubernamentales para consolidar políticas que garanticen el reconocimiento y la debida protección de Territorios Indígenas y Áreas naturales Protegidas son tenues en la mayor parte de los países que conforman el bioma amazónico, y en algunos casos, como en Brasil, han entrado en parálisis en los últimos años.
La primera edición del Atlas se publicó en 2012 y, ocho años después, la segunda edición presenta un panorama detallado del nuevo contexto regional a partir de dos grandes categorías de análisis: presiones y amenazas.
Además, incluye datos sobre la productividad hídrica de las cuencas hidrográficas de la región; la distribución del territorio y las figuras de protección que existen, como Territorios Indígenas y Áreas Naturales Protegidas -altamente efectivas para la conservación de los bosques y su población-.
“Esta nueva versión del Atlas Amazonia bajo presión resalta el papel fundamental que tienen los Territorios Indígenas (TI) y las Áreas Naturales Protegidas (ANP) como barreras de contención para las actividades que degradan el ambiente.
Del mismo modo, se incluyen variables que reflejan el conjunto de actividades humanas (variables síntomas) como la deforestación, la dinámica del fuego y las variaciones en el carbono almacenado en la biomasa vegetal, para determinar los impactos de la actividad humana sobre los ecosistemas amazónicos. Toda esta información publicada de forma sencilla y sintetizada que lo constituye como un documento esencial para tomadores de decisión”, asegura Adriana Rojas, coordinadora de sistemas de información de la Fundación Gaia Amazonas.