Puede medir hasta dos metros de alto y pesar cerca de 180 kilogramos. Se trata del oso andino o de anteojos (Tremarctos ornatus), un mamífero que habita en los bosques andinos, páramos y zonas semiáridas, con una alta preferencia por los pisos montanos ubicados entre los 500 y 3.800 metros sobre el nivel del mar.
Según Nicolás Reyes Amaya, investigador y curador de la colección de mamíferos del Instituto Humboldt, en Colombia este mamífero habita hasta el extremo norte de la serranía del Perijá colombo-venezolana.
Por alimentarse principalmente de frutas silvestres, bulbos y bromelias, es una de las especies más importantes para la regeneración de los bosques, ya que se encarga de dispersar semillas en todas las áreas donde habita.
Sin embargo, se trata de un mamífero con algún nivel de riesgo. “El oso andino está catalogado como una especie vulnerable a la extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) a nivel global y por la Resolución 1912 de 2017 del Ministerio de Ambiente en Colombia. Además, forma parte del Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES)”, informó Reyes.
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), en Colombia podría haber hasta 8.000 osos andinos, una cifra que viene en descenso por la fragmentación de sus poblaciones, así como la pérdida acelerada de los bosques y las tensiones que hay por el consumo de ganado o cultivos en las zonas donde convive con los campesinos.
Estudio pionero
Mientras en Bolivia y Ecuador se han hecho estudios sobre el uso del espacio por parte de esta especie, en Colombia hay vacíos en torno a este tema. Por ello, cinco científicos iniciaron una investigación sobre sus movimientos, la cual fue parte de un convenio entre la Fundación para la Investigación, Conservación y Protección del Oso Andino (Fundación Wii), Nexen Petroleum Colombia Ltd y la Corporación Autónoma Regional del Guavio (Corpoguavio).
“Por primera vez en Colombia se midió el uso del espacio para el oso andino con un espécimen macho rastreado con telemetría GPS, en un área de paisaje fragmentado del macizo de Chingaza, en la cordillera Oriental de los Andes colombianos”, cita el artículo publicado en Notas sobre Mamíferos Sudamericanos, una revista científica de la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (Sarem).
Reyes precisó que al oso se le realizó una evaluación veterinaria para conocer su salud, que incluyó muestras de sangre y mediciones morfométricas. “Finalmente, se equipó al individuo con un sistema de telemetría dual VHF-GPS”, informa el artículo.
El mamífero fue liberado en una zona de Chingaza ubicada entre los 2.241 y 3.980 metros sobre el nivel del mar, un terreno conformado por bosques montanos andinos, bosque altoandino, matorrales de subpáramo y páramo y pastos para ganado.
Los muestreos obtenidos a través de telemetría fueron realizados entre los meses de octubre y diciembre de 2013, insumos que fueron analizados por Daniel Rodríguez y Adriana Reyes (Fundación Wii), Andrea del Pilar Tarquino Carbonell (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina), Héctor Restrepo (Fundación Wii) y Nicolás Reyes Amaya (Instituto Humboldt).
Así fueron sus movimientos y recorrido
El GPS arrojó un total de 348 ubicaciones durante parte de la estación seca. Esta información fue traslapada con imágenes de satélite Landsat, Rapid Eye y Spot del Ideam.
La telemetría arrojó que según la metodología del polígono mínimo convexo (MCP), el animal se movió por un área de 238,86 kilómetros cuadrados, en lo que se conoce como rango de acción. Según los investigadores, este rango fue el más diferente con respecto a lo reportado en estudios previos de Ecuador, ya que lo quintuplicó.
Por su parte, el rango de acción con la metodología del estimador de densidad del núcleo (KDE) fue de 98,58 kilómetros cuadrados y el área núcleo con esta metodología fue de 20,91 kilómetros cuadrados, medidas que ligeramente superan y duplican a las de Ecuador”, afirman en el artículo.
“El área núcleo es la zona más fuertemente utilizada por el individuo dentro de ese rango de acción que tiene el oso”, explicó Reyes, quien asesoró y apoyó el estudio científico.
Durante el día, el GPS registró 227 ubicaciones, mientras en la noche fueron 121. Según los expertos, el oso andino prefirió los matorrales de páramo y subpáramo para sus desplazamientos diurnos y lugares de descanso nocturno, seguido por el bosque andino y altoandino. La distancia diaria recorrida por este oso adulto varió entre 0,51 y 12,07 kilómetros.
“El mamífero hizo un uso intenso del ecotono entre páramo y bosque, que durante la estación seca incluyó muchos arbustos frutales de las especies Ericaceae Macleania rupestris y Cavendishia bracteata, plantas que conforman la dieta del oso andino”, cita la publicación.
¿Qué muestran los resultados?
Los científicos informaron que el macizo de Chingaza se caracteriza por la presencia de actividades humanas que han causado un alto impacto a nivel del paisaje, como la transformación de los bosques en tierras de cultivo y pastos para ganado y la infraestructura de construcción (carreteras, presas y minas).
“El uso del espacio para una especie puede variar según la disponibilidad y la fragmentación del hábitat. Por ejemplo, para estudios sobre mamíferos pequeños y medianos, los lugares con menos coberturas naturales demandan mayores movimientos para obtener recursos suficientes”.
Para los investigadores, el rango de acción del oso andino en Chingaza, como los 238,86 kilómetros cuadrados, apoya la hipótesis de que los paisajes más fragmentados demandan mayores movimientos por parte de los animales para obtener recursos suficientes.
“Estudios previos indicaron que los osos andinos prefieren los bosques andinos, pero usan el páramo cuando está presente. Sin embargo, nuestros resultados sugieren que al menos en la estación seca en el macizo de Chingaza, los osos pueden hacer un uso intensivo del páramo y los matorrales de subpáramo”.
Por último, Reyes y los otros expertos concluyen que se necesitan de más datos durante periodos largos de seguimiento, para comprender el uso del espacio por parte del oso andino. “La información obtenida en el macizo de Chingaza es un valioso aporte a la ecología y conocimiento de esta especie, insumos que serán útiles para su manejo y conservación”.