En el mundo, un importante número de estados reconoce que sus ciudadanos tienen derecho a vivir en un medioambiente saludable, ya sea mediante la legislación nacional o por medio de acuerdos internacionales que ayuden a lograr este propósito, como es el caso de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Son por lo menos 155 las naciones que, de manera explícita, reconocen el tema. A pesar de ello, la Organización Mundial de la Salud expresa su preocupación, pues se estima que el 23 % de todas las muertes que se registran en el mundo están vinculadas a “riesgos ambientales” como la contaminación del aire, del agua y la exposición a sustancias químicas.

Por estadísticas como esta, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó recientemente una resolución que reafirma las obligaciones de los Estados de proteger los derechos humanos y tomar medidas más contundentes de cara a los desafíos ambientales.

Estas son seis razones por las cuales los países deben tomar acciones contundentes con el fin de evitar mayores riesgos en las personas.

1. La destrucción de espacios silvestres facilita la aparición de enfermedades zoonóticas

La alteración de la tierra al cambiar su uso para construir viviendas, cultivar o desarrollar actividades industriales ha puesto a los humanos en mayor contacto con la vida silvestre y ha creado oportunidades para que los patógenos se propaguen de los animales salvajes a las personas.

La pérdida de biodiversidad que lleva al hombre a acercarse cada vez más a la vida silvestre genera graves riesgos para la salud humana. Foto: Guillermo Torres / SEMANA.

Se estima que el 60 % de las infecciones humanas son de origen animal y hay muchos otros virus listos para pasar de los animales a los humanos.

Según la plataforma intergubernamental científico-normativa sobre diversidad biológica y servicios de los ecosistemas (IPBES), “se estima que hay hasta 1,7 millones de virus no identificados y susceptibles en mamíferos y aves acuáticas, que podrían infestar a los humanos. Cualquiera de estos podría ser la próxima ‘Enfermedad X’, potencialmente más perjudicial y letal que la covid-19.

2. La mala calidad del aire afecta la calidad de la salud y la esperanza de vida

En todo el mundo, nueve de cada 10 personas respiran aire sucio, lo cual daña su salud y acorta su tiempo de vida. Cada año, alrededor de 7 millones de personas mueren a causa de enfermedades e infecciones relacionadas con la contaminación del aire, más de cinco veces el número de personas que fallecen en accidentes de tráfico.

La exposición a contaminantes también puede afectar el cerebro, al provocar retrasos en el desarrollo, problemas de comportamiento e incluso un coeficiente intelectual más bajo en los niños. En las personas mayores, los contaminantes están asociados con el alzhéimer y el párkinson.

3. La pérdida de biodiversidad compromete el valor nutricional de los alimentos

En los últimos 50 años, la dieta humana se ha vuelto un 37 % más similar, con solo 12 cultivos y cinco especies animales que proporcionan el 75 % de la ingesta energética mundial.

Los alimentos pueden verse afectados por la pérdida de biodiversidad. | Foto: GUILLERMO TORRES

En la actualidad, casi una de cada tres personas padece alguna forma de desnutrición y gran parte de la población mundial se ve afectada por enfermedades relacionadas con la dieta, como enfermedades cardiacas, diabetes y cáncer.

4. Perder biodiversidad reduce el alcance y la eficacia de los medicamentos

Los productos naturales representan una gran parte de las sustancias farmacéuticas existentes y han sido particularmente importantes en el área de la terapia del cáncer. Pero las estimaciones sugieren que 15.000 especies de plantas medicinales están en riesgo de extinción y que la Tierra pierde al menos una droga potencialmente importante cada dos años.

5. La contaminación está amenazando a millones de personas en el mundo

Muchos problemas de salud surgen de la contaminación y de la idea de que los desechos se pueden “tirar” cuando, de hecho, muchos de ellos permanecen en los ecosistemas, lo que afecta tanto a la salud humana como al medioambiente.

El agua contaminada por desechos, las aguas residuales no tratadas, las escorrentías agrícolas y las descargas industriales ponen a 1.800 millones de personas en riesgo de contraer cólera, disentería, fiebre tifoidea y poliomielitis.

El vertimiento de aguas residuales y otros tipos de contaminación ponen en riesgo a los humanos. Foto: Archivo SEMANA.

El metilmercurio, una sustancia que se encuentra en los productos cotidianos y que contaminan el pescado, puede tener efectos tóxicos en los sistemas nervioso, digestivo e inmunológico cuando los humanos lo consumen. Y un conjunto de evidencias cada vez más contundentes sugiere que existe un motivo de preocupación sobre el impacto de los microplásticos en la vida marina y la red alimentaria.

6. El cambio climático presenta riesgos adicionales para la salud y la seguridad

La última década fue la más calurosa en la historia de la humanidad y el mundo experimenta los efectos del cambio climático, a medida que los incendios forestales, las inundaciones y los huracanes se convierten en eventos regulares que amenazan vidas, medios de subsistencia y la seguridad alimentaria.

El cambio climático también afecta la supervivencia de los microbios, facilitando la propagación de los virus. Según un artículo publicado por la IPBES, “es probable que las pandemias ocurran con más frecuencia, se propaguen más rápidamente, tengan un mayor impacto económico y maten a más personas”.

El cambio climático genera fenómenos cada vez más fuertes y frecuentes como los incendios. Foto: PNN

Por esta razón, la Sesión 46 del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó recientemente una resolución en la que pide a los estados que conserven, protejan y restauren los ecosistemas, y en la que los describe como cruciales para la salud y el bienestar humanos. Alrededor de 69 estados se comprometieron a entablar un diálogo para reconocer el derecho a un medioambiente seguro, limpio, saludable y sostenible.

Durante la sesión del consejo, 15 entidades de la ONU, incluido el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, emitieron una declaración conjunta en la que expresaron su apoyo a este propósito.