Las personas perciben los sonidos de forma diferente, y eso es muy normal. Mientras la fiesta de un vecino convierte la noche en día para una persona, otra sigue durmiendo sin problemas. Pero a partir de un determinado nivel, el ruido no puede ser ignorado por nadie. Está claro que el exceso de ruido afecta y perjudica a las personas, a los animales, e incluso a las plantas. Un fenómeno que aumenta constantemente, en las grandes ciudades y también en sitios naturales apartados.
Cuando el ruido enferma
El ruido o los sonidos que se perciben como molestos, ya sea de día o de noche, son un factor de estrés muy importante. Si el ruido es constante, ya sea por el tráfico, el tren que pasa, los clientes del bar de abajo, o el avión que despega, el cuerpo está sometido a un estrés constante. Solo en Europa, al menos el 20 por ciento de la población está actualmente expuesta al ruido de la carretera en una medida que puede ser perjudicial para la salud. El exceso de ruido puede provocar enfermedades metabólicas, hipertensión, diabetes, e incluso un ataque al corazón. 48.000 casos de enfermedades cardíacas y 12.000 muertes prematuras al año se deben a la exposición continua a altos niveles de ruido.
El ruido extremo se puede encontrar en todas las grandes ciudades, desde Ciudad de México a Buenos Aires, desde Londres a Daca, Barcelona o Berlín. En Nueva York, por ejemplo, el 90 por ciento de los usuarios del transporte público están expuestos a niveles de ruido que superan considerablemente los límites en decibeles y pueden provocar daños auditivos irreversibles.
Los que tienen menos dinero tienen que soportar más ruido
En Hong Kong y en las grandes ciudades de todo el mundo, los grupos sociales más marginados, en particular, corren un mayor riesgo de sufrir una contaminación acústica extrema.
Para Thomas Myck, experto en ruido de la Agencia Alemana de Medio Ambiente (UBA, por sus siglas en alemán), la contaminación acústica es, por tanto, un ejemplo de injusticia medioambiental. “Si un departamento o una casa se encuentran en una calle principal, entonces se paga menos alquiler. Eso significa que las personas que disponen de menos dinero tienen más probabilidades de vivir en carreteras ruidosas”.
En todo el mundo, es más probable que las personas con ingresos bajos vivan cerca de plantas industriales, vertederos o grandes arterias de tráfico, y estén expuestas a un mayor nivel de ruido que las personas con ingresos altos. Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, esa desigualdad en cuanto al ruido también suele darse entre grupos étnicos.
Efecto negativo en animales y cadenas alimentarias
No solo el organismo humano sufre perturbaciones con el exceso de ruido. Los estudios han descubierto que todas las especies animales reaccionan al ruido y cambian su comportamiento en cierta medida.
Los pájaros urbanos suelen cantar más fuerte. Los carboneros comunes en las ciudades de Europa, Japón o el Reino Unido cantan ahora más alto que sus homólogos en los bosques. Sin embargo, los malentendidos son cada vez más frecuentes. El nuevo canto no siempre es bien recibido por las potenciales parejas sexuales y puede tener un efecto negativo en el éxito del apareamiento. Las ranas de Bogotá ahora croan sobre todo durante las pausas de ruido para poder ser escuchadas.
Hay que tener en cuenta “que el apareamiento o la crianza de las crías se ven perturbados, que la localización de las presas se ve alterada por el ruido, lo que significa que todo su hábitat (el de los animales) se ve fuertemente afectado por el ruido”, dice Myck.
En Estados Unidos, la contaminación acústica se ha duplicado en más de la mitad de los parques nacionales en los últimos años. La principal causa de contaminación acústica en las reservas naturales, además de las carreteras, es el ruido de los proyectos mineros, la extracción de gas y petróleo o la industria forestal. Eso también tiene un impacto directo en la vegetación, ya que pueden migrar justamente las especies de aves que son esenciales para la distribución de las semillas de las plantas.
¿Silencio por fin?
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUMA), un mayor número de árboles, arbustos y matorrales en las ciudades podría frenar el problema. Estos dispersan y amortiguan el ruido y, al mismo tiempo, contribuyen a mejorar el clima y el paisaje urbano. Thomas Myck no cree que eso sirva de mucho, “porque el ruido prácticamente los atraviesa. La insonorización es la única solución que queda”, señala. El experto dice que sería mucho más eficaz reducir el tráfico en las ciudades en la medida de lo posible, establecer un límite de velocidad de 30 km/h en más calles, fomentar el transporte público y zonas de tráfico calmado, así como la e-movilidad y la ampliación de los carriles bici.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUMA), un mayor número de árboles, arbustos y matorrales en las ciudades podría frenar el problema. Dispersan y amortiguan el ruido y, al mismo tiempo, contribuyen a mejorar el clima y el paisaje urbano. Thomas Myck no cree que esto sirva de mucho, “porque el ruido prácticamente los atraviesa”. La insonorización es la única solución que queda”. Cree que sería mucho más eficaz reducir el tráfico en las ciudades en la medida de lo posible, establecer un límite de velocidad de 30 km/h en más calles, fomentar el transporte público y las zonas de tráfico calmado, así como la electromovilidad y la ampliación de los carriles para bicicletas.
En Francia se está probando actualmente un radar de ruido. El dispositivo está diseñado para detectar vehículos extremamente ruidosos. La atención no solo se centra en las ensordecedoras metrópolis, sino también en los destinos de excursión para motociclistas en el campo. El incumplimiento de los límites de decibeles se castigará con multas en el futuro.
Con menos carriles de tráfico en las ciudades, el espacio ganado podría convertirse en bicisendas o en espacios verdes y parques mediante una planificación urbana respetuosa con el clima, favoreciendo así el clima urbano, la biodiversidad y la calidad de vida. Los científicos han podido comprobar que los sonidos naturales, como el canto de los pájaros, el chapoteo del agua o el susurro de las hojas de los árboles cuando sopla el viento reducen el estrés y tienen un efecto positivo en la salud humana.