“Cuidar el río Bogotá es una tarea que requiere del trabajo no solo de las instituciones y organizaciones sino también de la ciudadanía. Se requiere un cambio de hábitos para que el río se recupere y vuelva a ser el orgullo de la ciudad”, fueron las palabras con las que las secretarías de Ambiente, Educación, Cultura, e incluso el Jardín Botánico y la empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá quieren hacer énfasis en la importancia de un trabajo conjunto para preservar y purificar este cuerpo hídrico.
Pero lo que no se conoce, no interesa. Por eso, SEMANA, en su interés por fomentar mayor conciencia sobre este afluente, presenta algunos datos que pueden cambiar la perspectiva general que se tiene del río Bogotá.
El río Bogotá no es solo de Bogotá
Poco se sabe de la importancia que tiene el río de Bogotá para el país, a pesar de no ser caudaloso y navegable. Por ejemplo, que su cauce, de 380 km, atraviesa 47 municipios, y drena 599.561 hectáreas de Cundinamarca por tres cuencas: la alta, media y baja.
Además, en sus zonas aledañas se llevan a cabo actividades económicas que representan acerca del 26 % de la producción nacional como la agricultura, la ganadería y la producción industrial.
El primer cauce, y donde inicia su corriente de agua es también conocida como la cuenca alta. Se ubica en el noreste del municipio de Villapinzón, a una altura de 3.300 metros sobre el nivel del mar, en el Páramo de Guachené y culmina en el Puente de la Virgen de Cota. En este tramo, abundan la flora y fauna autóctonas; frailejones, insectos, aves y demás especies habitan junto a aguas cristalinas que, si se tratan, pueden ser aptas para el consumo humano.
A partir de su segunda cuenca, o la media, el tramo se empieza a volver más turbio y contaminado. Su punto de partida se da en Cota y culmina en el embalse de Muña; pero los desperdicios, vertimientos y agentes dañinos presentes en los ríos Salitre, Fucha y Tunjuelo, arrojados por los vecinos, hacen que su corriente sea la que le ha dado la mala fama a este importante río.
En su tercera y última cuenca, la cual finaliza en Girardot, en donde desemboca en el río Magdalena toda la contaminación provocada por las millones de personas que arrojan cada día sus desechos.
Un río donde abunda la flora y fauna
La Universidad UDCA realizó un estudio en el río Bogotá, el cual arrojó como resultado que más de 30 especies de aves viven alrededor de sus cuencas alta y media. La tingua o gallareta moteada -especie bajo amenaza crítica-, el pato canadiense o cerceta aliazul -la cual es migratoria norteamericana- y los mosqueritos guardarríos -los cuales son propias de la zona-, son algunas de las especies que se pueden encontrar en sus cauces.
“Realmente tenemos que ver el impacto de nuestros comportamientos como individuos y adoptar nuevos hábitos que nos permitan disminuir los residuos y vertimientos que generamos sobre las fuentes hídricas de la ciudad. Descontaminar el río es una tarea que nos compete a todos. Desde las entidades y organizaciones tenemos que trabajar de manera articulada para alcanzar las grandes transformaciones”, manifestó la secretaria de Ambiente, Carolina Urrutia, durante un evento que conmemora la importancia de este cuerpo hídrico.
Son múltiples y titánicas las labores que han hecho entidades pública y privadas, fundaciones y vecinos del cauce para contrarrestar los daños que ha provocado la mala disposición de residuos, el vertimiento de aceites y otros productos al desagüe, la no protección de especies silvestres, la tala de árboles y la poca conciencia y limitada educación ambiental. Sin embargo, la salvación del río está en todos.
El reto de salvar el río Bogotá en 2022
La protección de las fuentes hídricas puede ser una meta de todos. Recuperar el afluente más importante del centro del país traerá una inmediata mejora de calidad de vida.
A pesar de su estado contaminado, el río Bogotá es vital para nuestras vidas cotidianas. Diez millones de personas reciben agua potable de este cuerpo de agua. Es vital para la producción de bebidas, alimentos y actividades agropecuarias, entre otros beneficios.
Desde acciones cotidianas como la separación de residuos, reciclaje y no realizar vertimientos al río, podemos convertir la recuperación de la cuenca en una meta en 2022.