La generación de gases de efecto invernadero es una de las principales causas del calentamiento global. Normalmente se habla del impacto de los combustibles fósiles, del transporte, la ganadería y la agricultura como actividades o factores que impulsan esta problemática, sin embargo no son las únicas.
El desperdicio de alimentos ha venido ganando terreno en la generación de estas emisiones. Se trata de una problemática altamente perjudicial para el planeta, pues alrededor de 10 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de la producción de alimentos que finalmente se desechan, de acuerdo con un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Las implicaciones de este problema no son menores. El mundo es presa de una epidemia en este sentido por cuenta del desperdicio de alimentos. En 2019, los consumidores tiraron casi 1.000 millones de toneladas de comida, que representa alrededor del 17 % de todo lo que compraron.
Esto, según dice esta agencia de la ONU, es profundamente problemático en un mundo donde 690 millones de personas estaban desnutridas en 2019, un número que se espera que aumente drásticamente como consecuencia a de la pandemia generada por la covid-19.
Clementine O’Connor, experta en sistemas alimentarios del PNUMA, y Tom Quested, analista de la organización sin fines de lucro Wrap, quienes participaron en la elaboración del informe de índice de desperdicio de alimentos 2021, analizaron la situación y hablaron sobre lo que el mundo puede hacer para acabar con el problema del desperdicio de alimentos.
Según Tom Quested, analista de Wrap, en el mundo se pierde el 17 % de todos los alimentos disponibles para el consumo humano, una proporción que considera muy impactante.
“Basta con imaginarse 23 millones de camiones de 40 toneladas completamente cargados: si se pegara uno tras otro, podrían rodear la Tierra siete veces. A eso nos referimos. El informe estima que, en 2019, 61 % del desperdicio de alimentos fue generado por los hogares, 26 % por los servicios alimentarios y 13 % por el comercio minorista”.
Por su parte, Clementine O’Connor advirtió que antes de la pandemia alrededor de 690 millones de personas en el mundo estaban desnutridas y que 3.000 millones no tienen la posibilidad de hacer una dieta saludable. “Los alimentos no consumidos son un derroche de energía y recursos que podrían aprovecharse mejor. Reducir el desperdicio de alimentos en el comercio minorista, los servicios alimentarios y los hogares puede brindar beneficios multifacéticos para las personas y el planeta. Hasta ahora, la mayor parte de las oportunidades que puede ofrecer la reducción del desperdicio de alimentos no han sido exploradas ni aprovechadas”, precisó.
O’Connor dijo que uno de los hallazgos importantes del estudio es que el desperdicio de alimentos per cápita en los hogares es muy similar entre los distintos grupos de países según sus ingresos (como los define el Banco Mundial), lo que sugiere que la acción para controlar esta problemática es igualmente relevante en los países de ingresos altos y medianos.
“Esto rompe significativamente con la narrativa de la década anterior de que el desperdicio de alimentos en el hogar era un problema de los países ricos, y subraya la necesidad de que los países de ingresos medianos evalúen las líneas de base y desarrollen estrategias nacionales de prevención del desperdicio de alimentos”.
¿Cómo socava el desperdicio de alimentos el desarrollo sostenible?
A juicio de Quested, el desperdicio de alimentos genera todos los impactos ambientales de la producción de alimentos. Por ejemplo, el uso intensivo y contaminación de la tierra y los recursos hídricos, exacerbación de la pérdida de biodiversidad y emisiones de gases de efecto invernadero, entre otros, esto sin ninguno de los beneficios de alimentar a las personas, por lo que se trata de una problemática que socava el desarrollo sostenible.
Precisamente, el Objetivo de Desarrollo Sostenible 12, Meta 12.3, tiene como objetivo reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimentos per cápita a nivel de los minoristas y del consumo y reducir las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha, para 2030.
Ante esta realidad, reducir el desperdicio de alimentos en el hogar es una de las formas más fáciles de mitigar el impacto climático a nivel individual.
O’Connor plantea un par de fórmulas: comprar solo lo que se necesita y usar lo que se compra. Su consejo es que antes de comprar alimentos, las personas revisen su refrigerador para evitar compras impulsivas. “Si puedes, compra alimentos frescos con regularidad y resúrtelos cuando sea necesario, en lugar de tratar de obtener cantidades precisas en una tienda a granel”, manifiesta.
De igual forma recomienda medir el tamaño correcto de las porciones y cocinar de manera creativa con las sobras. “Muchas recetas son lo suficientemente flexibles como para absorber las verduras marchitas. La mayoría de las sobras pueden usarse en un taco, un sándwich, un curry o una salsa para pasta, y transformarse con una salsa o condimento”.
También sugiere que cuando se visite un restaurante, se pida una porción más pequeña o una bolsa para llevar y de esta manera se evitará el desperdicio.