La cuenca hidrográfica del río Bogotá alberga más de 500 especies de fauna y 169 de flora. Muchas de ellas habitan en ecosistemas como los páramos de Chingaza y Sumapaz, los Cerros Orientales y los 15 Parques Ecológicos de Humedal, distribuidos en las diferentes localidades de la capital.
Muchos de estos ecosistemas, sin embargo, han sufrido los embates de la contaminación y el cambio de uso de suelos en la cuenca por actividades como la ganadería. De acuerdo con un estudio del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, ninguna hectárea de suelo aguanta el pisoteo del ganado, que causa compactación y erosión.
Estos procesos, entre otras cosas, disminuyen la absorción de agua y nutrientes, aumentan la escorrentía y afectan el intercambio gaseoso.
Para otros, la degradación del suelo en la cuenca es producto, principalmente, de la construcción, pues el cemento sepulta los nutrientes, además de aumentar la sedimentación y la contaminación. En consecuencia, los suelos pueden tardar más de 100 años en recuperarse.
Esto ocurre con frecuencia en los humedales de la capital que, pese a estar declarados como áreas protegidas, muchas veces son víctimas del cemento, la contaminación o el olvido, pues muchos desconocen la importancia que tienen estas esponjas de agua para la salud de las personas y la lucha contra el cambio climático.
Conscientes de la importancia del suelo, el aire y el agua, cada vez son más las organizaciones que impulsan iniciativas en favor de la conservación de estos y otros ecosistemas del territorio.
El Aeropuerto El Dorado, por ejemplo, que está ubicado en la cuenca media, ha entendido la importancia de adoptar la sostenibilidad en su operación y para lograrlo ha sido clave la articulación con diferentes sectores, como la academia.
En 2020, empezaron un trabajo con la Universidad EAN y su rectora, Brigitte Baptiste, con el fin de proyectar y mejorar la estrategia de sostenibilidad de la terminal aérea.
“Hemos determinado los elementos del paisaje más importantes para incluir en un modelo funcional dentro del contexto de los ecosistemas estratégicos regionales que mantienen procesos ecológicos básicos como la regulación del clima y el ciclo hidrológico. Además, depuran el aire, agua y suelos a la vez que contribuyen a la conservación de la biodiversidad”, explicó Natalí Leal, Gerente de Asuntos Legales e Institucionales de OPAIN.
Según Brigitte Baptiste, el aeropuerto funciona como un municipio en medio de la ciudad y esta ubicación le permite ser una vitrina, un espacio para recoger y procesar datos, contar historias, hablar con los vecinos y apoyar las comunidades.
Con el fin de aprovechar estas características, “estamos apoyando al aeropuerto para constituir alianzas con universidades, organismos del estado y organizaciones comunitarias con el objetivo de construir poco a poco una plataforma de cooperación en sostenibilidad profunda. Además de demostrar que, como entidad ecológica del territorio, es una gran apuesta para el futuro”, afirmó Baptiste, bióloga y rectora de la Universidad EAN.
Protección de ecosistemas
Conocer e identificar los ecosistemas cercanos es clave para implementar estrategias de conservación y compensación. En el caso del aeropuerto, el río Bogotá es uno de sus principales vecinos, por lo que su recuperación se ha convertido en un pilar de esta estrategia.
A su vez, está trabajando para darle un manejo ambiental correcto a los humedales aledaños, ecosistemas claves para el medio ambiente y la salud humana. Estos cuerpos hídricos mitigan los efectos del cambio climático, ayudan a la regulación y abastecimiento de agua, además de mejorar la calidad del aire.
“El aeropuerto se construyó en 1955 sobre una serie de humedales de la antigua zona del plano de inundación del río Bogotá. En su momento, no se consideraba un problema rellenar y secar humedales, pero eso generó la pérdida de un área importante y también la incidencia en el resto de la cuenca. Así que hoy en día el aeropuerto está considerando abordar ese manejo pendiente de los humedales de la región y tenemos un plan muy específico para eso”, explicó Baptiste.
En ese sentido, el primer paso fue identificar los ecosistemas aledaños como los humedales Gualí, Tres Esquinas, La Florida, Capellanía, Jaboque y Meandro del Say.
Luego de identificarlos, entran a revisar qué aportes se pueden hacer para recuperar la calidad ambiental, la integridad y la conectividad hídrica del sistema de humedales presentes en Bogotá, Funza y el resto de la sabana, según anota Baptiste. Esta revisión se hace con ayuda de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), la Secretaría de Ambiente de Bogotá y otras entidades.
La avifauna aeroportuaria
En el aeropuerto se han registrado 154 especies de aves, algunas migratorias y otras residentes. “Los hábitat existentes en áreas aledañas al aeropuerto y en su interior, son lugares donde llegan diversas aves en búsqueda de alimento, refugio o simplemente un área para descansar y seguir su camino. Esto hace que se registren especies raras, endémicas y amenazadas”, expone la revista SMS de El Dorado.
Gracias a los monitoreos diarios adelantados por el equipo de control de fauna, han identificado especies carroñeras como gualas de cabeza roja, caracaras, rapaces diurnas como águilas o halcones, y nocturnas como búhos o lechuzas. A su vez, hay presencia de especies insectívoras, frugívoras y granívoras.
Sin embargo, algunos de los alados representan un peligro para las aeronaves, pues pueden provocar un accidente aéreo al atravesarse por las pistas.
Es por eso que el aeropuerto implementó el Programa para la Gestión de Riesgos por Aves y Fauna para el control, tanto de la avifauna como de otras especies animales. El objetivo, además de proteger la vida de los pasajeros, es salvaguardar las especies de fauna que habitan en la zona.
“Se protege la fauna al no hacerle daño a las especies. Las actividades de dispersión como técnicas visuales y auditivas se enfocan en ahuyentarlas sin hacerles daño. No se realizan actividades de caza control, ni de captura”, explica el Programa de Avifauna de El Dorado.
Con la puesta en marcha de este programa, han logrado ampliar el equipo de control de fauna e implementar los estándares del International Bird Strike Committee. A su vez, el aeropuerto lidera el Comité Aeroportuario de Prevención del Peligro Aviario y de la Fauna, que se reúne cada tres meses con diferentes autoridades gubernamentales, la Aerocivil, aerolíneas y otros actores de la comunidad aeroportuaria.
Además de las actividades de dispersión, la restauración de los cuerpos de agua cercanos también es una excelente alternativa para disminuir la presencia de aves de manera indirecta.
“Tener estables y recuperados los humedales cercanos es clave para brindarle hábitat y alimento a las aves. Esto ayuda a que no pasen tanto por el aeropuerto, pues muchas de las que se atraviesan de un lado a otro en las pistas lo hacen para conseguir comida”, explicó Jorge Emmanuel Escobar, director de la Fundación Humedales Bogotá.
Además, la estrategia de El Dorado es clave para Bogotá y sus habitantes pues, en la medida en la que estos ecosistemas estén en buen estado, la ciudad estará preparada para enfrentar los efectos del cambio climático.
“Bogotá es una de las ciudades menos adaptadas al cambio climático y, en la medida en la que tengamos esa estructura ecológica fuerte y recuperada, estaremos preparados para los cambios de clima como las sequías y fuertes lluvias. Los humedales ayudan a prevenir las inundaciones entonces le tenemos que apuntar a eso, a recuperar lo que tenemos perdido para evitar más desastres y personas afectadas”, agregó el director de la Fundación.
Esta estrategia de conservación de ecosistemas como el río Bogotá y sus humedales, complementa la gestión integral de residuos sólidos, el uso eficiente del agua con sus propias plantas de tratamiento de aguas residuales y lluvias, además de la estrategia de mitigación y adaptación al cambio climático.