La crisis ambiental a la que se enfrenta el planeta es cada vez más palpable; sin embargo, para los economistas no ha logrado llamar la atención que requiere.

Los datos en torno a lo que sucede en materia ambiental en el mundo son contundentes. Por ejemplo, según el Informe de Planeta Vivo de WWF (2020), las poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios disminuyeron un 68 % en promedio a nivel global, entre 1960 y 2016. De acuerdo con la investigación de esta organización, el declive en Latinoamérica es más crítico, alcanzando un promedio de 94 %.

Así mismo, la concentración de CO2 actual en el planeta es de 417.64 ppm, mayor que cualquier concentración evidenciada en más de tres millones de años, según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.

La pérdida de biodiversidad está muy relacionada con los procesos de deforestación. Foto: Rodrigo Botero.

La Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres ha reportado que las catástrofes naturales cobran 60.000 muertes humanas al año, siendo las inundaciones la calamidad predominante. Estas son tan solo algunas evidencias que demuestran la necesidad urgente de una transformación en la vida del ser humano para evitar los efectos adversos de la crisis ambiental.

Así lo explica Sofía Garcés Cardona, investigadora del Centro de ODS de la Universidad de los Andes, quien plantea que ante esta difícil realidad se han planteado diferentes soluciones. El Acuerdo de París, firmado en 2015, apunta a que la mayoría de los países trabaje para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero con el fin de lograr una disminución en el aumento promedio de la temperatura global.

La apuesta es que este incremento no supere los 1,5 o que máximo llegue a 2,0 grados centígrados, lo que será clave para evitar mayores afectaciones generadas por el clima.

Sin embargo, para lograr estos objetivos se requiere de una comprensión lo suficientemente amplia tanto de la problemática como de sus soluciones, no solamente desde las ciencias duras, también desde las dimensiones sociales, económicas y políticas del desarrollo, asegura la investigadora.

Lejos de la economía

Dice Garcés Cardona que en lo que respecta a las ciencias económicas, la crisis ambiental está lejos de ser una prioridad y se basa en una investigación realizada por Sam Butler-Sloss y Marc Beckmann, estudiantes de Economía de la Universidad de Edimburgo y Universidad de Economía y Administración de Viena, respectivamente, las 300 principales revistas académicas especializadas en economía poco abordan temas como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el capital natural y los servicios ecosistémicos.

El calentamiento global es uno de los graves problemas ambientales a los que se enfrenta el mundo. | Foto: S.Piyaset

Para realizar este análisis, los autores tomaron el ranking de Wohlrabe (2016) y evaluaron si los artículos contenían términos relacionados con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, dos de los retos más apremiantes catalogados por la ciencia.

El estudio se realizó teniendo en cuenta títulos, resúmenes ejecutivos y palabras clave de los artículos desde 2000 hasta 2019, evaluando la presencia específica de los siguientes conceptos: “cambio climático, calentamiento global, carbono, gases de efecto invernadero, capital natural, servicios ecosistémicos y biodiversidad”.

El tema del capital natural y la pérdida de biodiversidad se abordó sólo en 0,6 % de los artículos estudiados, y si no se tienen en cuenta las revistas de economía ambiental, el porcentaje se reduce a la mitad. El estudio encontró que en 282 de 300 (94 %) revistas académicas analizadas menos del 1 % de artículos trataban temas relacionados con biodiversidad.

En el caso del cambio climático, los resultados son similares: en el 71 % de las revistas consultadas (231 de 300) menos del 1 % de las investigaciones publicadas abordan esta problemática. Sin embargo, desde 2007 se ha incrementado el número de artículos económicos sobre el cambio climático a diferencia de la pérdida de biodiversidad, la cual ha permanecido constante en niveles extremadamente bajos. Así pues, los autores resaltan que no se percibe el colapso ecológico con la misma gravedad que el cambio climático, cuando en realidad los dos tienen una gran importancia.

Los investigadores también analizaron otros temas en los que la atención de los economistas está más focalizada, según las revistas analizadas. Según la investigadora, con sus análisis los estudiantes detectaron que las crisis financieras y el mercado laboral son temas que sobrepasan con creces el cambio climático. Lo anterior permite afirmar que se tiene un interés en las acciones post crisis más que en la prevención.

No obstante, según los autores, esto es inútil en términos ecológicos pues, tras un planeta muerto no existe análisis posterior. Incluso, se evidenció que los deportes reciben igual atención, e incluso mayor, en las investigaciones económicas que el uso del capital natural, la biodiversidad y los servicios ecológicos: “85 de las 100 mejores revistas publicaron igual o mayor número de artículos de deportes que de servicios ecosistémicos, capital natural y biodiversidad”, señalan los investigadores.

Casos de éxito

Si bien Butler-Sloss y Beckmann argumentan que desde la economía se está desaprovechando una gran oportunidad intelectual para la creación de conocimiento en este campo, actualmente hay iniciativas que indican que estos temas están ganando popularidad entre los estudiantes.

El año pasado fue uno de los años más cálidos en la Tierra desde que se tienen registros.

Juan Camilo Cárdenas, profesor de Economía de la Universidad de los Andes, quien fue consultado por Garcés Cardona en el marco de su análisis, resalta que ha llevado a cabo sondeos para determinar los retos más apremiantes para los economistas en el siglo XXI y ha encontrado que el cambio climático y la desigualdad siempre ocupan los primeros lugares, lo que indica que hay un interés creciente en los economistas para abordar estas temáticas.

Así mismo, Cárdenas destaca que en Colombia se creó el Grupo de Investigación REES (Research Group on Environmental, Natural Resource and Applied Economics Studies), el cual indaga sobre recursos naturales, medio ambiente y economía aplicada como parte de la red global EfD (Ambiente para el Desarrollo).

El grupo trabaja desde el departamento de Economía de esta institución universitaria y vincula a profesores de distintas disciplinas con el fin de articular la agenda de la economía ambiental en el país y aumentar la visibilidad de los resultados académicos en este campo.

No obstante, considera que para fomentar el interés en investigación acerca del cambio climático y capital natural por parte de las ciencias económicas es clave vincular estas temáticas a la enseñanza introductoria en esta disciplina, teniendo en cuenta tres aspectos fundamentales: “La tierra es finita y no aguanta un crecimiento económico indefinido; hay límites biofísicos que la biosfera y atmósfera imponen al funcionamiento de la economía y la conservación del capital natural es vital para proveer los bienes y servicios ecosistémicos que sostienen precisamente la economía”.

En esa línea, Cárdenas resalta el surgimiento de proyectos que vinculan a economistas alrededor del mundo, como CoreEcon, que buscan rediseñar la enseñanza de la economía para que la sostenibilidad se clave en el contenido académico. Mediante esta iniciativa han logrado incluir a 368 universidades a nivel global, impactando a más de 13.800 estudiantes latinoamericanos.

En sintonía con Butler-Sloss y Beckmann, Cárdenas plantea que hay diferentes perspectivas desde las cuales se pueden abordar las temáticas de cambio climático y biodiversidad, siendo algunas de ellas la economía de mercado, la economía política, comportamental, racial, histórica, computacional y análisis de economía compleja.

Finalmente, el reporte concluye que es el momento adecuado para darle un vuelco a la forma en la que los economistas abordan la crisis planetaria en la academia. Se considera preciso cuestionar los modelos, teorías y paradigmas tradicionales, de modo que “la distribución de recursos, costos y oportunidades en el tiempo y espacio, junto con la ética que conlleva tal distribución” sean centrales en la agenda investigativa.