El río Bogotá era un cuerpo de agua sagrado y venerado por los muiscas. Tanto así, que en sus aguas incluso hacían pagamentos de oro a sus dioses. Esta visión cultural, sin embargo, se perdió con el paso de los años, la llegada de los españoles y el crecimiento poblacional y urbanístico del territorio en el siglo XX.
Las construcciones y actividades económicas se hicieron durante décadas de espaldas al río, ignorando su importancia y dejándolo por completo en el olvido. Esto, sumado a la falta de sentido de pertenencia y de conciencia ambiental en los habitantes de la cuenca, llevaron al afluente más importante del centro del país a una hecatombe ambiental, ecológica y socioeconómica.
Con el 97 por ciento de sus aguas contaminadas, el Bogotá se convirtió en un río en cuidados intensivos, producto de las toneladas de basuras, aceites, escombros, aguas residuales y toda clase de vertimientos que arrojan a diario los habitantes de su cuenca, especialmente los de Soacha y Bogotá, ubicados en la cuenca media.
Con el fin de revertir esta catástrofe, el Consejo de Estado emitió la sentencia del río Bogotá en marzo de 2014. Una decisión judicial sin precedentes que les ordena a todos los sectores que confluyen en su cuenca como los públicos y privados, industrias, sociedad civil y autoridades de diferentes órdenes, a implementar medidas para descontaminar este cuerpo de agua.
La orden 4.35, por ejemplo, exige definir “un esquema de tratamiento para la descontaminación del río Bogotá en la cuenca media constituido por dos plantas de tratamiento de aguas residuales (PTAR)”. Una de ellas es Canoas, aguas abajo de la desembocadura del río Tunjuelo, y la otra es la PTAR Salitre, ubicada en el noroccidente de la ciudad, entre las localidades de Suba y Engativá.
Esta última existe desde el año 2000, pero solo trata cuatro metros cúbicos por segundo, no desinfecta las aguas residuales y se limita a separar la basura, sólidos y un porcentaje de carga orgánica que llega por el alcantarillado. Es por eso que la orden de la sentencia exige, puntualmente, la ampliación y optimización de esta planta en caudal y capacidad de tratamiento.
Para lograrlo, desde 2016 se puso en marcha este megaproyecto con una inversión de 1,5 billones de pesos, financiados por el Banco Mundial. La ampliación de la planta, conocida como fase dos, tendrá una mayor capacidad de tratamiento y desinfectará las aguas residuales entre 95 y 98 por ciento. Además, tratará 7.000 litros de agua por segundo, equivalentes a 605 millones de litros diarios, y evitará que alrededor de 450 toneladas de basuras lleguen mensualmente al afluente.
La megaobra, liderada por la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), y cuyo contratista es el Consorcio Expansión PTAR Salitre, es actualmente una realidad. “Este proyecto es un monstruo tecnológico. Por primera vez en la historia de Bogotá el 30 por ciento de las aguas de esta planta están saliendo perfectas, con los parámetros adecuados y completamente tratadas”, dijo el ingeniero Pablo Carrizosa, miembro del Comité de Verificación de la Sentencia del río Bogotá y presidente de la Asociación de Usuarios del río Bogotá (Asurío).
Desde julio de 2020 se inició la puesta en marcha, una etapa en la que hacen pruebas con el agua por medio de las líneas de pretratamiento, tratamiento primario, secundario, biológicos y digestores. Y en marzo de 2021 arrancaron las pruebas de garantía de funcionamiento, que es cuando se logra estabilizar el proceso de tratamiento.
Desde entonces, está procesando tres metros cúbicos por segundo de las aguas residuales provenientes de unos 3,5 millones de habitantes de la capital, lo que equivale al 70 por ciento del caudal. Lo que queda es captar el 30 por ciento restante del agua que actualmente llega a la fase uno de la planta, con el fin de integrar ambas etapas y que la fase dos quede tratando la totalidad del caudal que llega a la PTAR.
Sin embargo, ya son evidentes las mejoras en la calidad del agua. “Se puede confirmar que ha mejorado la condición del vertido que hacía el Salitre al río Bogotá cumpliendo no solo los requisitos del contrato, sino los requisitos de la PTAR. Ya estamos con los parámetros de sólidos en suspensión, Demanda Biológica de Oxígeno (DBO), lodos y sequedad. Ese es el reto de una planta de tratamiento, calibrar los equipos de una forma tal que den los parámetros necesarios”, explicó Gloria Giraldo, representante legal del Consorcio PTAR Salitre.
El proyecto se acerca a la entrega de aceptación operativa, es decir, cuando la CAR le entrega la operación de la planta a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), que también opera la fase uno. En ese sentido, la interventoría está revisando todo de manera detallada con el fin de hacer los ajustes necesarios y cumplir con los requisitos contractuales para entregar la obra sin contratiempos.
Beneficios a la comunidad
A lo largo del proyecto, el Consorcio PTAR Salitre ha estado en constante relacionamiento con la comunidad, especialmente de las localidades de Suba y Engativá. Además, adelantó diferentes iniciativas para acercar a las personas a este proyecto como el aula del agua, un espacio para crear conciencia frente al río y dar herramientas para cuidar el recurso; la casa del curí, un hogar de paso para diferentes especies rescatadas en medio de la obra o cuando hacen labores de búsqueda; y el aula muisca Shumsua, un punto de encuentro de los cabildos indígenas con las localidades vecinas y la comunidad en general.
También está el Parque Metropolitano, un área de compensación para la comunidad ubicada en las inmediaciones de la PTAR, que cuenta con dos espacios, uno de recreación pasiva bajo jurisdicción de la CAR y otro de activa, en cabeza del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD).
Además de promover la educación y sentido de pertenencia frente a Bogotá, esta megaobra también será clave para el desarrollo de la zona. En 2019, la magistrada Nelly Villamizar, autora de la sentencia del río, expidió un auto que suspendía las licencias de construcción y urbanismo en la zona hasta no tener una PTAR y un plan maestro de acueducto y alcantarillado. Pero ahora, la ampliación de la planta le da luz verde a la construcción en esta parte de la capital.
Con la PTAR Salitre en marcha, el renacer del río Bogotá está cada vez más cerca. Este megaproyecto de 7.000 planos, 30 hectáreas y 5.590 equipos eléctricos, mecánicos y de control debe ser un motivo de orgullo para los capitalinos y para el país en general, acostumbrados a tanta corrupción en las obras de infraestructura. Sin embargo, en esta etapa final la coordinación interinstitucional es fundamental.
El diálogo constante entre las entidades involucradas debe primar para poder hacer los ajustes pertinentes, las capacitaciones y la transferencia de conocimiento oportunamente, de manera que la entrega de la PTAR no tenga contratiempos, retrasos, ni mucho menos se vean en la obligación de detener su operación que, de acuerdo con Carrizosa, estaría alrededor de 5.000 millones de pesos al mes.