Las abejas no perciben los colores en la misma forma que lo hacen los humanos. En estos insectos, las tonalidades pueden variar a medida que se van acercando a la flor para captar su néctar.
Esta es una de las principales conclusiones de una investigación realizada por el biólogo Juan Carlos Hernández Peña, magíster en Ciencias - Biología de la Universidad Nacional, a quien siempre le ha interesado la cognición en animales y el uso de la información en tareas como la toma de decisiones.
Para llevar a cabo su análisis, Hernández Peña hizo que más de 300 abejas, previamente marcadas e identificadas, llegaran a una zona experimental, la cual debían reconocer motivadas por alimento que, en este caso, se trataba de soluciones azucaradas que imitaban el néctar.
En el lugar, ubicado en el apiario del Departamento de Biología de la Nacional, el investigador y su equipo utilizaron parches de flores artificiales en los que se controló la distancia entre estas, su forma, la densidad de cada tipo floral y el volumen de solución azucarada ofrecido.
“Las abejas atienden a un sistema central de forrajeo que hace que salgan de la colonia en búsqueda de alimento, si encuentran algo rentable lo toman y vuelven a la colmena para depositarlo, pero luego vuelven al mismo sitio para seguir aprovechando el recurso”.
El investigador explicó que el objetivo de este trabajo era evaluar esa capacidad de tomar decisiones por parte de estos insectos y con lo que se encontraron fue que las determinaciones asumidas por las abejas son más elaboradas que otras reportadas en especies más complejas.
“En términos humanos, es como si una persona tuviera la opción de ir a la tienda A o la B, las cuales, aunque tienen fachadas similares, ofrecen diferentes productos, y el individuo escoge según la mayor oferta”, dijo.
Sin embargo, estos comportamientos pueden ir en contra de los procesos normales de polinización, pues pueden generar que estos insectos favorezcan a unas plantas más que a otras, evitando que haya homogeneidad en los mismos.
Roles dentro de la colmena
Según lo planteado por el investigador, dentro de la colmena las abejas tienen una distribución de labores, como las responsables de salir a forrajear (buscar alimento), una actividad que es realizada por los individuos que ya han alcanzado la primera mitad de su vida.
Una abeja puede hacer un muestreo e ir a varios sitios en poco tiempo, por ejemplo, al salir de la colmena pueden forrajear en un radio de cuatro kilómetros.
“Ellas tienen la capacidad de generar memoria olfativa y de color, y cuando una abeja sale a explorar y se queda en un sitio específico al que vuelve en otra exploración, es porque ya reconoce el recurso. Ella puede aprender y recordar a dónde ir, lo que les permite no tener gasto de energía mientras vuela de forma errante buscando la mejor flor”, aseguró el investigador.
Aunque todas las flores ofrecen los mismos recursos, ya sea de néctar o de polen, no todas tienen la misma concentración, por lo que las abejas aprenden el color de la planta para la selección y preferencia en su tarea de recolección de alimento.
“Si el estudio se hubiera hecho con otros insectos, como las mariposas, no hay garantía de que vuelvan otra vez, cosa que sí hacen las abejas por su sistema central de forrajeo, y esta es una de las razones por las cuales estas son un agente de polinización favorable para el ecosistema, ya que vuelven al lugar donde encontraron una buena fuente de alimento con una oferta superior al resto”, concluyó Hernández Peña.