Diciembre de 1990 es un mes que los campesinos de Sumapaz no olvidan. El día 9, el Ejército atacó a La Uribe, en el Meta, donde se escondía el campamento Casa Verde de las Farc. Días después, la persecución a los guerrilleros se trasladó hacia sus tierras. “El 17 es una fecha que el sumapaceño recuerda. Bombardearon cerca de las fincas y se sintieron ametralladoras en el poblado”. Para Aracely Romero, quien se encontraba ordeñando vacas, fue un momento de terror. Ella es uno de los cerca de 6.000 habitantes que hoy tiene Sumapaz, una extensa región que comparte Bogotá, Cundinamarca, Huila y Meta. Por más de medio siglo soportó el conflicto armado y el abandono del Estado. Su historia comienza antes de la colonia: los pueblos muiscas y sutagaos fueron sus primeros pobladores, hasta la llegada de los españoles. Siglos después, el territorio se repartió entre grandes latifundistas.
Alto de Cajitas, en el corregimiento de San Juan - José Darío Puentes / SEMANA RURAL “Los primeros años de la época de la ‘Violencia’ originaron el desplazamiento de familias campesinas de Boyacá y de otras zonas de Cundinamarca, Meta y Tolima hacia Sumapaz. En su mayoría eran de inclinación liberal y comunista”. Alfredo Díaz, profersor y uno de los hombres que mejor conoce la región. El éxodo también fue motivado por la posibilidad de crear sus parcelas en los terrenos de la hacienda Sumapaz, que el Gobierno de los años 40 del siglo pasado estaba adjudicando a los sintierra. Pero, como relata Díaz, hubo problemas entre los campesinos y quienes decían ser dueños legítimos de los terrenos. “Los terratenientes trataban como sus siervos a nuestros abuelos”, agrega. Esta situación llevó al levantamiento y al surgimiento del movimiento agrario, donde apareció un líder histórico: Juan de la Cruz Varela.
Primeros líderes campesinos de Sumapaz. Juan de la Cruz Varela es el hombre de sombrero - Mural de San Juan. Desde la década del 50, las fuerzas militares ingresaron a Sumapaz y el conflicto arreció. Los sumapaceños mayores recuerdan esos años con tristeza. “Quemaban las casas, había violaciones, mataban a los campesinos”, dice Parmenio Poveda, de 60 años y nacido en San Juan, uno de los tres corregimientos de la región que hacen parte de Bogotá. Llegar hasta allí tarda entre tres y cuatro horas en carro desde Usme, en el sur de la ciudad. La única vía de acceso es una carretera pavimenta en pocos tramos. Sin embargo, en 1955 hubo una negociación con el Gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, aunque no sirvió mucho porque la violencia no paró. Los señalamientos y la intimidación contra los campesinos continuaron. LA ESTIGMATIZACIÓN Aracely Poveda prefiere que la llamen Estrella Guerrero. Es el nombre que se ganó en el Sindicato de Trabajadores Agrarios de Sumapaz (Sintrapaz), una asociación de campesinos que siguen luchando por la defensa de la tierra. Es el legado de las primer luchas agrarias de hace 60 años. En un corredor del colegio de San Juan de Sumapaz, y con un radio en sus manos, ella narra cómo eran acusados de guerrilleros. “En la época de la violencia, muchos de nuestros abuelos fueron perseguidos por los militares. Los violentaron”. Esa situación la vivieron los siguientes años, pero se agudizó en los años 90 con la persecución frontal contra las Farc. El profesor Díaz y Parmenio coinciden en afirmar que este grupo armado no tenía campamentos en la región ni mucho menos hacía presencia permanente en las fincas. Solo cruzaban Sumapaz porque era una ruta para movilizarse hacia otros departamentos del interior del país.
“Fueron casi dos décadas donde murieron campesinos, donde hubo represión, donde se dieron detenciones a nuestros líderes”. El profesor Alfredo Díaz. Así como el diciembre de 1990 queda en la memoria de los sumapaceños, tampoco olvidan el asesinato dos jóvenes presentados como guerrilleros por las autoridades en 2006 –en un claro caso de falsos positivos- y los demás muertos que les dejó la guerra. Frente a la violencia, los campesinos solo han resistido. Y ahora, en pleno posconflicto, Sumapaz quiere impulsar el desarrollo del campo y la conservación del páramo más grande del mundo. “Estamos felices con lo que pasó en el proceso de paz. Nosotros nos anticipamos y le propusimos al Estado que nos permita conformar una Zona de Reserva Campesina –ZRC-”, dice Díaz.
Parmenio Poveda, Aracely Romero y Filiberto Baquero, campesinos de Sumapaz - José Darío Puentes / SEMANA RURAL Por su parte, Parmenio Poveda asegura que una forma de reparar al campesino es que los actores del conflicto (militares y guerrilla) acepten su responsabilidad en los actos violentos de más de medio siglo. Es la mejor manera de acabar con la estigmatización hacia el campesino sumapaceño. SEGUIR DEFENDIENDO EL TERRITORIO Con el fin de conflicto armado, en Sumapaz las alertas están prendidas con el turismo ilegal y el interés de particulares por explotar los recursos naturales. En la región se ubica un parque natural y un páramo de 333.000 hectáreas, que recientemente fue delimitado por el Gobierno. Esto significa un nuevo reto en la defensa del territorio. Filiberto Baquero también pertenece a Sintrapaz y administra una tienda en el corregimiento de San Juan. Tiene 50 años y conoce el proceso para convertirse en ZRC que adelanta Sumapaz. “Con esta figura podemos diseñar nuestro futuro para los próximos 20 o 30 años. Además, es una herramienta protegernos de los megaproyectos hidroeléctricos y mineros”, asegura.
Duban Castro, jóven campesino de Sumapaz - José Darío Puentes / SEMANA RURAL
Desde el año pasado, de acuerdo con Baquero, el número de visitantes al páramo ha aumentado y pone en riesgo un ecosistema frágil. En el suelo, por ejemplo, es común encontrar una esponja natural que recoge agua. Al pisarlo con frecuencia se puede dañar y la recuperación natural de estas especies y otras, como los frailejos, es lenta. “Mire, un frailejón crece un centímetro al año. Aquí algunos turistas los han cortado o quemado. Y los militares usan el pasto como base para armar sus campamentos”, cuenta Duban Castro, un campesino de 20 años y que visita cada tanto el Alto de Cajitas, a 20 minutos en moto de la cabecera de San Juan. Pero la ZRC no solo serviría para conservar el medioambiente. Según explican los miembros de Sintrapaz, esta figura les ayudaría a impulsar proyectos agrícolas nuevos, distintos al cultivo de papa y la ganadería. En la región también crece la uchuva, la fresa, la arveja y los cubios. De hecho, Sumapaz tuvo un bosque de quinua, un cereal apetecido en el mercado internacional. Ahora, con la delimitación del páramo, los campesinos temen que se apliquen restricciones a la agricultura, su fuente de ingresos desde hace décadas. Esperan que el Gobierno les dé luz verde para que puedan conformarse como ZRC y así impulsar este territorio, antes considerado zona roja.
¿QUÉ DICEN LAS AUTORIDADES? Con la reducción de la violencia en los últimos años, los turistas aumentaron en un territorio antes poco explorado. De acuerdo con Carlos Lora, director del Parque Nacional Natural Sumapaz, cada mes desde 2015 se registran cerca de 1.000 visitantes. “La gente llega en grupos de amigos, en plan familiar o con la ayuda de algún operador turístico sin autorización. En algunos casos han ingresado en camionetas 4x4, cuatrimotos u otros vehículos”, señala.
Los campesinos denuncian que visitantes ingresan sus vehículos al parque. También señalan que algunos miembros del Ejército que siguen patrullando en Sumapaz arrancan chamizo y hojas de fraijelón para armar sus campamentos - Corporación Autónoma Regional y José Darío Puentes / SEMANA RURAL En internet y las redes sociales se promocionan recorridos o jornadas de actividades de aventura en el páramo. Pero aún la región no es apta para el turismo, pues carece de infraestructura y servicios recreativos. Además, los beneficiados con los planes turísticos no son los campesinos de Sumapaz sino agencias sin permisos. LEA TAMBIÉN Las Hermosas: de antigua fortaleza de las Farc a potente reserva natural “Estamos buscando el ordenamiento y la reglamentación en el territorio. Si no se hace, habrá informalidad e ilegalidad. Trabajamos en un proyecto con las comunidades y las autoridades para crear senderos ecológicos, medir la capacidad de visitantes, instalar baños, construir un auditorio e impulsar un programa educativo enfocado a la conservación ambiental”, comenta Lora.
El Parque Natural Nacional Sumapaz fue creado en 1977 y lo comparten Cundinamarca, Bogotá, Huila y Meta. En su interior está el páramo más grande del mundo. La altura máxima es de 4.375 metros sobre el nivel del mar. El turismo irresponsable en Sumapaz ha generado algunos daños en el ecosistema. De acuerdo con Néstor Franco, director de la Corporación Ambiental Regional (CAR) de Cundinamarca, se detectaron frailejones dañados y la apertura de nuevos caminos sin autorización. “El Gobierno nacional delimitó el páramo hace dos meses. Esto nos permite definir qué se puede hacer o no. Preparamos mesas con las comunidades para escuchar a los campesinos. Ellos hacen parte del ecosistema y son sus protectores”. Néstor Franco, director de la Corporación Ambiental Regional (CAR) Por: JOSÉ PUENTES RAMOS | Editor Bogotá @josedapuentes