“Mi padre jodió a mi madre, y luego yo jodí a Sara y una serie de eventos desafortunados nos jodió a todos”. Es así como Mateo, interpretado por Diego Luna, resume su relación con Sara. Cada vez nos despedimos mejor cuenta la historia de amor y desamor entre Mateo y Sara. Nacidos el mismo día, a la misma hora y en el mismo hospital, esta pareja de jóvenes se encuentra esporádicamente a lo largo de 22 años, marcados por la constante necesidad de Mateo de regresar junto a Sara. Desde su primer encuentro durante las marchas posteriores a las elecciones de 1988, donde Sara toma su primera fotografía instantánea, y en la que desapercibidamente aparece Mateo, la vida de estos personajes se convierte en una serie de encuentros, despedidas y reencuentros que tienen como telón de fondo los sucesos políticos y sociales que más afectaron a México. Comenzando por el terremoto del 85, pasando por la matanza de Acteal y el atentado de Morelia hasta llegar al incidente en el que Enrique Peña Nieto fue incapaz de mencionar tres libros que le marcaran la vida, la obra se encuentra cargada de denuncia, manteniendo siempre el tono humorístico, y sin recaer en la simpleza de una crítica social. El monólogo se construye entonces a partir de retazos de una época unidos por un mismo hilo conductor: la presencia del narrador y de Sara en cada uno de estos. Y es así como Cada vez nos despedimos mejor se desenvuelve como una historia de amor en la que dos personajes intentan permanecer unidos, a pesar de vivir en un país que se desmorona frente a sus ojos. La obra de Ricaño deja de lado la idea del amor eterno y se refiere más a bien a lo imposible de ese ideal. Así, Ricaño hace referencia a la forma en la que los humanos perfeccionamos cada vez más el momento de decir adiós, pues con el tiempo se hace más sencillo aceptar la derrota y dejamos ir con mayor facilidad. A pesar de tratar un tema que se ha trillado hasta el cansancio, el montaje se aleja de la cursilería gracias al uso de un humor crudo: un humor que provoca risas, pero también desconsuelo, pues con cada momento los personajes se hacen más reales y relacionables. “Llevo tres años masturbándome por ti…” le dice Mateo a Sara durante uno de sus últimos encuentros, “…y llorando después de hacerlo”. Por su lado, el carismático Diego Luna logra cautivar al público durante los setenta minutos que dura la obra, entregándose por completo a los sentimientos de amor, dolor y culpa que siente Mateo a lo largo de la historia. Hablando directamente con los espectadores, el montaje se siente cada vez más personal. Con una escenografía sencilla; solo hay una silla y tres lámparas a la vista, Luna transporta al espectador a cada uno de los momentos narrados y dibuja la escena con maestría, sin necesidad de recurrir a más accesorios. Además, la música, a cargo del percusionista Darío Bernal, acompaña la narración con sonidos y melodías sutiles que crean ambientes de suspenso, tristeza y esperanza en los momentos ideales. Cada vez nos despedimos mejor es una obra que invita a reflexionar sobre la pérdida del amor y sobre cómo las personas manejamos dichas situaciones, aferrándonos hasta el último momento a la posibilidad de un nuevo comienzo.