Un huracán de categoría cinco se acerca a las cuatro grandes tecnológicas que dominan el mundo: Google, Facebook, Amazon y Apple. Ya no solo se trata de amenazas de Europa, que vive obsesionada con regular y sancionar; ni de quejas de los medios tradicionales, asfixiados por el auge de las redes sociales, sino que en su propia casa les preparan el tatequieto. El Departamento de Justicia de Estados Unidos, en alianza con once estados, entabló demanda contra Google por abuso de posición dominante, y se sabe que en breve hará lo mismo con Facebook.
El Poder Legislativo no se queda atrás. El Congreso norteamericano comenzará a discutir el informe de la comisión bipartidista que investigó durante año y medio a las cuatro big tech y que obligó a comparecer en audiencia a los poderosos presidentes de estas corporaciones, en julio pasado. Esta comisión presentó acuerdos y desacuerdos. Pero sus miembros –republicanos y demócratas– no tuvieron duda alguna en calificar a las cuatro empresas como monopolios que abusan de su poder y que constriñen la economía norteamericana, impidiendo la innovación y la libre competencia.
El reporte de la comisión dice que “compañías que alguna vez fueron empresas incipientes que desafiaban el ‘statu quo’ se han convertido en el tipo de monopolios que vimos por última vez en la época de los magnates del petróleo y de los ferrocarriles”. Hay acuerdo en que tienen demasiado poder y deben ser controladas.
A Amazon la acusan de monopolizar las ventas en línea mediante tácticas anticompetitivas, que dejan por fuera a otros vendedores; a Apple, de imponer tarifas onerosas a los desarrolladores de apps en su tienda de aplicaciones; a Facebook, de impedir la competencia en el sector de redes sociales mediante adquisiciones a granel; y a Google, de privilegiar sus propios contenidos en los resultados de las búsquedas.
Google invierte miles de millones de dólares en pagar a los fabricantes de teléfonos móviles y de navegadores web para que su motor de búsqueda sea el predeterminado. The New York Times reveló que le abona a Apple entre 8.000 y 12.000 millones de dólares cada año. Casi cualquier teléfono que alguien compre, de cualquier marca, y todos los navegadores web muestran el motor de búsqueda de Google, y así es como convencieron, prácticamente, a toda la humanidad de que no existen alternativas. Concentra el 86 por ciento de la cuota del mercado publicitario en buscadores (según cifras de Statista) y la mitad de la torta publicitaria digital del mundo.
Utilizar el poder económico para impedir la competencia se llama abuso de posición dominante. El problema con esta demanda es que se fundamenta en marcos normativos obsoletos que exigen demostrar daño a los consumidores. Está basada en abuso de precios y otras ideas heredadas de la economía antigua. La digital es una economía que regala todo, y los usuarios adoran a las empresas que les permiten disfrutar sus servicios sin pagar un peso. La mina de oro está en los datos, en los negocios con otros anunciantes, en los algoritmos.
La gente no sabe que Facebook realiza negocios millonarios en la trastienda con sus datos personales, y cree que los resultados de las búsquedas en Google son neutrales. Ignora que el buscador nos muestra los resultados de quienes le pagaron por aparecer allí. O, lo que es más preocupante, muestra sus propios productos. Un informe de Markup reveló que, en 15.000 consultas populares, el 41 por ciento de los resultados que aparecieron en la primera página correspondían a productos del propio Google. Pero nadie parece perturbado por la manipulación política en las redes sociales y a nadie le molesta que YouTube muestre primero los videos de los influenciadores más estúpidos.
Las big tech tienen en la felicidad del público su principal defensa. Entre las cuatro controlan entretenimiento, computación en la nube, telecomunicaciones, comercio electrónico, internet, redes sociales, publicidad digital, y se aprestan a dominar la futura industria automotriz, los viajes espaciales y la inteligencia artificial. Es apenas natural que las llamen monopolios y que alguien intente controlar su poder.