Bill Gates es uno de los hombres más ricos del mundo y durante los últimos años ha enfocado sus esfuerzos en la lucha contra el cambio climático y el calentamiento global, entre otras causas.
Para nadie es un secreto que cuenta con los recursos suficientes para darle el impulso necesario a cualquier iniciativa que él y sus organizaciones consideren viables y acordes con sus objetivos de atacar, de frente, estos fenómenos climáticos que han afectado, considerablemente, la salud del planeta.
En ese sentido, Breackthrough Energy, fondo liderado por el fundador de Microsoft y del cual hacen parte otros magnates como Jeff Bezos, Richard Branson o Jack Ma, decidieron darle la mano a una organización australiana cuyo fin es combatir las emisiones de metano en el sector agrícola, a través de ponerle cara a los eructos de vaca.
Rumin8 es la startup que captó la atención de este millonario grupo de inversores preocupados por el medio ambiente y el cual otorgó 12 millones de dólares para que esa organización continúe adelante con sus pruebas en países como Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos. Se calcula que en dos rondas de negociaciones la compañía logró reunir 16 millones de euros para seguir adelante con su propósito de enfrentar el calentamiento global.
Según la compañía, su objetivo de reducir de “forma radical” la emisión de metano, específicamente el producido por los propios animales en el sector agrícola, lo centra en el desarrollo de aditivos para la comida que se le suministra al ganado en las diferentes granjas, para atacar y reducir sus flatulencias.
“Los científicos han descubierto una solución para el metano entérico en plantas de pastizales y algas rojas y los ensayos revelan reducciones en las emisiones del ganado”, indicó Rumin8, quien le apostó a producir un compuesto sintético ante lo costoso que resulta el cultivo de algas en el océano.
“Los ensayos en marcha demuestran sistemáticamente una reducción del metano superior al 85%, lo que equivale a dos toneladas de emisiones de carbono por vaca y año”, agrega la starup, quien además asegura que alimentar al ganado con algas marinas reduce hasta un 98 % sus emisiones de metano.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las emisiones de metano, aunque son menores que las de CO2, afectan duramente al planeta y tienen mucho que ver con el cambio climático que lo está afectando.
“Cada año se emiten a la atmósfera casi 600 millones de toneladas de metano. De estos, cerca del 60% se origina en actividades humanas. La agricultura contribuye a casi la mitad de la producción mundial de metano antropogénico”, señala la FAO.
Contaminación en las ciudades
Sin duda alguna, la elevada contaminación en las ciudades es una situación que preocupa a varios sectores de la sociedad, puesto que esta situación genera serias afectaciones en la salud y otros aspectos de la calidad de vida de los ciudadanos.
No obstante, el panorama sería mucho más crítico de lo que se podría imaginar, puesto que un reciente estudio científico señala que la polución que está en el aire de las grandes urbes podría perjudicar las funciones cerebrales.
Así lo establece un estudio nueva investigación de la Universidad de Columbia Británica y la Universidad de Victoria, la cual demuestra que la continua exposición a la contaminación generada por los automóviles y otros factores puede afectar ciertos procesos cognitivos en los humanos.
Pese a que por décadas algunos científicos imaginaron que el cerebro humano no podría sufrir daños por la contaminación atmosférica de una ciudad, el doctor Chris Carlsten, autor principal del estudio, señala que este panorama ha cambiado y ahora existen evidencias que demostrarían una conexión entre la contaminación del aire y las capacidades cerebrales.
El estudio se desarrolló mediante un experimento controlado con humanos, el cual fue diseñado para medir la posible alteración de las conexiones en la red cerebral ante una prolongada exposición a agentes contaminantes. En dicha prueba se logró recoger datos que evidenciaron un daño en las capacidades cognitivas de los sujetos de prueba luego de unas horas ante gases contaminantes que generalmente están presentes en el aire de las ciudades.