La nebulosa resplandeciente IC 2220, apodada la nebulosa Toby Jug debido a su parecido con una antigua jarra inglesa de cerámica para beber, es un raro hallazgo astronómico.
Esta nebulosa de reflexión, ubicada a unos 1.200 años luz de distancia en dirección a la constelación de Carina (la quilla), es una nube de gas y polvo de dos lóbulos, o bipolar, creada e iluminada por la estrella gigante roja en su centro.
Esta fase del final de la vida de las estrellas gigantes rojas es relativamente breve, y las estructuras celestes que se forman a su alrededor son raras, lo que convierte a la Nebulosa Toby Jug en un excelente caso de estudio sobre la evolución estelar.
La imagen, capturada por el telescopio Gemini Sur, la mitad del Observatorio Internacional Gemini, operado por NOIRLab, muestra la magnífica estructura de doble bucle casi simétrica de la Nebulosa Toby Jug y el corazón estelar brillante.
Estas características son exclusivas de las gigantes rojas en transición de estrellas envejecidas a nebulosas planetarias y, por lo tanto, ofrecen a los astrónomos la posibilidad contar con una visión valiosa sobre la evolución de las estrellas de masa baja a intermedia que se acercan al final de sus vidas, así como de las estructuras cósmicas que forman, informa NOIRLab.
En el corazón de la nebulosa Toby Jug se encuentra su progenitor, la estrella gigante roja HR3126. Las gigantes rojas se forman cuando una estrella quema el suministro de hidrógeno en su núcleo. Sin la fuerza exterior de fusión, la estrella comienza a contraerse, esto eleva la temperatura central y hace que la estrella se hinche hasta 400 veces su tamaño original.
Aunque HR3126 es considerablemente más joven que nuestro sol, apenas 50 millones de años en comparación con los 4.600 millones de años del sol, tiene cinco veces la masa. Esto permitió que la estrella quemara su suministro de hidrógeno y se convirtiera en una gigante roja mucho más rápido que el sol.
A medida que HR 3126 se hinchó, su atmósfera se expandió y comenzó a desprenderse de sus capas exteriores. El material estelar expulsado fluyó hacia el área circundante, formando una magnífica estructura de gas y polvo que refleja la luz de la estrella central. Estudios detallados de la nebulosa Toby Jug en luz infrarroja han revelado que el dióxido de silicio (sílice) es el compuesto más probable que refleja la luz de HR3126.
Los astrónomos teorizan que las estructuras bipolares similares a las observadas en la Nebulosa Toby Jug son el resultado de interacciones entre la gigante roja central y una estrella binaria compañera. Sin embargo, las observaciones anteriores no encontraron tal compañero para HR3126.
En cambio, los astrónomos observaron un disco de material extremadamente compacto alrededor de la estrella central. Este hallazgo sugiere que un antiguo compañero binario posiblemente fue triturado en el disco, lo que puede haber desencadenado la formación de la nebulosa circundante.
En unos cinco mil millones de años, cuando nuestro sol haya consumido su suministro de hidrógeno, también se convertirá en una gigante roja y eventualmente se convertirá en una nebulosa planetaria.
Ahora los expertos estiman que en un futuro muy distante, todo lo que quedará de nuestro Sistema Solar será una nebulosa tan vibrante como la Nebulosa Toby Jug con el sol enfriándose lentamente en su corazón.
Científicos dicen que hay más posibilidades de encontrar agua en otros mundos
Un nuevo análisis muestra que probablemente hay muchos más exoplanetas similares a la Tierra con agua líquida, elevando significativamente las posibilidades de encontrar vida.
El trabajo concluye que, incluso cuando las condiciones no son ideales para que exista agua líquida en la superficie de un planeta, muchas estrellas albergarán condiciones geológicas adecuadas para que haya agua líquida bajo la superficie del planeta.
El doctor Lujendra Ojha, de la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, investigador principal del estudio, presentó el trabajo en el congreso de geoquímica Goldschmidt celebrado en Lyon (Francia), que se ha publicado en la revista ‘Nature Communications’.
“Sabemos que la presencia de agua líquida es esencial para la vida --explica--. Nuestro trabajo demuestra que esta agua puede encontrarse en lugares que no habíamos tenido demasiado en cuenta. Esto aumenta considerablemente las posibilidades de encontrar entornos en los que, en teoría, podría desarrollarse la vida”.
Los investigadores descubrieron que, aunque la superficie de un planeta esté helada, hay dos formas principales de generar calor suficiente para que el agua se licúe bajo tierra.
Según Lujendra Ojha, “los terrícolas tenemos suerte porque nuestra atmósfera contiene la cantidad justa de gases de efecto invernadero para que el agua líquida se mantenga estable en la superficie. Sin embargo, si la Tierra perdiera sus gases de efecto invernadero, la temperatura media global de la superficie sería de aproximadamente -18 grados Celsius, y la mayor parte del agua líquida de la superficie se congelaría por completo”.
“Hace unos miles de millones de años, esto ocurrió realmente en nuestro planeta y el agua líquida de la superficie se congeló por completo --recuerda--. Sin embargo, esto no significa que el agua fuera completamente sólida en todas partes. Por ejemplo, el calor de la radiactividad en las profundidades de la Tierra puede calentar el agua lo suficiente como para mantenerla líquida”.
Ojha añade que, “incluso hoy en día, vemos que esto ocurre en lugares como la Antártida y el Ártico canadiense, donde a pesar de la gélida temperatura, hay grandes lagos subterráneos de agua líquida, sostenidos por el calor generado por la radiactividad. Incluso hay indicios de que esto podría estar ocurriendo actualmente en el polo sur de Marte”, apunta.
*Con información de Europa Press