Un artículo publicado en ‘Oxford Open Climate Change’ advierte de que las estrategias para combatir el cambio climático tendrán que incluir algo más que la reducción de los gases de efecto invernadero.
Así se desprende de un análisis de los datos climáticos dirigido por el investigador James Hansen, director del Programa sobre Ciencia, Concienciación y Soluciones Climáticas, del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia (Estados Unidos).
Los científicos saben desde el siglo XIX que los gases absorbentes de infrarrojos (de efecto invernadero) calientan la superficie de la Tierra y que la abundancia de gases de efecto invernadero cambia de forma natural, así como por la acción humana.
Roger Revelle, uno de los primeros científicos en estudiar el calentamiento global, escribió en 1965 que la industrialización significaba que los seres humanos estaban llevando a cabo un “vasto experimento geofísico” al quemar combustibles fósiles, lo que añade dióxido de carbono (CO₂) al aire. En la actualidad, el CO₂ ha alcanzado niveles que no existían desde hace millones de años.
Una cuestión que viene de lejos es cuánto aumentará la temperatura global con un incremento determinado de CO₂. Un estudio publicado en 1979 por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos concluyó que duplicar el CO₂ atmosférico con las capas de hielo fijas probablemente provocaría un calentamiento global de entre 1,5 y 4,5° Celsius.
Se trataba de un intervalo muy amplio, al que se añadía la incertidumbre sobre el retraso del calentamiento provocado por el enorme océano de la Tierra.
Este nuevo trabajo reevalúa la sensibilidad climática basándose en datos paleoclimáticos mejorados, y concluye que el clima es más sensible de lo que se suele suponer. Su mejor estimación para el CO₂ duplicado es un calentamiento global de 4,8 °C, significativamente mayor que la mejor estimación de 3 °C del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas.
Los autores también concluyen que gran parte del calentamiento previsto por los gases de efecto invernadero en el siglo pasado se ha visto compensado por el efecto refrigerante de los aerosoles de origen humano, es decir, las partículas finas suspendidas en el aire.
La cantidad de aerosoles ha disminuido desde 2010 como consecuencia de la reducción de la contaminación atmosférica en China y de las restricciones mundiales a las emisiones de aerosoles procedentes de los buques.
Esta reducción de los aerosoles es buena para la salud humana, ya que la contaminación atmosférica por partículas mata a varios millones de personas al año y afecta negativamente a la salud de muchas más. Sin embargo, la reducción de los aerosoles está empezando a desenmascarar el calentamiento de los gases de efecto invernadero que había quedado oculto por el enfriamiento de los aerosoles.
Los autores han calificado durante mucho tiempo el enfriamiento por aerosoles de “trato fáustico” porque, a medida que la humanidad acaba reduciendo la contaminación atmosférica, llega el pago en forma de aumento del calentamiento.
Este nuevo documento predice que pronto se hará patente una aceleración del calentamiento global posterior a 2010 por encima del nivel de variabilidad natural del clima. Se prevé que la tasa de calentamiento global de 1970-2010, de 0,18 °C por década, aumente al menos a 0,27 °C por década durante las décadas posteriores a 2010. Como consecuencia, el nivel de calentamiento global de 1,5 °C se superará esta década y el de 2 °C en las dos siguientes.
En una sección final, Hansen describe su perspectiva basada en décadas de experiencia intentando influir en las políticas gubernamentales.
En primer lugar, cree que para lograr una rápida reducción de las emisiones de CO₂ es necesario aumentar la tasa nacional sobre el carbono y aplicar un impuesto fronterizo a los productos procedentes de países que no la apliquen, así como apoyar la energía nuclear moderna como complemento de las energías renovables.
En segundo lugar, sostiene que Occidente, principal responsable del cambio climático, debe cooperar con las naciones en desarrollo para ayudarles a alcanzar trayectorias energéticas coherentes con un clima propicio para todos.
En tercer lugar, incluso con estos esfuerzos, Hansen cree que el calentamiento global alcanzará niveles con consecuencias peligrosas; argumenta que también debemos llevar a cabo investigación y desarrollo para acciones temporales, decididas, para abordar el ahora enorme desequilibrio energético de la Tierra.
Hace una década, Hansen observó que la Tierra estaba desequilibrada energéticamente en 0,6 W/m² (vatios por metro cuadrado). Entraba mucha más energía (luz solar absorbida) de la que salía (radiación de calor al espacio).
Ese exceso, que es la causa próxima del calentamiento global, equivale a 400.000 bombas atómicas de Hiroshima al día, y la mayor parte de esa energía va a parar al océano. Ahora, debido en gran parte a la disminución de los aerosoles, el desequilibrio se ha duplicado hasta alcanzar aproximadamente 1,2 W/m².
Este enorme desequilibrio es la causa próxima del calentamiento acelerado del planeta y del aumento de la fusión de los hielos polares, que probablemente interrumpirá las circulaciones oceánicas y provocará un rápido aumento del nivel del mar a finales de este siglo.
El documento argumenta que tal acción será esencial para evitar la mayor geotransformación que ocurrirá en ausencia de tal acción. Entre las posibles acciones figuran la inyección de aerosoles estratosféricos, para la que los volcanes ofrecen casos de prueba pertinentes pero inadecuados, y la pulverización de agua salada oceánica por veleros autónomos en regiones susceptibles de siembra de nubes.
Hansen sugiere que los jóvenes se centren en un problema subyacente que se ha desarrollado en las democracias occidentales, especialmente en Estados Unidos “El ideal de una persona/un voto ha sido sustituido por el de un dólar/un voto”, argumenta Hansen.
“Se permite que intereses financieros especiales, como la industria de los combustibles fósiles, la industria química, la industria maderera, la industria alimentaria, por ejemplo, compren a los políticos --alertan--. No es de extrañar que el clima esté fuera de control, que la toxicidad ambiental esté en proceso de exterminar insectos, incluidos los polinizadores, que los bosques estén mal gestionados y que la agricultura esté diseñada para el beneficio, no para la nutrición y el bienestar del público”.
“Vivimos en un planeta con un clima caracterizado por la respuesta retardada, que es una receta para la injusticia intergeneracional --advierte Hansen--. Los jóvenes deben comprender esta situación y las acciones necesarias para asegurar un futuro brillante para ellos y sus hijos”.
Con información de Europa Press.