Una nave de carga Dragon, de Space X, se acopló de manera autónoma al módulo Harmony de la Estación Espacial Internacional este 6 de junio tras un vuelo de 19 horas desde el Centro Kennedy, en Florida.
El atraque se produjo a las 09.54 UTC, mientras el complejo orbital viajaba aproximadamente a 434 kilómetros de altura sobre la costa de Brasil. La nave pasará unas tres semanas conectada a la estación espacial antes de regresar a la Tierra con carga e investigación, informa la NASA.
Entre sus 3,1 toneladas de suministros, el carguero ha entregado un par de paneles solares IROSA (International Space Station Roll Out Solar Arrays) que, una vez instalados, ampliarán las capacidades de producción de energía del complejo de microgravedad.
Entre los experimentos científicos más importantes que esta misión Dragon entregó a la estación espacial destacan:
‘What Happens Above Thunderstorms’ (Thor-Davis), una investigación de la ESA (Agencia Espacial Europea), que observará tormentas eléctricas desde la estación espacial. Este punto de vista permite a los investigadores ver la actividad eléctrica desde arriba, en particular el inicio, la frecuencia y la altitud de las descargas azules descubiertas recientemente. Los científicos planean estimar la energía de estos fenómenos para determinar su efecto en la atmósfera.
Una mejor comprensión de los rayos y la actividad eléctrica en la atmósfera de la Tierra podría mejorar los modelos atmosféricos y proporcionar una mejor comprensión del clima y el tiempo de la Tierra.
Plant Habitat-03 (PH-03) evaluará si las plantas que crecen en el espacio pueden transferir tales adaptaciones a la próxima generación y, de ser así, si un cambio continúa a través de las generaciones posteriores o se estabiliza.
La investigación crea una segunda generación de plantas usando semillas previamente producidas en el espacio y devueltas a la Tierra. Los resultados podrían proporcionar información sobre cómo cultivar múltiples generaciones de plantas para proporcionar alimentos y otros servicios en futuras misiones espaciales. Esta investigación también podría apoyar el desarrollo de estrategias para adaptar cultivos y otras plantas económicamente importantes a hábitats marginales y recuperados en la Tierra.
Genes in Space-10 probará una técnica para medir la longitud de los telómeros -estructuras genéticas que protegen nuestros cromosomas y que se acortan con la edad- en microgravedad, donde los métodos típicamente empleados en la Tierra son difíciles de usar debido a la gravedad.
El experimento explora si el alargamiento de los telómeros en el espacio es causado por la proliferación de células madre, células indiferenciadas que dan lugar a componentes corporales específicos y que normalmente tienen telómeros largos.
Comprender el mecanismo detrás del alargamiento de los telómeros podría revelar posibles efectos en la salud de los astronautas durante las misiones de larga duración. Los resultados también podrían sentar las bases para una variedad de investigaciones relacionadas para beneficiar a los futuros viajes espaciales y a las personas en tierra.
Astronautas podrían alimentarse con comida fabricada con su propio aliento. Así funciona la novedosa propuesta hecha a la Nasa
La carrera espacial y las diferentes agencias buscan, con el pasar de los meses, tener temporadas mucho más largas en el espacio. Asimismo, están planeando regresar a la Luna y poder llevar personas a Marte.
Pese a esto, uno de los grandes inconvenientes que tiene la Nasa, por ejemplo, es el de la comida, pues actualmente los astronautas se alimentan con sustancias preenvasadas que tienen una vida útil de 18 meses, tiempo que no es suficiente, si se piensa en realizar misiones al planeta rojo o de instalarse en la Luna.
Para intentar solucionar este inconveniente, la propia Nasa organizó el Deep Space Food Challenge, un concurso que vinculó a más de 200 empresas que tendrán que exponer sus ideas para lograr un alimento saludable, práctico, fácil de transportar y que pudiera agregarse a las diferentes misiones espaciales.
La fase uno de concurso ya finalizó y dejó a 11 compañías en la fase dos; allí recibieron un auxilio de 20.000 dólares para seguir adelante con sus proyectos, los cuales están enfocados en alimentar a una tripulación de cuatro astronautas durante 3 años, algo que resulta verdaderamente retador para los participantes.
“La Fase 2 fue una especie de demostración a nivel de cocina. La Fase 3 va a desafiar a los equipos a escalar sus tecnologías”, explicó Angela Herblet, directora del proyecto para el desafío de la NASA a MIT Technology Review.
Dentro de las compañías aspirantes a quedarse con este challenge se encuentra Air Company, la cual está instalada en Nueva York, y la dueña de una curiosa idea que podría otorgarle el primer lugar.
Los genios detrás de esta empresa pretenden fabricar un sistema que utilice el dióxido de carbono expulsado por los astronautas fuera de la Tierra para poder convertirlo en alcohol, lo que les permitiría cultivar alimentos.
“Es hacer comida del aire. Suena como magia, pero cuando lo ves funcionando es mucho más simple. Tomamos CO2, lo combinamos con agua y electricidad y hacemos proteínas”, explicó Stafford Sheehan, cofundador de Air Company.
A través de este mecanismo, la compañía ya ha sido capaz de fabricar combustible para aviones y perfumes y está detrás de poder alimentar a los astronautas en un futuro, por lo que al concurso se presentó con un batido de proteínas que se podría llevar en las próximas misiones a la Luna y Marte.
Con información de Europa Press.