Saber cuánto tiempo les queda por vivir puede brindar a las personas una sensación de control. Al contar con una idea más clara de su esperanza de vida, tienen la posibilidad de tomar decisiones más informadas sobre cómo desean aprovechar el tiempo restante, abarcando áreas como el trabajo, las relaciones y las experiencias personales.
Con el conocimiento de su expectativa de vida, algunos individuos pueden sentir la necesidad de establecer prioridades y metas más definidas, tales como viajar, completar proyectos personales, pasar tiempo con la familia o realizar cambios importantes en su vida. De esta manera, la esperanza de vida se convierte en un marco que guía la planificación del futuro.
La esperanza de vida de cada persona está influenciada por una serie de factores, entre los cuales se encuentran la genética, la dieta y la actividad física. No obstante, más allá de los aspectos físicos y de salud, existen diversos elementos socioculturales y psicológicos que también juegan un papel fundamental en la longevidad. En este contexto, SEMANA consultó con la inteligencia artificial de ChatGPT para conocer qué tipo de personas tienden a vivir menos tiempo, enfocándose en factores como el estilo de vida, las relaciones interpersonales, el entorno socioeconómico y la salud mental.
¿Por qué hay personas que viven menos tiempo?
Uno de los factores más influyentes en la longevidad es el estilo de vida, especialmente los hábitos relacionados con la alimentación y el ejercicio. Las personas que llevan una vida sedentaria y no practican actividad física tienen mayores probabilidades de desarrollar enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. La falta de ejercicio contribuye al deterioro general del cuerpo, reduciendo su capacidad para funcionar de manera óptima. Además, aquellas que no realizan actividad física enfrentan un mayor riesgo de padecer enfermedades metabólicas y respiratorias, lo que puede reducir significativamente su esperanza de vida.
Junto a los hábitos de vida, el aislamiento social constituye otro factor clave que influye en la longevidad. Las personas que carecen de una red social de apoyo, es decir, aquellas que no tienen amigos cercanos, familiares con quienes compartir momentos o comunidades a las que pertenecer, tienden a vivir menos tiempo. La soledad puede generar sentimientos de desesperanza, depresión y ansiedad, los cuales debilitan la resiliencia emocional y afectan el bienestar general. Diversos estudios han demostrado que el aislamiento social tiene un impacto en la salud mental comparable al de fumar o la obesidad.
Por otro lado, la salud mental juega un papel fundamental en la longevidad. Las personas que tienden a ver la vida desde una perspectiva pesimista o que carecen de un sentido de propósito o metas claras suelen experimentar una menor motivación para cuidarse y mejorar su calidad de vida. La falta de esperanza y el sentimiento de desesperanza pueden afectar la toma de decisiones cotidianas, desde los hábitos alimenticios hasta la práctica de ejercicio físico. En cambio, mantener una mentalidad positiva se asocia con una mayor longevidad, ya que fomenta la resiliencia emocional y la capacidad de enfrentar las adversidades de manera efectiva.
Existen múltiples factores que, más allá de la salud física, influyen en la longevidad de las personas, los cuales afectan la salud mental, las relaciones interpersonales y la capacidad de adaptación a los retos de la vida, lo que a su vez repercute en la esperanza de vida. Así, vivir más años no solo depende de la genética o la ausencia de enfermedades, sino también de una serie de influencias sociales, económicas y psicológicas que, cuando son desfavorables, pueden reducir significativamente la duración de la vida de una persona.