Con el descubrimiento del galeón San Jose, personas del mundo académico y político del país han dado sus propuestas sobre qué se debería hacer con el barco y con los objetos que hay dentro de él. Unos sugieren que toda su estructura sea sacada de las profundidades y puesta en exhibición a todo el mundo, otros consideran que debería hacerse un museo submarino. Sin embargo gran parte de estas propuestas han sido expresadas desde el deseo y la especulación sin tener en cuenta los conocimientos necesarios en arqueología subacuática. Y es en este momento cuando todas estas ideas se derrumban ya que el rescate y la conservación de un barco como el San José que esta hundido entre los 600 y los 1.000 metros de profundidad plantea grandes retos técnicos y científicos bastante costosos y que seguramente son difíciles de superar. Ante todas las especulaciones y propuestas que se están haciendo frente al San José, es importante hacer una serie de aclaraciones. Uno de ellas tiene que ver con la diferencia entre la arqueología hecha en aguas someras y la realizada a 1000 metros de profundidad Para comprender un naufragio en aguas someras (entre 5 y 60 metros de profundidad) es necesario hacer una gran movilización técnica y logística. De acuerdo a la experiencia que hemos tenido en este tipo de arqueología en Cartagena, debemos invertir muchos meses en trabajo para medir el área y realizar un plano detallado de cada uno de los objetos que se encuentran dispersos sobre el lecho marino. Pero allí no para la investigación. El grado de dificultad aumenta cuando se inicia una etapa de excavación. En este momento debemos contar con un sistema de absorción de sedimentos que permite “succionar” los sedimentos con el fin de llegar a los objetos que se encuentren enterrados. Esa operación en aguas someras requiere mínimo de 3 embarcaciones, varios sistemas de succión de sedimento, un equipo interdisciplinario entre los que se cuentan arqueólogos, biólogos marinos, hidrógrafos, oceanógrafos, arquitectos navales, conservadores y buzos profesionales; sin contar con la participación y pericia de los marinos o pilotos que deben garantizar un buen fondeo de las embarcaciones y así permitir que las operaciones subacuáticas sean exitosas. Las excavaciones en áreas puntuales, pues es muy complicado excavar todo un naufragio, pueden tomar varias temporadas de trabajo de campo que duran entre 20 y 30 días cada una. Los análisis de la información y la fase de laboratorio requieren de meses y la elaboración de un informe escrito un tanto más. Si una investigación en aguas someras es compleja en lugares más hondos como donde se encuentra el galeón, la labor arqueológica se complica aún más. Cabe recordar que a un sitio ubicado entre 600 y 1.000 metros de profundidad ningún ser humano puede acceder por la presión que ejerce el agua. Por eso es necesario contar con una tecnología remota de última generación para registrar, fotografiar, excavar, intervenir y proteger el contexto arqueológico. En toda esta labor se utilizan sonares de barrido lateral que permiten tener una fotografía de lo que reposa sobre el lecho marino, perfiladores de subsuelo que dan una lectura de estructuras enterradas, magnetómetros que identifican objetos en metal y AUV para tomar foto mosaicos y fotografías de reconstrucción en 3D. Para el caso de la excavación y recuperación de objetos, es necesario contar con ROV, robots de operación remota que deben ser controlados desde las embarcaciones. Estos aparatos tienen que cumplir los mismos objetivos que los arqueólogos en aguas someras. Deben tener la capacidad de excavar, mover objetos con el mayor cuidado. En caso de recuperación de objetos y su traslado a la embarcación se debe contar con una infraestructura logística pesada que pueda levantar varias toneladas de peso pero que a la vez sea tan delicada que evite que los objetos arqueológicos se fragmenten cuando salgan del agua. Finalmente, el equipo de trabajo deber estar compuesto por arqueólogos, oceanógrafos, geólogos, ingenieros, marinos…
Ilustración de la tecnología empleada para arqueología de aguas profundas.
Imagen del Rov y sus componentes funcionales. Tomado de Soreide F. 2011. Ships from the depths. Ed. Texas A&M University Press. Traducción de los componentes por el autor.
Imagen de utilización de los brazos mecánicos del ROV para recuperaciónde objetos. Tomado de Soreide F. 2011. Ships from the depths. Ed. Texas A&M University Press. ¿Qué retos plantea el galeón San José? En los futuros trabajos arqueológicos que se vayan a hacer en el galeón se deben tener en cuenta varios aspectos. En primera instancia es importante documentar las características ambientales (fauna, flora y sedimentación), y las de sus condiciones oceanográficas que permitan conocer los detalles sobre la conservación o deterioro que puede tener el barco después de más de trecientos años de su hundimiento. Otro aspecto se refiere a la anatomía del barco. Según su estado podemos determinar las causas del naufragio, si fue un accidente, una explosión interna o ataque. También podemos documentar el proceso de hundimiento, su posterior deterioro y colapso del barco hasta convertirse en un sitio arqueológico. Con el análisis de los objetos y elementos que se encuentran dentro del barco podemos establecer la vida a bordo de los pasajeros, sus pertenencias, su alimentación y bebida. Además podemos indagar sobre los productos que comerciaba la Corona, los particulares y los que eran introducidos de contrabando, así como de todas esas tácticas y adaptaciones tecnológicas que se le hacían al barco para encaletar esos productos no declarados. Lo más importante de este sitio arqueológico es que ni las características ambientales ni el barco ni sus objetos han sido intervenidos por cazatesosros. Estamos ante un caso casi único en la arqueología subacuática en el que un naufragio tan importante, como lo es el galeón San José, se encuentra intacto, preservado y sin ninguna huella aparente de destrucción desesperada para encontrar sus cargamentos. Estaríamos frente a una tumba de Tutankamón con el sello sin romper por los saqueadores, a la espera de que los arqueólogos con su pasión, paciencia y rigurosidad descubran sus secretos y revelen al resto del mundo la manera de cómo un barco tan importante se hundió hace 307 años. El San José localizado entre los 600 y 1.000 metros de profundidad implica un gran desafío científico que marcará un antes y un después en la arqueología subacuática mundial. Más allá de las discusiones sobre el destino o la propiedad de las piezas, que han sido los temas recurrentes, el mundo científico tiene puesto los ojos en Colombia y en el compromiso de estudiar, registrar y proteger uno de los hallazgos históricos y arqueológicos más importantes de este siglo. Es la oportunidad de mostrar las capacidades que tiene el país en términos de gestión protección y divulgación del Patrimonio Arqueológico de la Nación. Es la oportunidad de mostrar que la arqueología contribuye al desarrollo y reconocimiento de nuestras sociedades. *Docente programa de arqueología Universidad Externado y director Fundación Terra Firme