Los simpáticos robots que reparten pizza por estos días en el barrio El Poblado en Medellín son un tanto inoportunos. Fedesarrollo calcula que 1,4 millones de colombianos perderán su empleo. Por el choque de demanda y oferta, producto de la cuarentena, miles de personas se quedaron sin trabajo o en licencia no remunerada. Y la alternativa más inmediata para muchos es tomar una bicicleta y dedicarse a repartir domicilios en alguna de las plataformas existentes. ¿Por qué Rappi decidió justo ahora probar qué tan bueno sería robotizar la entrega de comida? El tema hace pensar, más allá de este caso particular, en si tiene sentido continuar con los planes de automatización de la industria y qué pasará con los proyectos de transformación digital de la economía nacional.
La start-up colombiana Kiwibot produce los 14 robots de Rappi. Permanecen estacionados en el parque El Poblado y tienen capacidades limitadas. Avanzan a 2,7 kilómetros por hora, por lo que solo cubren servicios a un kilómetro a la redonda. Y pueden ir hasta el restaurante por los alimentos, aunque un empleado les lleva el encargo, lo deposita en un compartimiento de 35 por 35 centímetros, en el que solo cabe una pizza tamaño personal o un par de hamburguesas con papas. En las tres semanas de operación han entregado 120 domicilios, el primero para un grupo de enfermeras y médicos que los recibieron con aplausos, a los que los robots respondieron con sus tiernos ojos digitales. Pero en realidad, los Kiwibots están muy lejos de amenazar a los repartidores humanos, pues no resultan para nada costoeficientes. No pueden subir un andén si no hay rampa, así que un empleado de Rappi debe ayudarlos. Están de moda términos pomposos como “transformación digital”, “cuarta revolución industrial” o “economía 4.0”, que resumen la idea que tiene la industria tecnológica de promover estrategias de negocios más audaces en el resto de sectores. Por transformación digital suele entenderse la creación de capacidades en las organizaciones que les permitan volverse más valiosas para los clientes de hoy, más digitales y con nuevos patrones de consumo y preferencias de contacto y relación con las marcas. Este camino no tiene regreso. “Antes o después del coronavirus, empresas han desaparecido por no hacer esta transformación”, señala Carolina Masso, una consultora que ofrece servicios tecnológicos a compañías en Bogotá. Incluso, existe una hoja de ruta del Gobierno nacional para la transformación digital, según la cual en esta fecha 63.000 estudiantes de colegios públicos deberían haberse capacitado en lenguajes de programación, y 15.000 empresarios de pymes, en tecnologías digitales y comercio electrónico; y los trámites ciudadanos en las instituciones públicas tendrían que estar completamente disponibles en línea.
Naturalmente, la crisis sanitaria le puso zancadilla a estos planes. Gamma Ingenieros, la compañía de Carolina Masso, ya recibió noticias de varios clientes. Algunos le informaron que habían detenido sus proyectos hasta nueva orden, y otros solicitaron renegociar precios. Uno le pidió firmar contrato de asesoría con la misma tarifa del año pasado, y otro le propuso reducirla en 8 por ciento. Lo mismo les ocurrió a consultoras internacionales gigantes que asesoran compañías de gran tamaño y presupuesto. El gerente para Colombia de Tata Consultancy Services, Alfredo González, dice que entre sus clientes encontraron tres clases de reacciones a la coyuntura del virus. Unos detuvieron la totalidad de sus proyectos de implementación tecnológica; otros desaceleraron el ritmo y detuvieron aproximadamente el 40 por ciento; y hasta los más visionarios, aquellos que ven la crisis como una oportunidad, han frenado el 10 por ciento de los proyectos de transformación digital. Los bancos y el Gobierno tienen en sus manos que la transformación digital continúe tras la cuarentena. Así opina James Hernández, presidente de Trust Corporate, una consultora colombiana de negocios. Para él, el Gobierno debe considerar el impacto de la crisis en el empleo y generar las oportunidades perdidas de trabajo. “Hay muchos clientes, especialmente del sector comercio, que paralizaron sus proyectos tecnológicos porque están a la espera de la respuesta de los bancos”, informa.
Está demostrado que las economías más competitivas avanzaron rápido en este camino durante los últimos años. Y que las empresas que estaban mejor preparadas tecnológicamente pudieron sortear la situación con más éxito. Javier Echeverri, presidente de ManpowerGroup, consultora especializada en talento humano, cree que transformarse digitalmente no cuesta tanto, y ni siquiera necesita tecnología, sino cambios mentales en las empresas y en los ciudadanos. Esta compañía realizó el año pasado un estudio en el que estableció la gravedad del problema de escasez de talento en la industria colombiana. El 53 por ciento de los empleadores tienen dificultades para encontrar trabajadores en los oficios que más necesitan, y, sobre todo, requieren plomeros y electricistas, aunque suene increíble. “Necesitamos una revolución de las habilidades de las personas”, afirma Echeverri. Admite que se van a destruir empleos, pero se pueden crear otros, no necesariamente en ingeniería y la ciencia, sino en asuntos técnicos. Este tipo de formación se realiza en ciclos cortos y de bajo costo, muchas veces por internet. IBM estima que en los próximos tres años más de 120 millones de trabajadores en las 12 principales economías del mundo tendrán que volver a entrenarse o recalificarse como resultado de la inteligencia artificial y la automatización.
Ya no tiene sentido reunir en una sala a una junta directiva porque durante la cuarentena han sesionado a distancia sin mayores inconvenientes. Colsubsidio, una de las cajas de compensación más importantes de Colombia, adoptó una tecnología llamada Healthcare, de la compañía alemana SAP, para agilizar la atención a los pacientes, el agendamiento de citas y la facturación. Mientras tanto, los bancos pidieron a sus proveedores de computación en la nube más capacidad, y miles de mipymes empezaron a crear sus primeras tiendas virtuales. “La situación actual de emergencia ha apresurado, a algunos sectores más que otros, a repensar la manera de continuar con sus operaciones”, dice Patricio Espinosa, gerente de IBM Colombia. Por ejemplo, el Gobierno lanzó hace unos días un asistente virtual, basado en la tecnología de inteligencia artificial Watson de IBM, para entregar a los ciudadanos respuestas ágiles sobre la covid-19. Todo el que pudo hizo algo para reaccionar mediante la tecnología. Pero algunas líneas resultan socialmente problemáticas por estos días. En efecto, la automatización, la robótica y los algoritmos amenazan el empleo. De hecho, los trabajadores siempre han recibido mal las innovaciones tecnológicas, como observó Karl Marx en el siglo XIX cuando analizó la introducción de las primeras máquinas de vapor en Inglaterra.
Matías Laks, gerente de Rappi Colombia, aseguró que no tiene un plan para expandir los robots a nivel nacional y que lo de Medellín es un experimento. La necesaria transformación digital no tiene que suponer despidos. González advierte que sacar gente era la típica forma de reducir costos en el pasado. Pero la industria 4.0 ofrece alternativas de ahorro más inteligente. El director de SAP para Colombia y otros países, Marcelo Gamboa, lo llama “un modelo inteligente de negocios para apoyar a los humanos, no desplazarlos”. Se puede crear valor en los negocios sin destruir el trabajo humano. Esa idea debería intensificar la transformación digital de la economía colombiana.