Personajes como Robocop o el Inspector Gadget ya no son exclusivos de la ciencia ficción o del cine. En el mundo muchas personas que sufrieron accidentes o que padecen alguna enfermedad decidieron incorporar tecnología en su cuerpo para llevar una vida plena. Tal es el caso de Neil Harbisson, un joven de nacionalidad británica e irlandesa que tiene una anomalía en su visión, acromatopsia: solo puede ver los colores blanco y negro. En el 2004 Harbisson estaba estudiando en el Dartington College of Arts de Inglaterra y conoció a Adam Montandon, experto en arte y tecnología digital. Desde entonces trabajaron juntos para la creación de un dispositivo que le permitiera a Harbisson distinguir colores a través del sonido, al que llamaron Eyborg. Es una cámara que lee colores y los convierte en ondas sonoras a través de una antena que se instala en la nuca de las personas por medio de un chip y se extiende hasta la frente de quien lo porta. Harbisson cuenta que adaptarse a su nuevo sentido fue complejo y al inicio le causaba dolor de cabeza, pero luego empezó a soñar con colores y desde ahí sintió que el Eyeborg no era un dispositivo sino una extensión de su cuerpo. Como aparecer con aparatos electrónicos en un pasaporte no era permitido en ninguna parte del mundo se debió crear un estatus nuevo, y Harbisson fue reconocido legalmente como el primer cíborg del globo.

Una imagen del pasaporte de Neil Harbisson con la primera versión de su antena. Sin embargo, el de Neil Harbisson no es el único caso. Uno de los primeros en acercarse tanto a la tecnología fue Stephen Hawking, quien tuvo que realizarse una traqueotomía en 1985, tal como se muestra en la película ‘La teoría del todo’, basada en las experiencias de su exesposa Jane Wilde. Desde esa época, Hawking ha estado perdiendo su movilidad, pero al tiempo la tecnología ha evolucionado y le ha traído también mecanismos más sofisticados para poder interactuar con el mundo. Normalmente las personas que insertan tecnología en su cuerpo no buscan aumentar su percepción sino reparar alguna carencia, y por eso la experiencia de Harbisson es excepcional. Él puede distinguir colores de ondas ultravioleta que los humanos no pueden reconocer, y bajo su experiencia apoya a las personas interesadas en aumentar sus sentidos. Igualmente, defiende asiduamente los nacientes derechos de los cíborgs. Harbisson explicó a Semana.com su interés en defender estos derechos particulares y contó que: “Existen muchos comités de bioética que no permiten la experimentación de operaciones que incluyan un chip o una extensión de sentidos en el cuerpo humano, por lo tanto lo que queremos es que se acepten estas operaciones para explorar la extensión de sentidos y de la percepción. Ese es el campo más importante a defender, el derecho a ser cíborg porque en muchos países no se permite esta experimentación”. De hecho, la operación para incorporar el Eyeborg en la nuca de Harbisson fue clandestina. “Mi antena no pasó por ningún comité de bioética, tuve que hacer la operación un poco a escondidas”, dijo a Semana.com. En Europa ya existen leyes que contemplan el deseo de aumentar la percepción humana. Bajo el nombre de Robolaws, se expone la necesidad de ampliar la jurisprudencia a un análisis de mejoras humanas que vayan más allá de la dicotomía entre enfermedad y terapia, debido a que ahora existen intervenciones quirúrgicas que van de lo estético a lo genético, comprenden prótesis biónicas o exoesqueletos, y en general, intereses que se salen de la esfera médica. Sin embargo el tema de la experimentación con el cuerpo humano es complejo y desde la Segunda Guerra Mundial surgieron los tratados de Núremberg y Helsinki, en especial por las experimentaciones inhumanas y peligrosas realizadas durante ese período. Llama la atención el texto del tratado de Núremberg que enuncia: “El experimento debería ser tal que prometiera dar resultados beneficiosos para el bienestar de la sociedad, y que no pudieran ser obtenidos por otros medios de estudio. No podrán ser de naturaleza caprichosa o innecesaria”. Por otra parte, en el tratado de Helsinki se desataca que las investigaciones biomédicas en seres humanos deben contener una “minuciosa evaluación de los riesgos predecibles en comparación con los beneficios previsibles para el participante o para otros. La preocupación por el interés del individuo debe siempre prevalecer sobre los intereses de la ciencia y de la sociedad”. El sistema de salud en Colombia se rige por estos principios, leyes y otras resoluciones específicas, pero no se examina la posibilidad de aumentar los sentidos. Así lo afirmó a Semana.com la profesora de la Universidad Nacional, Carmen Cardozo de Martínez, quien es experta en ética, investigación biomédica y sicosocial: “La tecnología incorporada al cuerpo humano se viene utilizando hace muchos años. Por ejemplo, los implantes cocleares son una forma de tecnología para mejorar la audición y los autorizan las EPS cuando el caso lo amerita. Lo que en principio no cabría aún en nuestro sistema, al menos el público, es que una persona que oiga o vea dentro de los parámetros normales establecidos vaya a una EPS y solicite un aparato que le permita oír en ultrasonido, por ejemplo, con la colocación de un implante”. Tal vez, como lo menciona el tratado de Núremberg, aumentar los sentidos entra en la categoría de capricho, pero para Harbisson los cíborgs podrían abarcar un paso más en la evolución humana. “El hecho de convertirnos en cíborg no nos convierte en menos humanos, sino que nos vuelve más humanos. Hay gente que piensa que nos aleja de la realidad o de la naturaleza pero creo que es completamente lo contrario. Convertirse en tecnología permite extender los sentidos y por lo tanto percibir la naturaleza de una forma más directa. Yo puedo percibir colores que antes no podía y puedo recibir la naturaleza mejor. Esto nos hará sentir mucho más humanos”, como lo expresó a Semana.com. El primer cíborg del mundo está convencido de que alrededor del 2020 habrá un 'boom' de implantes, y que ahora existen pocas personas con tecnología para aumentar la percepción humana porque “estamos apenas en transición”. No obstante, la comprensión del cuerpo humano varía de persona en persona, religión en religión, cultura en cultura y tiene múltiples formas de expresión. Carmen Cardozo agrega que “por ello el sentido de la vida y la proyección de la misma son tan diversos y a veces tan incomprensibles. Las implicaciones que tiene la tecnología en el redimensionamiento del uso y aplicación de los sentidos se debe interpretar a partir de la resignificación del sentido del cuerpo”.