Una de las páginas web más recordadas de principios de siglo fue El rincón del vago, sitio a la que la mayoría de personas ingresaba en busca de una solución rápida y confiable a una tarea o un trabajo pendiente.
Sin importar la materia o el tema, en esa web los usuarios siempre encontraban una tabla de salvación que, en principio, no tuvo complicaciones y les permitió a muchos sobresalir y hasta lograr distinciones con documentos que otros, muy amablemente, decidieron colgar en ese portal para contribuir a la flojera de muchos.
Sin embargo, en Colombia, este portal donde se encontraba material disponible para cualquier área pasó a tener mayor reconocimiento cuando el exsenador antioqueño Juan Diego Gómez lo utilizó para copiar y pegar un texto que luego fue presentado como proyecto de ley.
En aquella iniciativa, de forma irónica, el legislador conservador buscaba crear un código ético y un régimen disciplinario para todos los funcionarios de la carrera diplomática. El propósito de su proyecto, tal vez era muy loable. Pero el congresista no pasó a la historia por ello. En la exposición de motivos, al menos 11 páginas coincidían con textos ya publicados en tres páginas de internet, una de ellas, El rincón del vago.
Pese a ser sorprendido, Gómez culpó a sus asesores por lo ocurrido y asumió la responsabilidad, asegurando, en una carta enviada a Semana en 2014, que faltó “rigor en la revisión del mismo, hecho que se desprende de la confianza que naturalmente deposito en mis colaboradores”.
Cómo era de esperarse, el proyecto fue archivado gracias a la presión que recibió Gómez, quien solicitó que la iniciativa presentada no surtiera trámite alguno.
¿Y qué pasó con El rincón del vago?
Esta página fue creada en febrero de 1998, cuando Google apenas había sido fundada y se dio como un proyecto de estudiantes universitarios de la Universidad Pontificia de Salamanca, en España. La nueva web, según el portal Genbeta, respondió a la necesidad de un estudiante que buscó en internet, sin éxito, un trabajo de religión para poder cumplir con una tarea.
Los creadores fueron Miguel Ángel Rodero y Javier Castellanos, quienes para 1998 tenían 25 años. En su nuevo proyecto publicaron contenidos y a los pocos meses tuvieron que contratar a uno de sus primos para que les ayudara a revisar la enorme cantidad de material que estaba siendo colgado por externos en su portal web, sin pedir nada a cambio.
Quienes idearon el portal y su primo, comenzaron a notar que este proyecto podría traer frutos económicos, pues diferentes agencias publicitarias y otros clientes comenzaron a acercarse a ellos gracias al potencial que tenía El rincón del vago dentro del público joven. Fue así como comenzaron a monetizar su negocio y a mejorar la infraestructura del sitio web.
Cuando empezaron a recibir ingresos, según relata Genbeta, también contemplaron cambiar el nombre por algo mucho más serio y que guardara relación con un entorno académico; sin embargo, notaron que ya habían creado una identidad de marca lo suficientemente fuerte y que dar un viraje en otro sentido podría resultar perjudicial para sus intereses.
Los dueños del portal, tenían en sus manos un activo bastante codiciado por muchos, gracias al alto tráfico que consiguieron en su página, algo que a principios de siglo y con la modernización del internet llamó la atención de Ya.com, Jazztel y Telefónica, primeros clientes de El Rincón del Vago.
Después de unos años, el 90 % de ese exitoso proyecto universitario pasó a manos de Eresmás, actualmente Orange, compañía en la que los fundadores trabajan actualmente. Con el 10 % restante en su bolsillo, siguieron al frente de del portal durante unos años más, hasta que en 2017 el inversor mexicano Ulises Vásquez compró lo que quedaba.
Para la fecha, el portal contaba con 2,2 millones de visitantes diarios, de los cuales el 80 % eran hispanoamericanos, una cifra nada despreciable para alguien con ambiciones de seguir monetizando esa idea de negocio.
En la actualidad, el portal aún continúa vivo, pero no con la misma relevancia que logró tener durante la primera década del siglo XXI.