Todas las estimaciones resultan demoledoras: los robots harán desaparecer al menos el 14 por ciento de los empleos en los próximos 20 años, según un estudio reciente de la Ocde; 375 millones de trabajadores tendrán que buscarse otra manera de ganarse la vida de aquí a 2030, de acuerdo con cálculos de McKinsey Global Institute. 2,8 millones de ellos en Colombia. Van a crearse nuevos puestos por la digitalización, pero están reservados para quienes tienen acceso a la educación tecnológica y pueden desarrollar habilidades cognitivas, creativas y emocionales que la inteligencia artificial no podrá superar.
Es cierto, como observa Camilo Barrera, experto en robótica industrial y representante en Colombia de las marcas más reconocidas de robots, que los países en donde la robótica ha penetrado más, como Alemania, Japón o Corea, en los que hay 500 robots por cada 10.000 trabajadores, las tasas de desempleo son inferiores a las nuestras. No obstante, se trata de contextos económicos diferentes.
Una conclusión del documento de la Ocde ‘Cómo es la vida en la era digital’ es que las tecnologías digitales mejoran la vida solo de quienes tienen capacidades para usarlas. Cuando un robot desplaza a un estibador –que es uno de los casos más frecuentes– en Alemania, el trabajador tiene más posibilidades de reconvertirse y ser absorbido en otro punto de la cadena productiva. En Colombia, quien vive de descargar bultos tiene muy pocas posibilidades de volverse tecnólogo. Habrá que contratar a alguien que programe el robot, pero no será el obrero que perdió su puesto con la máquina. En el país no hay más de 900 robots industriales, y la razón es que una máquina vale aproximadamente 70.000 dólares, que es lo que puede costar anualmente un trabajador humano en Japón. Allí resulta costoeficiente introducirlos porque el retorno de la inversión no tardará más de dos años. En economías como la colombiana, la mano de obra es tan barata que los robots no son una opción para las empresas. Por ahora.
La robotización mejora la competitividad, y no tendría que destruir las tasas de empleo si se introduce para ser más productivos y no para ahorrar. En Dosquebradas, Risaralda, el fabricante de botas industriales Calzado Terrano puso un magnífico ejemplo: un trabajador encargado de vulcanizar las suelas de caucho producía 500 pares por turno. La compañía introdujo un brazo robótico articulado de seis grados de libertad y ahora entre los dos, el empleado (que no fue despedido) y el robot, realizan 1.500 pares por turno.
“En Colombia estamos tan atrasados en competitividad que sí o sí tenemos que automatizar”, sostiene Camilo Barrera. Los fabricantes de calzado del barrio Restrepo en Bogotá se quejan de los zapatos chinos que llegan a mitad de precio. La vertiginosa automatización de la economía china tiene mucho que ver con esa diferencia de competitividad. Pero el reto que pocos quieren ver es cómo desplegarla sin ampliar las brechas sociales y económicas. La de género, por ejemplo, dado que las mujeres colombianas están más amenazadas y necesitarán reconvertirse por la digitalización en mayor proporción que los hombres, según revela el capítulo ‘Hola robots, ¿adiós mujeres?’, del informe Ocde.
Quienes piensan que el temor a la pérdida de empleos es tecnofobia solo deben revisar la historia, por ejemplo, de la mecanización de la agricultura en Estados Unidos. Por lo pronto, el mayor impacto en el empleo no lo traen los robots, sino el software de automatización, cuyo más conocido representante es el popular chatbot. En Estados Unidos, los contact center, esos servicios de atención tercerizada a clientes, despidieron cantidades no precisadas de empleados y los sustituyeron por bots. La demanda del asistente Watson de IBM creció 40 por ciento de febrero a abril. En el sector de contact center se prevé un incremento dramático de bots. De hecho, la covid-19 hizo que los llamados robots de servicios se hicieran estrellas de televisión. Hay robots supuestamente humanoides desinfectando clínicas en China o sirviendo café en Tokio. Son lentos y apenas experimentales, pero no contagian ni se enferman, y tampoco protestan, aunque trabajen 24 horas todos los días.