El róver Perseverance, que aterrizó en febrero en Marte, entregó este jueves sus primeros resultados científicos que confirman el interés de buscar señales de vida en su lugar de aterrizaje, un cráter donde hubo un lago hace 3.000 millones de años.
Incorporado en el mástil del robot de la NASA, la Supercam permitió observar en el suelo del planeta rojo el entorno del cráter Jezero y transmitir por satélite una base de imágenes.
Estas primeras fotografías en alta resolución confirmaron lo observado desde la órbita.
Es decir, en el cráter, de unos 35 kilómetros de diámetro, hubo un lago cerrado, alimentado por la desembocadura de un río, hace unos 3.600 o 3.000 años.
El estudio publicado en la revista “Science”, el primero desde el aterrizaje de Perseverance, aporta numerosos detalles sobre la historia de este lago, con una superficie comparable a la del lago Lemán de Ginebra (Suiza).
La Supercam, una cámara ultrasofisticada fabricada en Francia, permitió identificar estratos de sedimentos que son “muy buenos candidatos para encontrar señales de vida en el pasado”, explicó el CNRS durante la presentación a la prensa de los resultados del estudio, llevada a cabo por uno de sus investigadores, Nicolas Mangold.
Estos estratos, procedentes de un monte de unos 40 metros de alto bautizado Kodiak, son “sedimentos arcillosos o arenosos, donde más fácilmente se puede preservar la materia orgánica”, explicó este geólogo planetario.
Sin embargo, Mangold pidió prudencia, ya que esta materia orgánica también podría proceder de “materia carbónica inerte”, como la que desprenden los cometas.
“Materia orgánica”
La materia orgánica producida por organismos vivos se constituye de una mezcla de moléculas complejas de carbono, hidrógeno, nitrógeno y de unas pocas de oxígeno, explicó Sylvestre Maurice, del Instituto de investigación en astrofísica y planetología de la universidad Paul Sabatier de Toulouse.
“Este tipo de materia la encontramos en la profundidad del suelo terrestre y los depósitos de sedimentos del delta, lo que confirma el interés por el cráter Jezero por parte de la exobiología”, la ciencia que estudia la vida en el universo.
“Cualquier exobiólogo soñaría con encontrar materia orgánica producida por lo viviente en Marte”, destacó Christian Mustin, experto de esta rama científica en el Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES).
Un aspecto favorable para creer en esta hipótesis es que Jezero fue un lago cerrado, donde el agua entraba sin salir. “Un lugar privilegiado para que hubiera formas de vida”, aseguró Mangold.
En cambio, un aspecto negativo en contra de esta tesis es que se trataba de un lugar “menos dinámico y su actividad hidrológica era menos amplia que la de un lago en que hubiera habido un río por el que saliera el agua.
El Perseverance también detectó la presencia inesperada de grandes piedras y bloques rocosos que demuestran la existencia en el pasado de fuertes corrientes fluviales.
Según el estudio, el final del periodo lacustre del cráter estuvo relacionado con un cambio climático mayor.
“¿Qué tipo de clima generó esta transición? ¿Una arenación o una glaciación? Es lo que estamos investigando”, explicó el geólogo.
Todas estas observaciones, que el róver logró hacer manteniéndose a más de 2 kilómetros de distancia de las formaciones geológicas estudiadas, permitirán que ahora se concentre en tomar muestras, que deberían ser transportadas a la Tierra hacia 2030 para ser examinadas.
Otros dos robots, Curiosity e Insight, están orbitando actualmente en torno a la superficie de Marte.
En septiembre de 2022, la misión ruso-europea ExoMars debe enviar a Marte un robot que podría perforar el suelo del planeta rojo más de un metro de profundidad, un hecho inédito.
Con información de la AFP.