El telescopio espacial James Webb alcanzó su órbita final, a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, desde donde podrá observar las primeras galaxias del Universo, confirmó este lunes la NASA.

En torno a las 19H00 GMT activó sus propulsores para alcanzar el punto de Lagrange 2, ideal para observar el cosmos. “¡Bienvenido a casa, Webb!”, exclamó el jefe de la agencia espacial estadounidense, Bill Nelson, en un comunicado.

“Hemos dado un paso más para descubrir los misterios del Universo. ¡Y tengo ganas de ver las primeras nuevas imágenes del Universo del telescopio Webb este verano!”, añadió.

En esta región del espacio permanecerá alineado con la Tierra mientras se mueve alrededor del Sol, lo que permitirá que el parasol que lleva Webb proteja el equipo sensible al calor y a la luz.

Es la tercera vez que el telescopio activa sus propulsores desde que fue lanzado a bordo de un cohete Ariane 5 el 25 de diciembre.

El gran impulso del cohete se redujo deliberadamente para evitar que el instrumento rebasara su objetivo y asegurarse de que llegara a él por etapas.

El telescopio James Webb, cuyo coste para la NASA asciende a unos 10.000 millones de dólares, es uno de los equipos científicos más caros jamás construidos, comparable a su predecesor Hubble o al acelerador de partículas del CERN.

Despliegue del escudo térmico

El pasado 4 de enero, se conoció que el telescopio espacial superó una etapa importante al desplegar completamente su escudo térmico, un parasol de cinco capas necesario para observar el cosmos.

Aunque todavía faltan muchas operaciones para que el observatorio esté completamente listo, el despliegue de este parasol era la “más difícil” de la lista, recordó Thomas Zurbuchen, jefe de misiones científicas de la NASA, en un comunicado.

Cada una de las capas de este escudo térmico tiene el tamaño de una cancha de tenis y son necesarias para proteger los instrumentos científicos del calor del Sol. Desde el lunes, cada una de ellas se desplegó y estiró.

El telescopio es demasiado grande para caber en un cohete, por lo que hubo que doblarlo sobre sí mismo como un origami y desplegarlo en el espacio, un procedimiento extremadamente peligroso.

“Es un día muy especial”, tuiteó el astrónomo Klaus Pontoppidan, científico jefe del James Webb. “Creo que es hora de darse cuenta de que pronto tendremos, quizá, un telescopio espacial gigante completamente operacional”.

Los astrónomos de todo el mundo esperaban con ansia al James Webb, el telescopio espacial más potente, porque permitirá observar las primeras galaxias, formadas pocos cientos de millones de años después del Big Bang.

El observatorio despegó hace poco más de una semana de la Guayana Francesa y actualmente se encuentra a más de 900.000 kilómetros de la Tierra. Va camino de su órbita definitiva, a 1,5 millones de kilómetros de nosotros, es decir cuatro veces la distancia entre la Tierra y la Luna.

En este lugar, si surgiera un problema, no se puede prever una misión de reparación.

Su despliegue, pilotado desde Baltimore, en la costa este de Estados Unidos, debía realizarse sin tropiezos. Más de un centenar de ingenieros se relevaron noche y día para asegurarse de que todo transcurriera según lo programado.

La NASA lo transmitió en directo por internet. Como no hay cámara a bordo del James Webb, las únicas imágenes disponibles eran de la sala de control de operaciones. El equipo estalló en júbilo en cuanto terminó el despliegue.

*Con información de AFP