La velocidad en la toma de decisiones puede marcar el éxito o el fracaso de una operación empresarial. ¿Qué ocurre cuando el que tiene esa responsabilidad no cumple con ella? Pilar Jericó, especialista en alta gerencia, explica que uno de los mayores problemas puede ser la pérdida de negocio porque la competencia se haya adelantado. “No tomar decisiones es entrar en un terreno de no actuación, pérdida de control de la situación y, lo más grave: indefinición en las acciones a tomar en la empresa y en los objetivos de los colaboradores, llevando a la confusión, a la variación de criterios y a la postergación de decisiones”, explica Jericó. ¿Cómo actuar? Algunos expertos consideran que, si hay confianza, se debe hablar con el interesado. Diciéndole las cosas cara a cara, siempre desde el respeto, la madurez y con una orientación constructiva. Para Fernando Botella, CEO de Think&Action, hay que averiguar por qué se comporta de esta manera. Si se debe a que no puede o no tiene el talento para tomar algún tipo de decisiones, por lo que el equipo debe suplir sus carencias. La responsabilidad de este comportamiento no recae sólo en el profesional que está a cargo. Para que un jefe tome decisiones, los profesionales deben actuar de forma proactiva, presentando propuestas, alternativas o soluciones viables para que el superior pueda escoger valorar y, finalmente, tomar decisiones, por lo que el empleado debería presentar plazos de ejecución estableciendo fechas de decisión. Respecto al papel de los colaboradores, Jericó señala que “en organizaciones con estructuras planas es recomendable que el trabajador tome decisiones, aunque en empresas muy jerárquicas, puede no ser adecuado. Por ello, siempre es bueno usar la influencia, la mano izquierda, conducir la conversación hacia la decisión a la que hubiera llegado él o ella”.