Lençois Maranhenses
A cuatro horas en carro desde São Luis, estado de Maranhão, nordeste de Brasil, se extiende el Parque Nacional dos Lençóis Maranhenses: 1.550 km2 de dunas y lagunas. El secreto de su belleza reside en el régimen de lluvias que invade a esta superficie de arena y que, según el geógrafo Antonio Cordeiro, no es un desierto propiamente: cada año se pueden acumular 1.200 mm de agua, responsables de crear cerca de 5.000 piscinas naturales, también conocidas como oasis.
El verde azuloso de estas últimas es producto de los cientos de microorganismos presentes en la arena blanca. Incluso, bajo sus aguas, aparece una explosión de vida un tanto inexplicable como la geografía que la rodea: tortugas de Carvalho, caimanes de anteojos, y especies endémicas de peces, familiares de las pirañas, según la fundación del Grupo Boticario. Descubierto apenas en los años setenta gracias a una expedición petrolera, lo visitan para hacer sandboarding, para andar en bicicleta, en vehículos 4x4 permitidos, o simplemente para caminar.
Chapada Diamantina
El estado de Bahía, en el noroeste de Brasil, es tan extenso como Francia y tan diverso como lo puede ser un continente. Es la tierra del maestro Caetano Veloso, del futbolista Dani Alves. Es la cuna de la población afrobrasilera, de la Capoeira, de la Moqueca de peixe y del Acarajé, platos típicos de herencia africana. Además, su interior se caracteriza por su vasta topografía: playas de arena rojiza, pantanos, campos rupestres, altiplanos.
Precisamente, en el corazón de esta región, se encuentra el Parque Nacional da Chapada Diamantina: 152.000 hectáreas de valles como el Vale do Capão —400 metros de profundidad— de lagos subterráneos —el Poço Encantado, por ejemplo— de cascadas — la Cachoeira da Fumaça, de 380 metros— y de montañas que alcanzan los 2,.3 kilómetros de altura: el Pico do Barbado, según el Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad.
Bonito
Destino de ecoturismo poco difundido fuera de las fronteras de Brasil. Aquí no abundan las playas sino los ríos cristalinos, ideales para hacer snorkelling y buceo junto a peces como el piraputanga, el dorado, el cumbiatá o el pintado, como asegura la Universidad Federal de Mato Grosso.
Abundan las grutas, las cascadas, las cuevas, algunas con lagos azules, de aguas parecidas a las de los arrecifes de coral en el Caribe. Bonito y sus alrededores son una radiografía de lo que es el turismo sostenible en una región desconocida: el Pantanal, de vegetación y fauna exuberante. De hecho, el municipio, ubicado en el suroccidente del país, estado Mato Grosso do Sul, recibió el premio a mejor destino de turismo responsable en 2013, durante los World Responsible Tourism Awards en Londres.
Encuentro de las aguas
A lo largo de 6 kilómetros, los ríos Negro y Amazonas corren en paralelo. Andan de lado a lado. No se mezclan. Se encuentran. Este fenómeno natural —que parece una mancha de petróleo en plena Amazonía brasileña— es conocido como el Encuentro de las Aguas y, según Karime Bentes, profesora de la Universidad Federal de la Amazonía (UFAM), se debe a la “composición y acidez, vinculadas a la temperatura y velocidad de las dos corrientes”.
La primera —que carga una gran cantidad de materia orgánica, por eso el color negro en sus aguas— corre a 2 km/h y su temperatura promedio es de 28 °C. La segunda, de aguas marrones —o barrentas como se les conoce en portugués— anda a 5 km/h en promedio y su temperatura no supera los 22 °C.
Artículo originalmente publicado en la edición 73 de la revista Avianca