Una de las joyas gastronómicas de Santander, la carne oreada, ha perdurado como un símbolo de tradición y sabor en la región.

Este plato, cuya receta se remonta a técnicas ancestrales para conservar la carne en épocas donde la refrigeración no existía, sigue siendo uno de los favoritos en la mesa de los santandereanos.

Acompañada de yuca, arepa santandereana y el siempre apetecido refajo, la carne oreada es una mezcla de sabores, producto del ingenio y la riqueza tradicional del departamento.

Estas tiras de carne de res que, tras ser marinadas con una mezcla de aderezos y condimentos, se dejan secar al aire libre o en la parte alta de las cocinas de leña, donde el humo contribuye al proceso de secado y curado.

Este método de conservación, utilizado durante siglos, garantizaba que la carne se mantuviera en buen estado durante semanas, permitiendo a las familias disfrutar de ella sin la necesidad de refrigeración.

Carne oreada | Foto: Daniela González / Suministrada Semana

El secreto detrás del inigualable sabor de la carne oreada radica en el uso de la panela, un ingrediente que aporta un toque dulce al plato y que, combinado con adobos como ajo, comino, pimienta, limón y aceite de oliva, crea un sabor inconfundible.

Estas tiras de carne, que normalmente son del lomo ancho o ‘muchacho’, suelen medir máximo tres centímetros de grosor, se cortan de manera uniforme para asegurar que el secado sea parejo y que la textura deseada se mantenga en cada bocado.

Una vez cortada, la carne se cubre con la mezcla de condimentos y se deja reposar en refrigeración por al menos 10 minutos, permitiendo que los sabores se adhieran profundamente.

Después de este tiempo, la carne se cuelga en una rejilla bajo buena ventilación y luz solar directa durante al menos una hora, un paso clave para que pierda su humedad y adquiera su característica textura oreada.

Finalmente, la carne se pone a la parrilla durante tres a cinco minutos, suficiente para que quede bien dorada por fuera sin perder su jugosidad interior.

Una vez lista, la carne oreada puede conservarse en un lugar fresco y seco por hasta dos semanas, lo que hace de este método de preparación no solo una delicia, sino también una opción práctica para quienes buscan prolongar la vida útil de sus alimentos.

Acompañamientos que no pueden faltar

Al servir, la carne oreada se acompaña tradicionalmente con yuca y arepa santandereana, una combinación que resalta aún más los sabores del plato principal. Y, por supuesto, no puede faltar el refrescante refajo, una bebida popular que combina cerveza y gaseosa, ideal para equilibrar el robusto sabor de la carne.

Además, otro símbolo gastronómico de la región suele acompañar este banquete: las hormigas culonas. Conocidas por sus propiedades afrodisíacas, estas hormigas son recolectadas y tostadas con sal, ofreciendo un crujiente y sabroso complemento al plato.

La hormiga culona se ubicó en la posición número 2 del ranking, | Foto: Getty Images/iStockphoto

Esta delicia, tradicionalmente vinculada a la cultura santandereana, además de ser un manjar de antaño, también se convierte en un símbolo del legado culinario de la región, que guarda celosamente las prácticas ancestrales como herencia viva de identidad del departamento.

La carne oreada sigue siendo un plato representativo de la gastronomía santandereana y un testimonio de cómo las técnicas ancestrales siguen vigentes hoy en día. Este método de secado y curado, que nace de la necesidad de conservación, es definitivamente, saborear la historia y el corazón de Santander.

Además de la carne oreada, usted puede descubrir otros sabores únicos de la región como el mute, el cabro, la pepitoria y otras delicias propias de la región que pueden añadir a sus viajes una experiencia gastronómica memorable.