El departamento de Santander no solo es conocido por sus impresionantes paisajes y su rica historia, sino también por su deliciosa gastronomía, que ha dejado una huella memorable en los paladares más exigentes del país.
Entre montañas, ríos y cañones, Santander ofrece una experiencia única para los viajeros, quienes no solo se deleitan con la majestuosidad de sus escenarios naturales, sino también con la tradición culinaria que ha sido transmitida de generación en generación.
Recorrer Santander es encontrarse con la cultura, sus montañas albergan hábitats de cientos de especies de aves y son escenario de festivales que celebran la herencia ancestral. Pero es la gastronomía uno de los mayores tesoros de la región, con platos que conservan las técnicas de preparación tradicionales, heredadas de los abuelos y enriquecidas a lo largo de las décadas.
Uno de los símbolos más representativos de la tradición santandereana es el famoso bocadillo veleño, elaborado a base de guayaba.
Este dulce ha trascendido fronteras y se ha convertido en un emblema de la región, reconocido tanto en Colombia como en el exterior. Los santandereanos suelen acompañar sus comidas con este postre, cuya combinación de sabores es perfecta para los amantes de los dulces tradicionales.
Sin embargo, en Santander, un solo bocadillo no es suficiente. La región es conocida por su habilidad para mezclar sabores y texturas en cada plato, y su tradición en la conservación de frutas no es la excepción.
Durante décadas, los abuelos santandereanos han utilizado técnicas como la preparación de almíbares para preservar productos como la mora, el durazno, las brevas y la papayuela. Esta práctica no solo prolonga la vida de las frutas, sino que también crea postres inigualables.
Uno de los postres más icónicos de Santander es el ‘copete’, una combinación de dulces en almíbar, queso y amasijos. El pequeño plato se sirve con una porción de dulce de mora, al lado arequipe, queso, una breva en almíbar o dulce de papayuela que hacen contraste con un amasaijo, una galleta o una mantecada. Pero si usted prefiere, puede mezclar estos sabores a su gusto.
Según Ramiro Olarte, un hombre de 64 años y guardián de las tradiciones de Vélez, esta receta ha sido parte de su familia durante generaciones. Olarte recuerda cómo sus abuelos solían preparar dulces de mora y durazno, y los combinaban con queso de hoja y mantecada, creando un contraste perfecto entre lo dulce y lo salado.
Por su parte, Liliam Vásquez compartió que en las reuniones familiares, era común presentar un elegante plato con porciones de dulce de mora, durazno, arequipe y queso. Al final de la comida, el queso, teñido por los jugos de los dulces, ofrecía una experiencia gastronómica única, que aún se disfruta en las festividades y encuentros familiares.
Para quienes deseen degustar el auténtico ‘copete’, la región ofrece varias paradas obligatorias. En municipios como Cite, a solo 15 minutos de Barbosa, el copete es una delicia local que atrae a turistas y lugareños por igual.
Pero si su viaje los lleva por otros caminos, no se preocupen: el copete se puede disfrutar en lugares como Puente Nacional, Vélez, Bolívar, La Paz y Chipatá. Cada municipio adapta esta tradición a su identidad, por lo que en Vélez se le conoce como copete veleño, en Chipatá como copete chipateño, y así sucesivamente.